20/05/2016, 20:51
Y el simple hecho de pensar que siempre pasaba algo malo cuando estaba con Daruu pareció invocar una nueva desgracia.
—Oye, Ayame, ¿estás... estás bien? Tienes mala... cara. ¿Pasa al...? —Daruu se había girado de nuevo hacia ella al notar que algo no iba bien. Sin embargo, Ayame no tuvo que inventar una nueva excusa, ya que su compañero no llegaría a completar siquiera la preguntar.
Una sombra se cernió repentinamente sobre ambos y Ayame y Daruu saltaron hacia atrás en un gesto reflejo. Con el sonido del trueno, algo realmente pesado cayó justo donde se había encontrado Daruu hasta hacía apenas unos instantes. El polvo se alzó en una densa humareda, el suelo se resquebrajó con un chasquido y el estallido que se produjo a continuación envió a los dos muchachos en direcciones opuestas.
Ayame cayó con un gemido de sorpresa y dolor, pero se había asegurado de activar su técnica estrella y en el momento del impacto su cuerpo se deshizo en una explosión de agua agitada que terminó por estabilizarse al cabo de algunos segundos.
—¿¡Creíais que no os pasaría nada por matar a tres ninjas de Uzushio!? —vociferó una voz que le puso los pelos de punta y le aceleró el corazón hasta el punto del colapso, y cuando Ayame recuperó su forma corpórea y alzó la cabeza pudo ver a un hombre aparecido de la nada y que caminaba hacia Daruu con largas zancadas. Apenas vestía unos desgajados harapos y sus puños estaban envueltos en sendos puños metálicos con forma de lobo.
—Espera... —gimió, con un hilo de voz, y se tambaleó ligeramente al reincorporarse.
Sin embargo, la espera parecía ser la última de las intenciones de aquel tipo. Como un relámpago se abalanzó sobre su compañero con el puño por delante. Daruu se vio obligado a apartarse con una ágil voltereta, giró sobre su eje e intentó utilizar su pierna para asestarle una zancadilla. Pero el hombre parecía un muro de mármol, y al final fue Daruu el que cayó hacia atrás entre lastimeros gimoteos.
—¡Espera! —repitió Ayame, esta vez con todas sus fuerzas. En un gesto desesperado arrojó dos shuriken hacia el atacante de Daruu. Un tiro aparentemente erróneo, puesto que las dos armas pasaban bastante de lejos a ambos lados de su cuerpo. Aparentemente. Porque, si no se daba cuenta del engaño, el hilo de metal que los unía terminaría por chocar contra su cuerpo y lo utilizaría como eje para que los shuriken orbitaran a su alrededor y terminaran atándole con firmeza tal y como había hecho con Juro durante la semifinal—. ¡Esos hombres intentaban matarnos! ¡Estábamos defendiéndonos!
—Oye, Ayame, ¿estás... estás bien? Tienes mala... cara. ¿Pasa al...? —Daruu se había girado de nuevo hacia ella al notar que algo no iba bien. Sin embargo, Ayame no tuvo que inventar una nueva excusa, ya que su compañero no llegaría a completar siquiera la preguntar.
Una sombra se cernió repentinamente sobre ambos y Ayame y Daruu saltaron hacia atrás en un gesto reflejo. Con el sonido del trueno, algo realmente pesado cayó justo donde se había encontrado Daruu hasta hacía apenas unos instantes. El polvo se alzó en una densa humareda, el suelo se resquebrajó con un chasquido y el estallido que se produjo a continuación envió a los dos muchachos en direcciones opuestas.
Ayame cayó con un gemido de sorpresa y dolor, pero se había asegurado de activar su técnica estrella y en el momento del impacto su cuerpo se deshizo en una explosión de agua agitada que terminó por estabilizarse al cabo de algunos segundos.
—¿¡Creíais que no os pasaría nada por matar a tres ninjas de Uzushio!? —vociferó una voz que le puso los pelos de punta y le aceleró el corazón hasta el punto del colapso, y cuando Ayame recuperó su forma corpórea y alzó la cabeza pudo ver a un hombre aparecido de la nada y que caminaba hacia Daruu con largas zancadas. Apenas vestía unos desgajados harapos y sus puños estaban envueltos en sendos puños metálicos con forma de lobo.
—Espera... —gimió, con un hilo de voz, y se tambaleó ligeramente al reincorporarse.
Sin embargo, la espera parecía ser la última de las intenciones de aquel tipo. Como un relámpago se abalanzó sobre su compañero con el puño por delante. Daruu se vio obligado a apartarse con una ágil voltereta, giró sobre su eje e intentó utilizar su pierna para asestarle una zancadilla. Pero el hombre parecía un muro de mármol, y al final fue Daruu el que cayó hacia atrás entre lastimeros gimoteos.
—¡Espera! —repitió Ayame, esta vez con todas sus fuerzas. En un gesto desesperado arrojó dos shuriken hacia el atacante de Daruu. Un tiro aparentemente erróneo, puesto que las dos armas pasaban bastante de lejos a ambos lados de su cuerpo. Aparentemente. Porque, si no se daba cuenta del engaño, el hilo de metal que los unía terminaría por chocar contra su cuerpo y lo utilizaría como eje para que los shuriken orbitaran a su alrededor y terminaran atándole con firmeza tal y como había hecho con Juro durante la semifinal—. ¡Esos hombres intentaban matarnos! ¡Estábamos defendiéndonos!