19/05/2016, 15:28
(Última modificación: 2/06/2016, 22:08 por Uchiha Akame.)
Desde el momento en que Len consiguió pasar la antes infranqueable barrera que daba acceso a la zona exclusiva de los participantes —perdiéndose de vista en consecuencia—, Anzu sólo pudo rezar a todos los dioses que conocía para que su plan saliera bien. Bueno, o más bien, un torpe intento de recordar algunos salmos. Nunca había sido una chica religiosa, le preocupaba más lo material, lo que sus manos podían agarrar.
Sea como fuere, sus ojos grises observaron con avidez la improvisada puerta que Len acababa de cruzar, como si quisieran salirse de sus órbitas para seguir al muchacho de Ame en su alocada peripecia.
Los suaves nudillos de Len tocaron la puerta con una suavidad femenina —fingida o no—, y el chico aguardó, paciente. Su disfraz no era del todo convincente, pero aquel bello rostro de delicadas facciones ayudaba, sin duda, a simular el papel.
Después de unos instantes, una voz preguntó desde el interior.
—¿Quién es? La firma de autógrafos es después del Recital.
Si el gennin de Amegakure contestaba, la puerta se abriría tras un breve instante de silencio. Al otro lado apareció un joven de unos veinte y pico años, alto y atlético. Vestía con elegancia, y su rostro irradiaba carisma por doquier. Examinó a Len —o, más bien, Lena— con gesto curioso. Luego entornó los párpados, entre satisfecho e inquisitivo.
—Vaya, vaya, no sabía que hubiera chicas tan guapas en los Dojos —se acercó ligeramente, pero con seguridad, al pobre muchacho—. ¿Cómo te llamas, damita?
Sea como fuere, sus ojos grises observaron con avidez la improvisada puerta que Len acababa de cruzar, como si quisieran salirse de sus órbitas para seguir al muchacho de Ame en su alocada peripecia.
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Los suaves nudillos de Len tocaron la puerta con una suavidad femenina —fingida o no—, y el chico aguardó, paciente. Su disfraz no era del todo convincente, pero aquel bello rostro de delicadas facciones ayudaba, sin duda, a simular el papel.
Después de unos instantes, una voz preguntó desde el interior.
—¿Quién es? La firma de autógrafos es después del Recital.
Si el gennin de Amegakure contestaba, la puerta se abriría tras un breve instante de silencio. Al otro lado apareció un joven de unos veinte y pico años, alto y atlético. Vestía con elegancia, y su rostro irradiaba carisma por doquier. Examinó a Len —o, más bien, Lena— con gesto curioso. Luego entornó los párpados, entre satisfecho e inquisitivo.
—Vaya, vaya, no sabía que hubiera chicas tan guapas en los Dojos —se acercó ligeramente, pero con seguridad, al pobre muchacho—. ¿Cómo te llamas, damita?