25/05/2016, 00:48
El tiburón pudo ver de primera mano la desconformidad que sus comentarios generaban en Ayame. No podría leer exactamente lo que dicha reacción evasiva significaba, desde luego, pero allí parecía haber un resquemor hacia la posibilidad de que ella llegase al final del torneo.
Pero lo cierto era que Kaido decía aquello sencillamente por su incapacidad de aceptar que otro ocupara un lugar que él creía suyo, no por nada más. De hecho, era completamente desconocedor de qué tan buena o habilidosa era Ayame en eso de ser un shinobi, por lo que hasta existía la posibilidad de que la muchacha fuera mucho más fuerte que el propio tiburón y ninguno de los dos lo sabría con certeza. Y así pues se suscitaba el paradigma de aquellos que se creen más fuertes de lo que son realmente, o de los que se creen débiles cuando son todo lo contrario.
—Lo... lo intentaré —respondió, removiéndose ligeramente en su asiento—. Pero no creo que mi oponente sea precisamente fácil, si ha conseguido llegar hasta la final como yo.
Allí Kaido discrepaba. Él pudo comprobar de primera mano que la próxima contrincante de su compañera era débil y asustadiza, e incluso tan o más tímida que la mismísima Ayame. En Yachi por lo que pareció haber sido un simple tropezón, así que ni pensar lo que podría hacer durante una batalla. Y sin embargo... el escualo se encontraba de nuevo con una avasallante realidad:
Que esa debilucha muchacha también estaba en la jodida final. Ver para creer.
—Bueno, tampoco es que haya tenido un camino muy difícil. Y en semifinales ha enfrentado a uno de sus compañeros de aldea, que aquí entre tu y yo: está locamente enamorado de ella. No me extrañaría que le haya dejado ganar para hacerse con su amor.
El escualo replicó a su compañera y aprovechó para darle un mordisco a su empanada. Ya se había puesto fría, entre tanto parloteo, aunque no dejaba de estar buenísima. Masticó como la bestia que era y se atragantó con un poco de agua de su termo para aclarar la garganta.
—Pero en fin, ya veremos de qué estáis hechas. Aunque estaría bien le patees el culo como buenamente puedas y regreses a casa victoriosa. Piénsalo, si aquí ya te dan comida gratis imagínate en Amegakure: serás una jodida celebridad. No tendrás que pagar más nunca por nada...
Kaido hizo una mueca de desagrado y se cruzó de brazos.
»Joder, como te envidio en este momento.
Pero lo cierto era que Kaido decía aquello sencillamente por su incapacidad de aceptar que otro ocupara un lugar que él creía suyo, no por nada más. De hecho, era completamente desconocedor de qué tan buena o habilidosa era Ayame en eso de ser un shinobi, por lo que hasta existía la posibilidad de que la muchacha fuera mucho más fuerte que el propio tiburón y ninguno de los dos lo sabría con certeza. Y así pues se suscitaba el paradigma de aquellos que se creen más fuertes de lo que son realmente, o de los que se creen débiles cuando son todo lo contrario.
—Lo... lo intentaré —respondió, removiéndose ligeramente en su asiento—. Pero no creo que mi oponente sea precisamente fácil, si ha conseguido llegar hasta la final como yo.
Allí Kaido discrepaba. Él pudo comprobar de primera mano que la próxima contrincante de su compañera era débil y asustadiza, e incluso tan o más tímida que la mismísima Ayame. En Yachi por lo que pareció haber sido un simple tropezón, así que ni pensar lo que podría hacer durante una batalla. Y sin embargo... el escualo se encontraba de nuevo con una avasallante realidad:
Que esa debilucha muchacha también estaba en la jodida final. Ver para creer.
—Bueno, tampoco es que haya tenido un camino muy difícil. Y en semifinales ha enfrentado a uno de sus compañeros de aldea, que aquí entre tu y yo: está locamente enamorado de ella. No me extrañaría que le haya dejado ganar para hacerse con su amor.
El escualo replicó a su compañera y aprovechó para darle un mordisco a su empanada. Ya se había puesto fría, entre tanto parloteo, aunque no dejaba de estar buenísima. Masticó como la bestia que era y se atragantó con un poco de agua de su termo para aclarar la garganta.
—Pero en fin, ya veremos de qué estáis hechas. Aunque estaría bien le patees el culo como buenamente puedas y regreses a casa victoriosa. Piénsalo, si aquí ya te dan comida gratis imagínate en Amegakure: serás una jodida celebridad. No tendrás que pagar más nunca por nada...
Kaido hizo una mueca de desagrado y se cruzó de brazos.
»Joder, como te envidio en este momento.