31/05/2016, 16:28
La Hora de la Serpiente había llegado ya a su ecuador cuando, la joven Hyuga, llegó a los pies de la escalera que daba acceso al templo de Yamiria que estaba ubicado en una pequeña colina, oculto por lo que debió ser un bosque reconvertido en jardín.
Era el día de año nuevo, por lo que todo el mundo había acudido al templo como dictaba la tradición. Así que Mitsuki se encontraba totalmente rodeada por una multitud de personas que paseaba por los alrededores, se disponía a subir al templo o ya bajaba tras haber realizado sus ofrendas.
Un espectáculo digno de ver sin lugar a dudas, todo el mundo ataviado con sus mejores galas y acompañados por sus familiares y seres queridos dispuestos a pasar un agradable día de año nuevo. La de Kusabi no sabía muy bien ni donde mirar, en todas partes veía algo que le llamaba la atención. Nunca había visto tanta gente junta, ni siquiera en los Año Nuevo de Kusabi cuando todo el pueblo acudía al templo. Sin duda aquella ciudad sola ya tenía muchos más habitantes que su tierra y eso sin contar los pueblos de los alrededores que solían carecer de templo.
Eso sí, las mujeres mantenían la predilección por los kimonos al igual que ella. Eso parecía se algo que no cambiaba nunca a pesar de las latitudes y diferentes constumbres.
Mitsuki había elegido para esta ocasión un Furisode bastante más habitual que sus habituales kimonos que solían ser demasiado formales. En esta ocasión, cambiaba el blanco por un azul cielo de fondo con motivos de carpas de vivos colores entre estanques e hierbas. Mangas bastante largas y un lazo de color rosa bastante elaborado en la espalda, a la altura de la cintura.
La joven kunoichi se encontraba sola, pues el Sr Hayato había tenido que acuidar ha atender un asunto urgente y no podría ejercer de anfitrión. Eso la verdad no le preocupaba mucho, aunque le hubiese encantado disfrutar de la convesación del anciano diplomático pero como ya había dicho antes el deber era el deber y no se debía posponer.
"Bueno será mejor que suba antes de que siga viniendo más gente"
Sin más dilación, Mitsuki, se dispuso a ascender por aquella escalera que parecía interminable. De hecho, desde su posición, apenas se podía apreciar la parte superior del arco Torii que guardaba la entrada al templo.
Era el día de año nuevo, por lo que todo el mundo había acudido al templo como dictaba la tradición. Así que Mitsuki se encontraba totalmente rodeada por una multitud de personas que paseaba por los alrededores, se disponía a subir al templo o ya bajaba tras haber realizado sus ofrendas.
Un espectáculo digno de ver sin lugar a dudas, todo el mundo ataviado con sus mejores galas y acompañados por sus familiares y seres queridos dispuestos a pasar un agradable día de año nuevo. La de Kusabi no sabía muy bien ni donde mirar, en todas partes veía algo que le llamaba la atención. Nunca había visto tanta gente junta, ni siquiera en los Año Nuevo de Kusabi cuando todo el pueblo acudía al templo. Sin duda aquella ciudad sola ya tenía muchos más habitantes que su tierra y eso sin contar los pueblos de los alrededores que solían carecer de templo.
Eso sí, las mujeres mantenían la predilección por los kimonos al igual que ella. Eso parecía se algo que no cambiaba nunca a pesar de las latitudes y diferentes constumbres.
Mitsuki había elegido para esta ocasión un Furisode bastante más habitual que sus habituales kimonos que solían ser demasiado formales. En esta ocasión, cambiaba el blanco por un azul cielo de fondo con motivos de carpas de vivos colores entre estanques e hierbas. Mangas bastante largas y un lazo de color rosa bastante elaborado en la espalda, a la altura de la cintura.
La joven kunoichi se encontraba sola, pues el Sr Hayato había tenido que acuidar ha atender un asunto urgente y no podría ejercer de anfitrión. Eso la verdad no le preocupaba mucho, aunque le hubiese encantado disfrutar de la convesación del anciano diplomático pero como ya había dicho antes el deber era el deber y no se debía posponer.
"Bueno será mejor que suba antes de que siga viniendo más gente"
Sin más dilación, Mitsuki, se dispuso a ascender por aquella escalera que parecía interminable. De hecho, desde su posición, apenas se podía apreciar la parte superior del arco Torii que guardaba la entrada al templo.