22/05/2016, 22:48
El hombre de la máscara del lobo había agarrado a Daruu por el cuello de la camiseta. Lo había alzado en el aire como si no fuera más que una inofensiva hoja.
Ayame se había olvidado por completo de toda la conversación que habían mantenido antes. Estaba asustada. Terriblemente asustada. El corazón le palpitaba con furia en las sienes viendo a su compañero tan indefenso. Tenía que hacer algo... Y tenía que hacerlo ya.
Y en el momento en el que lo lanzó por los aires, los dos shuriken pasaron a ambos costados de su atacante y el hilo de metal que los unía se tensó alrededor de su cuerpo. Utilizándolo como cuerpo central, los dos proyectiles orbitaron rápidamente en torno a él, atándolo por completo. Sin embargo, cuando los dos shuriken fueron a impactar contra él, rebotaron contra su carne sin causarle más que un par de magulladuras.
—¿Pero qué...?
El hombre se echó a reír, y su risa restalló en el aire como un ladrido seco.
Con un pequeño estallido, el cuerpo del agresor se vio cubierto por una nube de humo. Ayame tensó todos los músculos del cuerpo, preparándose para lo peor. Sin embargo, para cuando la polvareda se disipó ya no había rastro alguno del hombre que les había atacado. En su lugar, un lobo de pelaje gris que era considerablemente más grande de lo que debía ser un lobo normal.
—¿Crees que no lo sé, pequeño polluelo? —le soltó.
Y Ayame no pudo evitar caerse al suelo de culo, abriendo y cerrando la boca como un pez fuera del agua.
—Sois unos imprudentes. ¿Los dejáis allí, sin más? ¡Pero bueno! ¿Y si hubiera pasado algo así de verdad? Un ninja de Uzushio os habría matado. Lo primero que tendríais que haber hecho es contárselo a algún superior. Esto no es serio.
El animal giró la cabeza hacia un alicaído Daruu que no dejaba de aporrear el suelo con sus manos. Pero Ayame era incapaz de apartar la mirada del cánido.
—¿Todavía tienes ganas de pelear, cachorro? —le dijo.
—No... —respondió Daruu, dando un nuevo puñetazo a la hierba.
Pero Ayame alzó una temblorosa mano hacia el animal.
—Ha... ¡Habla! ¡Ese lobo puede hablar! —exclamó, y su voz sonó por lo menos dos tonos más aguda de lo que era habitual—. ¿Por qué puede hablar? ¡Y nos ha atacado! ¡¡Con técnicas ninja? ¡¿Por qué?! ¡¡¿¿Tú le conoces, Daruu??!!
Ayame se había olvidado por completo de toda la conversación que habían mantenido antes. Estaba asustada. Terriblemente asustada. El corazón le palpitaba con furia en las sienes viendo a su compañero tan indefenso. Tenía que hacer algo... Y tenía que hacerlo ya.
Y en el momento en el que lo lanzó por los aires, los dos shuriken pasaron a ambos costados de su atacante y el hilo de metal que los unía se tensó alrededor de su cuerpo. Utilizándolo como cuerpo central, los dos proyectiles orbitaron rápidamente en torno a él, atándolo por completo. Sin embargo, cuando los dos shuriken fueron a impactar contra él, rebotaron contra su carne sin causarle más que un par de magulladuras.
—¿Pero qué...?
El hombre se echó a reír, y su risa restalló en el aire como un ladrido seco.
Con un pequeño estallido, el cuerpo del agresor se vio cubierto por una nube de humo. Ayame tensó todos los músculos del cuerpo, preparándose para lo peor. Sin embargo, para cuando la polvareda se disipó ya no había rastro alguno del hombre que les había atacado. En su lugar, un lobo de pelaje gris que era considerablemente más grande de lo que debía ser un lobo normal.
—¿Crees que no lo sé, pequeño polluelo? —le soltó.
Y Ayame no pudo evitar caerse al suelo de culo, abriendo y cerrando la boca como un pez fuera del agua.
—Sois unos imprudentes. ¿Los dejáis allí, sin más? ¡Pero bueno! ¿Y si hubiera pasado algo así de verdad? Un ninja de Uzushio os habría matado. Lo primero que tendríais que haber hecho es contárselo a algún superior. Esto no es serio.
El animal giró la cabeza hacia un alicaído Daruu que no dejaba de aporrear el suelo con sus manos. Pero Ayame era incapaz de apartar la mirada del cánido.
—¿Todavía tienes ganas de pelear, cachorro? —le dijo.
—No... —respondió Daruu, dando un nuevo puñetazo a la hierba.
Pero Ayame alzó una temblorosa mano hacia el animal.
—Ha... ¡Habla! ¡Ese lobo puede hablar! —exclamó, y su voz sonó por lo menos dos tonos más aguda de lo que era habitual—. ¿Por qué puede hablar? ¡Y nos ha atacado! ¡¡Con técnicas ninja? ¡¿Por qué?! ¡¡¿¿Tú le conoces, Daruu??!!