18/05/2016, 22:55
—Ay, ¡Ayame! ¡A mí tampoco! No sé qué hacer... —replicó Daruu, con la voz igual de temblorosa que la de ella—. Me gustas, me ha gustado el beso, sólo tengo miedo de que tu padre me trinche como un pavo en una cena de Despedida.
Ayame no pudo evitar encogerse sobre sí misma, llorosa como una niña pequeña. Una parte de ella, quizás su parte más infantil, quería creer sus palabras; pero la otra parte era incapaz de aceptarlo. Incapaz de aceptar que aquellas declaraciones fuesen verdad.
«Si lo fueran... Lucharía por mí...» Le susurraba una maliciosa vocecilla en su cabeza. Pero aquella vocecilla, al mismo tiempo, también estaba cargada de un profundo terror.
—Podemos pensar esto con más calma en otro momento, ahora mismo los dos tenemos la cabeza hecha un lío. Sólo quiero que sepas que no estoy intentando olvidar el tema. Te he besado y me ha gustado, y... lo volvería a hacer.
Entre ligeros hipidos, Ayame reunió los pedacitos rotos de su corazón y se obligó a serenarse. Asintió brevemente con la cabeza, pero sus ojos se habían apagado un tanto.
«Si te hace daño, sólo dímelo. Y me encargaré de ponerlo en su sitio.»
La voz de su hermano mayor resonó entre sus recuerdos, pero Ayame sacudió la cabeza y acompañó los pasos de Daruu cuando este retomó el paso. Ya no caminaba tan cerca de él como antes, ahora se cuidaba de guardar cierta distancia y se agarraba un brazo en un gesto inconscientemente defensivo, abrazándose el abdomen.
—Venga, te invito a una pizza y ya verás qué buena está. Si se prepara bien no tiene nada que ver con co-mi-da-ba-su-ra, como esas gambas a las que tu padre le chupa la caca de la cabeza —el tono infantil con el que había repetido sus palabras logró arrancarle una fugaz sonrisa, pero cuando mencionó las gambas esta fue rápidamente sustituida por el más primitivo de los ascos.
—¿Qué? ¡Puaj! ¿Eso es cierto? Creo que mi padre nunca le ha chupado la cabeza a las gambas... o eso quiero creer —comentó, con un escalofrío.
De alguna manera, estaba comenzando a olvidar el tema de los bandidos. Aunque una angustia había sido sustituida por otra y Ayame comenzaba a sentirse cansada. ¿Es que siempre que estaba con Daruu tenía que ocurrir algo malo? ¿Por qué no podían estar tranquilos por una vez? Como... Como dos...
«Como dos amigos, normales y corrientes, que van a comer juntos.»
—¿Queda muy lejos ese lugar? —preguntó, tratando a la desesperada olvidar aquel ponzoñoso tema.
Ayame no pudo evitar encogerse sobre sí misma, llorosa como una niña pequeña. Una parte de ella, quizás su parte más infantil, quería creer sus palabras; pero la otra parte era incapaz de aceptarlo. Incapaz de aceptar que aquellas declaraciones fuesen verdad.
«Si lo fueran... Lucharía por mí...» Le susurraba una maliciosa vocecilla en su cabeza. Pero aquella vocecilla, al mismo tiempo, también estaba cargada de un profundo terror.
—Podemos pensar esto con más calma en otro momento, ahora mismo los dos tenemos la cabeza hecha un lío. Sólo quiero que sepas que no estoy intentando olvidar el tema. Te he besado y me ha gustado, y... lo volvería a hacer.
Entre ligeros hipidos, Ayame reunió los pedacitos rotos de su corazón y se obligó a serenarse. Asintió brevemente con la cabeza, pero sus ojos se habían apagado un tanto.
«Si te hace daño, sólo dímelo. Y me encargaré de ponerlo en su sitio.»
La voz de su hermano mayor resonó entre sus recuerdos, pero Ayame sacudió la cabeza y acompañó los pasos de Daruu cuando este retomó el paso. Ya no caminaba tan cerca de él como antes, ahora se cuidaba de guardar cierta distancia y se agarraba un brazo en un gesto inconscientemente defensivo, abrazándose el abdomen.
—Venga, te invito a una pizza y ya verás qué buena está. Si se prepara bien no tiene nada que ver con co-mi-da-ba-su-ra, como esas gambas a las que tu padre le chupa la caca de la cabeza —el tono infantil con el que había repetido sus palabras logró arrancarle una fugaz sonrisa, pero cuando mencionó las gambas esta fue rápidamente sustituida por el más primitivo de los ascos.
—¿Qué? ¡Puaj! ¿Eso es cierto? Creo que mi padre nunca le ha chupado la cabeza a las gambas... o eso quiero creer —comentó, con un escalofrío.
De alguna manera, estaba comenzando a olvidar el tema de los bandidos. Aunque una angustia había sido sustituida por otra y Ayame comenzaba a sentirse cansada. ¿Es que siempre que estaba con Daruu tenía que ocurrir algo malo? ¿Por qué no podían estar tranquilos por una vez? Como... Como dos...
«Como dos amigos, normales y corrientes, que van a comer juntos.»
—¿Queda muy lejos ese lugar? —preguntó, tratando a la desesperada olvidar aquel ponzoñoso tema.