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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
La Hora de la Serpiente había llegado ya a su ecuador cuando, la joven Hyuga, llegó a los pies de la escalera que daba acceso al templo de Yamiria que estaba ubicado en una pequeña colina, oculto por lo que debió ser un bosque reconvertido en jardín.

Era el día de año nuevo, por lo que todo el mundo había acudido al templo como dictaba la tradición. Así que Mitsuki se encontraba totalmente rodeada por una multitud de personas que paseaba por los alrededores, se disponía a subir al templo o ya bajaba tras haber realizado sus ofrendas.

Un espectáculo digno de ver sin lugar a dudas, todo el mundo ataviado con sus mejores galas y acompañados por sus familiares y seres queridos dispuestos a pasar un agradable día de año nuevo. La de Kusabi no sabía muy bien ni donde mirar, en todas partes veía algo que le llamaba la atención. Nunca había visto tanta gente junta, ni siquiera en los Año Nuevo de Kusabi cuando todo el pueblo acudía al templo. Sin duda aquella ciudad sola ya tenía muchos más habitantes que su tierra y eso sin contar los pueblos de los alrededores que solían carecer de templo.

Eso sí, las mujeres mantenían la predilección por los kimonos al igual que ella. Eso parecía se algo que no cambiaba nunca a pesar de las latitudes y diferentes constumbres.

Mitsuki había elegido para esta ocasión un Furisode bastante más habitual que sus habituales kimonos que solían ser demasiado formales. En esta ocasión, cambiaba el blanco por un azul cielo de fondo con motivos de carpas de vivos colores entre estanques e hierbas. Mangas bastante largas y un lazo de color rosa bastante elaborado en la espalda, a la altura de la cintura.

La joven kunoichi se encontraba sola, pues el Sr Hayato había tenido que acuidar ha atender un asunto urgente y no podría ejercer de anfitrión. Eso la verdad no le preocupaba mucho, aunque le hubiese encantado disfrutar de la convesación del anciano diplomático pero como ya había dicho antes el deber era el deber y no se debía posponer.

"Bueno será mejor que suba antes de que siga viniendo más gente"

Sin más dilación, Mitsuki, se dispuso a ascender por aquella escalera que parecía interminable. De hecho, desde su posición, apenas se podía apreciar la parte superior del arco Torii que guardaba la entrada al templo.
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#2
«De cerca, es mucho más imponente de lo que me esperaba.» Aquel enorme arco Torii le atrapó por completo con su gran belleza bermellón y su aspecto centenario. Una especie de portal simbólico que representaba una frontera entre el espacio profano y el sagrado.

Se paró al borde del último escalón y observó hacia abajo; Una escalinata que se mostraba igual de eterna que cuando la había visto desde el extremo opuesto, cuando parecía algo casi imposible de recorrer. Sin embargo, podía apreciar a decenas de personas avanzando con variedad de ánimos; Algunas ansiosas y entusiasmadas, y otras con calma y de forma ceremoniosa. Los constructores habían sido considerados, pese a lo riguroso que era la forma en que se construían los templos, y cada tantos metros había una zona llana donde las personas podían recuperar el aliento.

«El maestro me ha enseñado que en todo lo sagrado y ancestral hay una belleza expresada en forma de simbolismos. Me pregunto… ¿Cual es la alegoría que se oculta en la arquitectura de este sitio?» Sus pensamientos divagaron un poco mientras que la altura y una fuerte brisa que agitaba su cabello le hacían sentirse cercano a tocar el cielo.

Observó una última vez que aquel largo camino ascendente y luego se dispuso a entrar al templo.

El lugar se encontraba lleno de personas que expresaban multitud de estados de ánimo, pero en conjunto formaban un ambiente cargado de una sensación… Tradicional y respetuosa que hacían sentir en paz al Ishimura.

No le gustaban las multitudes por lo que se alejó un poco del lugar donde se estaban concentrando, el santuario que en ese momento era el centro de toda la atención y de todo lo que se estaba realizando, y decidió disfrutar observando aquel ritual de año nuevo. La mayoría de personas iban vestidas con ropas coloridas y festivas, el joven de ojos grises era el único que se había limitado a cubrirse con un sencillo yukata de color azul marino. De todas formas, su blanca melena le ganaba algunas miradas curiosas de vez en cuando, pero la gente pronto se olvidaba de sus atípicos rasgos y se concentraba en lo que tenían que hacer. Se disponían en enormes y susurrantes filas de seres que buscaban entregar a los dioses sus deseos para el año que pronto vendría.

¿De verdad creen que sus deseos se van a cumplir así de fácil, solo encargándoselo a los dioses y ya? ¿Entienden siquiera que están haciendo? —Lo decía para sí mismo, aunque no hizo esfuerzo en disimular sus palabras hablando bajo.

Dichosa es la juventud, tan aventureros en sus creencias que les es imposible no cuestionar todo aquello que no sienten como propio. —Aquella repentina voz le causo un poco de sobresalto, pues recién se daba cuenta que alguien estaba a su lado.

Mil disculpas señoras, no era mi intención despreciar tan bonita tradición. —Realizo una seria reverencia ante aquella anciana que había escuchado sus dudas existenciales.

No te mortifiques por eso, cariño, no es una ofensa —aseguro con una voz dulce y compasiva—, es señal de una mente despierta el cuestionarse el mundo que tiene ante sus ojos. A mis ochenta y cuatro años, yo también suelo hacerlo con frecuencia… Me ayuda a separar aquello que considero cierto de lo que no.

Es que… Es contradictorio; Hay gente que cree pero no entiende y gente que entiende pero no cree. A pesar de esa diferencia todos yacen juntos aquí y con el mismo propósito.

Ciertamente te agobian las contradicciones, cariño —aseguro riéndose con suavidad—, Pero, piénsalo: No necesitas entender algo para poder creer en ello y no necesitas creer en algo para entenderlo, en eso es que se fundamentan las tradiciones… Bueno, más o menos.

Son palabras tanto difíciles de creer como de entender, señora.

Y eso está bien, cariño, yo entiendo y creo en lo que digo.

La anciana se limitó a reír por lo bajo y a dejar al joven en relativa soledad con sus pensamientos. Le resultaba misteriosa y agradable; Misteriosa porque aparentaba la edad que decía tener, pero parecía estar sola y era difícil entender cómo había subido aquellas escaleras. Agradable porque, más que inteligente y experimentada, se mostraba sabia y amable.

Que viejita tan interesante...
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#3
Tras una larga ascensión, Mitsuki se encontraba justo bajo el impresionante arco de color rojo que marcaba el límite entre la tierra sagrada del templo y el resto del mundo. No pudo evitar sentirse casi como en casa, desde que llegó de Kusabi no había vuelto a pisar un templo. Esa sensación de paz que trasmiten ese tipo de lugares, era algo que la mayoría de personas no apreciaba pero que la peliblanca echaba de menos.

Traspaso el arco, siguiendo al resto de personas que accedían al templo. Todo había sido pulcramente dispuesto, desde la recogida de las hojas hasta los adornos, sin lugar a dudas los monjes de aquel lugar eran personas tan diligentes como se les suponía.

Apenas unos metros más adelante, la joven pudo observar un abrevadero de piedra donde los visitantes recién llegados limpiaban sus manos y boca como dictaba la tradición. Al igual que el resto, Mitsuki se acerco al lugar y siguió el mismo ritual que los demás. Una vez lista, continuó el camino hacia la zona de ofrendas, aunque ella se detuvo a unos metros de la entrada para observar como el resto de feligreses rendían sus plegarias.

Lo cierto es que para alguien como ella, ver a tantas personas acudiendo al templo aunque solo fuese por tradición, era algo que la alegraba.

Después de unos minutos de silenciosa observación, la joven se giró hacia la izquierda siguiendo las indicaciones del Sr Hayato. El anciano le había informado de que justo a la izquierda del templo principal había un pequeño camino que se internaba en el bosque. Allí encontraría un pequeño templete dedicado al dios Fuujin. Así que eso fue lo que hizo, poco a poco se fue alejando del templo. La marabunta de visitantes iban quedando atrás.

La de Kusabi pasó junto a una anciana y el que parecía ser su nieto, un chico de pelo blanco ataviado con un yukata azul marino.

A la Hyuga le pareció algo bastante tierno, un nieto con su abuela. Charlando animadamente.

Como el camino que transitaba pasaba junto a aquella pareja, Mitsuki no quiso ser maleducada y saludo con una sonrisa sin detener el paso.

—¡Feliz Año Nuevo!— hizo una leve reverencia y siguió su camino con tranquilidad
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#4
¡Feliz Año Nuevo! —Escucho de repente mientras que la anciana, que había estado filosofando con él, se alejaba para unirse a su comunidad en aquel ritual.

Lo único que alcanzo a ver de quien le había deseado un feliz año fue un leve destello blanco, pues un grupo de personas que recién iban llegando pasó apresuradamente por el sitio donde estaba parado, dejándolo un poco desorientado.

«Bueno, ya vine a ver lo que quería —se dijo a sí mismo mientras se alejaba de la multitud que comenzaba a acumularse a su alrededor—. Quizás, debiera ir y presentar mis respetos al santuario, pero creo que no sería correcto; Mis dioses no son los mismos que los de estas personas… Bueno, los dioses de mi familia, pues no los siento como míos realmente.»

Se dio media vuelta, dispuesto a bajar de aquel sitio y volver a su hospedaje, pero algo llamo su atención; En un extremo de aquel lugar, donde terminaba el suelo adoquinado y comenzaban los árboles. Por un instante, le pareció ver aquel destello blanco, de nuevo, adentrándose en el bosque montañoso. Movido por una curiosidad creciente, el joven se acercó al sitio donde había estado aquel “fantasma”. No pudo encontrar ninguna huella, pero sí vio como ante él se habría un estrecho sendero que se perdía en las verdes y oscuras entrañas de aquel sitio. «Es un templo… ¿Será posible que algún tipo de aparición se haya visto atraída por el rito de año nuevo?»

Contrario al instinto de una persona común, el Ishimura decidió adentrarse en aquel y camino y averiguar hacia donde llevaba. El sendero era delgado, y se hacía evidente que no era usado con regularidad. El entorno era silencioso y un poco tétrico, pero aparte de eso, no percibió nada sobrenatural como lo que había estado esperando.

Espera… ¿Qué es eso? —Por fin divisaba el fin del camino.

Si bien no encontró un espectro, el pequeño templo que yacía en aquel claro era tan misterioso como uno. Lucia viejo, pero no abandonado. No veía ni escuchaba señales de alguna persona en los alrededores, por lo que podía "suponer" que estaba solo. Se acercó más a aquella antigua construcción, y se detuvo justo en frente para verla mejor.

Vale, parece que es solo el templo de alguna divinidad sin nombre ¿Pero por qué está en un lugar tan alejado y solitario?
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#5
"Sabía que no debía haber girado"

Mitsuki acababa de volver al pequeño sendero que había estado siguiendo antes, aquel bosque estaba lleno de pequeñas veredas y no sabía muy bien por qué se equivocó y giro por una un poco más ancha pensando que esta le llevaría hasta el templete que andaba buscando. Por suerte no se había desviado demasiado y pudo volver al camino anterior, al que se reincorporó de nuevo.

Tras un par de minutos caminando, dobló el último recodo del camino y se encontró de frente con un chico en mitad de un claro que parecía estar observando un construcción de madera que la Hyuga no tardó mucho en reconocer como el santuario del Dios Fuujin que estaba buscando.

El peliblanco que tenía justo delante debía de ser el mismo que se había cruzado hacia un rato, pues su yukata era del mismo color que el del muchacho que estaba con su abuela a la entrada del camino aunque ahora parecía estar solo.

—Vale, parece que es solo el templo de alguna divinidad sin nombre ¿Pero por qué está en un lugar tan alejado y solitario?—

El chico parecía haber lanzado aquella cuestión de manera retórica, pero Mitsuki no pudo evitar responder

—Es un templo dedicado a Fuujin-sama— informó la de Kusabi con tranquilidad mientras avanzaba lentamente hasta colocarse justo al lado del muchacho —Se construyó en prueba de amistad entre el País del Remolino y Shiroi Kusabi, aunque se le rinde también culto en el panteón del templo principal junto al resto de kamis— la peliblanca junto ambas palmas de sus manos, e hizo una pequeña reverencia —Así que sólo los que le rinden culto o conocen a alguien que lo haga, saben de este lugar— giró su cabeza para buscar la mirada del joven de ojos color grises —Lo que me intriga es ¿cómo lo has encontrado tú?— terminó la joven con una cálida sonrisa, contrayendo levemente los ojos potenciando aún más el toque afelinado de su rostro
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#6
Se encontraba pensativo y a la vez curioso, inmerso en todas las preguntas que aquel santuario le generaba: ¿A quién estaba dedicado? ¿Por qué no estaba en el templo? Tanta fue la fuerza de su mente vagando, que incluso llego a olvidar el sitio donde estaba y el porqué de su visita.

Es un templo dedicado a Fuujin-sama. —Una voz femenina se manifestó desde la nada.

El de cabellos blancos se quedó completamente quieto, como si aquel repentino hablar no le hubiese perturbado en lo más mínimo. A ojos inexpertos pudiera parecer que era alguien poseedor de un temple sin igual, pues ni siquiera se molestó en girarse para ver de dónde provenían aquellas palabras. Pero lo cierto era que simplemente se había quedado paralizado por la impresión… O quizás, simple y llanamente por el buen susto.

La muchacha avanzó hasta colocarse al lado del Ishimura y fue entonces que este pudo verla… No era el espantoso espectro que esperaba, pero aun así le había dado un susto de muerte. Lo bueno es que sentía como el aire regresaba a sus pulmones y como su corazón dejaba de agitarse descontroladamente.

Se construyó en prueba de amistad entre el País del Remolino y Shiroi Kusabi, aunque se le rinde también culto en el panteón del templo principal junto al resto de kamis —la peliblanca junto ambas palmas de sus manos, e hizo una pequeña reverencia—. Así que sólo los que le rinden culto o conocen a alguien que lo haga, saben de este lugar — giró su cabeza para buscar la mirada del joven de ojos color grises—. Lo que me intriga es ¿cómo lo has encontrado tú? —terminó la joven con una cálida sonrisa, contrayendo levemente los ojos potenciando aún más el toque afelinado de su rostro.

El de piel morena le devolvió la mirada, con unos ojos grises que denotaban una calma inusual y un poco inquietante. Ciertamente, su rostro y su mirar no le traicionarían. No estaba observando a la joven como tal, sino que estaba en busca de algún rastro que pudiera indicar que se trataba de un espíritu y que le permitiera desembocar en una carrera de pánico. Ya de por si los sonidos que venían de la nada le destrozaban los nervios.

Hufff —se permitió dejar escapar un largo suspiro, luego de comprobar que frente a él yacía una humana—. Me adentre por el sendero, siguiendo algo que llamó mi atención, y antes de darme cuenta termine en este lugar oculto y solitario —aseguro con total naturalidad, sin poder disimular la gota de sudor frio que habia bajado hasta su barbilla—. Me ha tomado por sorpresa el encontrarme a alguien más por aquí. «Y por sorpresa me refiero a que el susto que me diste me ha quitado al menos unos cinco años de vida.»
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#7
La mirada de ambos jóvenes se encontraron por un instante, aquel muchacho debía de tener más o menos la edad de Mitsuki. Era de piel morena y cabellos blancos, una extraña combinación sin duda. Por lo que pudo observar, parecía un chico bastante impasible, ni siquiera se había inmutado en todo aquel tiempo.

Hufff ...

El chico dejó escapar un suspiro que la peliblanca no supo muy bien como interpretar, casi parecía de alivio pero no estaba muy segura. El muchacho parecía aún más extraño de lo que hubiese supuesto a primera vista.

Me adentre por el sendero, siguiendo algo que llamó mi atención, y antes de darme cuenta termine en este lugar oculto y solitario. Me ha tomado por sorpresa el encontrarme a alguien más por aquí.

La peliblanca desvió su mirada hacia el templete para poder observarlo con perspectiva antes de aproximarse, mientras escuchaba atentamente la respuesta del joven.

"Así que algo llamó su atención..." aquella afirmación la dejó bastante intrigada, quizás no fuese un mero accidente que el muchacho hubiese llegado hasta allí... tal vez fuese la voluntad de Kamikaze-sama

—Yo también me siento sorprendida por haber encontrado alguien en este lugar...— confesó la de Kusabi mientras daba unos pasos en dirección a la puerta del templo —permiteme que me presente— la joven giró sobre sus talones para quedar justo frente al extraño chico, entre él y el templete —Hyuga Mitsuki, Akikara na de Kusabi— hizo un reverencia formal —¿Podría saber a quién tengo el gusto de dar la bienvenida a este Templo?—
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#8
La mirada de ambos jóvenes se cruzó por un instante. Aquella muchacha debía de rondar una edad cercana a la suya. Su piel era muy clara, como si de porcelana se tratase y su cabello era blanco, muy similar al suyo. De inmediato la identificó como alguien interesante, sobre todo por aquellos bonitos rasgos felinos tan notables en sus expresiones faciales.

Yo también me siento sorprendida por haber encontrado alguien en este lugar... —Confesó, mientras daba unos pasos en dirección a la puerta del templo.

«Su rostro es bastante juvenil, pero… —la observó con atención mientras le daba la espalda, recorriendo, ligeramente, su silueta con la mirada—. Su fisonomía se acerca más a la de una adulta.»

Permíteme que me presente —la joven giró sobre sus talones para quedar justo frente a Kazuma, entre él y el templete. Justo en aquel instante dejó de indagar en su figura—. Hyuga Mitsuki, Akikara na de Kusabi —hizo un reverencia formal—. ¿Podría saber a quién tengo el gusto de dar la bienvenida a este Templo?

Ya veo… Mi nombre es Ishimura Kazuma —aseguro mientras devolvía la reverencia—. Es un gusto el conocerte.

El joven de ojos grises de pronto noto que el ambiente ya no era tan lúgubre y tenebroso como cuando se encontraba el solo. Aunque quizás solo fuera que ya se estaba acostumbrando, o, tal vez era el hecho de que ahora se encontraba acompañado por aquella chica tan peculiar. No solo era la primera vez que conocía a una Hyuga, sino que también era la única ocasión en la que se había encontrado con alguien que tuviera un cabello como el suyo. Otra cosa que le llamaba la atención era aquel título desconocido que había venido después de su nombre. «Quizás sea alguna especie de seudónimo, como el del fantasma gris.»

Disculpa —dijo llamando su atención hacia él durante un segundo—. No me es familiar aquello de “Akikara na de Kusabi” ¿Es alguna especie de honorífico o algo por el estilo?

Mil disculpas por la tardanza, procuraré que no vuelva a pasar.
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#9
El muchacho correspondió a su reverencia con otra, a la vez que le ofrecía su nombre: Ishimura Kazuma.

—El gusto es mío— respondió la peliblanca con una cálida sonrisa, cruzando la mirada con el chico de ojos grisáceos que permanecía impasible frente a ella.

—Disculpa No me es familiar aquello de “Akikara na de Kusabi” ¿Es alguna especie de honorífico o algo por el estilo?

La joven entrecerró suavemente los ojos ante la perspicacia del chico que tenía justo en frente.

—Algo así— comenzó la de Kusabi con suavidad —Soy la sucesora de la Shijou no Miko de Kusabi...— la joven se giró lentamente hasta dar la espalda al muchacho mientras seguía hablando, caminó hasta la escalerilla del templo y subió con gracia hasta quedar parada frente a la puerta —la marca de Fuujin-sama en el mundo— apoyo ambas manos en las puertas correderas del templete y con un suave gesto las abrió de par en par, desvelando el interior. Una solitaria estatua de un portentoso hombre envuelto con una capa, que sostenía un bastón de monje coronado con tres aros de tamaños decrecientes. Junto al hombre con cara de demonio, una león que le acompañaba como el perro al cazador. Mitsuki hizo una reverencia antes de girarse —Te doy la bienvenida a este templo, Ishimura Kazuma— un suave viento hizo los cabellos de la joven hondear junto con las hojas de los árboles que les rodeaban —Dime...¿Qué crees que te ha traído hasta aquí?–

Mitsuki tenía la corazonada de que no había sido la casualidad, algo le decía que ese muchacho había llegado hasta allí por algo... aunque quizás ni el mismo lo sabía, pero ella estaba segura de que Kamikaze sama había arreglado aquel encuentro por alguna razón
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#10
La joven de níveos cabellos contestó amablemente a la presentación y le dedicó una cálida sonrisa, y un leve encuentro visual, al espadachín del remolino.

Algo así —comenzó con suavidad—. Soy la sucesora de la Shijou no Miko de Kusabi... —la joven se giró lentamente hasta dar la espalda al muchacho mientras seguía hablando, caminó hasta la escalerilla del templo y subió con gracia hasta quedar parada frente a la puerta—. La marca de Fuujin-sama en el mundo —apoyo ambas manos en las puertas correderas del templete y con un suave gesto las abrió de par en par, desvelando el interior. Una solitaria estatua de un portentoso hombre envuelto con una capa, que sostenía un bastón de monje coronado con tres aros de tamaños decrecientes. Junto al hombre con cara de demonio, un león que le acompañaba como el perro al cazador. Mitsuki hizo una reverencia antes de girarse—. Te doy la bienvenida a este templo, Ishimura Kazuma —un suave viento hizo los cabellos de la joven ondear junto con las hojas de los árboles que les rodeaban—. Dime... ¿Qué crees que te ha traído hasta aquí?

«Ya veo, entonces es una especie de sacerdotisa.» Fue la única conclusión a la que podía llegar.

No estaba seguro de que pensar al respecto, pero supo que tendría que actuar de forma respetuosa. Hacía tiempo había leído que la gente que dedica su vida a representar a un dios se toma su trabajo con absoluta seriedad. Aunque... No podía siquiera comprender por qué alguien dedicaría su vida a seres tan ajenos e indiferentes como los dioses.

El no sabía mucho al sobre el tema; en su familia también llegó a haber sacerdotes, pero rezaban solo al panteón familiar. Se dedicaban a un grupo de dioses tan nobles como incomprendidos y temidos… Dioses a los cuales construirle un altar era considerado algo morboso y hasta tabú… Al final aquello jamás le llamó la atención, así que se mantuvo parcialmente alejado de ese conocimiento.

Esto… —ahora que lo pensaba, lo de seguir a un fantasma blanco sonaba demasiado infantil—. Me pareció ver a alguien en la entrada del camino y eso me llamó la atención —observo sus alrededores—. Me parecía misterioso así que decidí recorrerlo, y antes de darme cuenta me encontraba en este sitio.

Eso era más o menos lo que había pasado, obviando la parte del fantasma y la del susto de muerte que le había dado. Pero más allá de las respuestas, lo que el de ojos grises tenía eran preguntas. Preguntas sobre el sitio en el que estaba y sobre la persona que lo estaba acompañando.

Este lugar se siente un poco solitario —de pronto volvió a notar lo abandonado que estaba el sitio y lo fuerte que era aquella extraña sensación que lo cubría—, ¿Eres la única que cuida de este santuario?
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#11
La peliblanca tenía cierto interés en que era lo que el muchacho creía haber visto, pero al parecer Kazuma era reticente a sincerarse respecto a ese tema y volvió responderle algo similar a lo que le había dicho hacia unos instantes. Lo cierto es que no le extraño en lo más mínimo, desde que había llegado al continente se había dado cuenta de que sus habitantes tenían una tendencia menor a creer. Quizás fuese por el tipo de vida que se llevaba allí, tan diferente a la de Kusabi, o a la lejanía de los Templos respecto a las personas de a pie. Fuese por lo que fuese, la de Kusabi, decidió respetar al muchacho y no seguir indagando en aquel aspecto.

—Este lugar se siente un poco solitario—

—¿Si?— la joven parecía un tanto contrariada por aquella afirmación

"Es extraño, yo no lo percibo de esa manera..."

—¿Eres la única que cuida de este santuario?—

—No lo cuido yo— negó con la cabeza suavemente —Se encargan los mismo monjes que cuidan el Templo principal, yo solo he venido a dejar mi oración de año nuevo— contestó con tranquilidad mientras sacaba un pequeño sobre blanco desde una de las mangas de su kimono —En mi tierra es tradición escribir una oración y dejarla en el templo— la joven dio la espalada de nuevo al muchacho de cabellos blanco. Se agachó con suavidad, sin llegar a sentarse en seiza y dejó la carta el sobre a los pies de la estatua. Tras esto, junto ambas manos antes de lanzar una silenciosa plegaria y recuperar la verticalidad. Hizo una reverencia a la estatua y volvió a girarse, para poder bajar la escalera del templete —Bueno, yo he terminado con lo que vine a hacer aquí— dijo con una sonrisa mientras clavaba sus ojos en los del chico que tenía justo delante —¿Tú ya has entregado tus oraciones en el templo?—
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#12
Bueno, yo he terminado con lo que vine a hacer aquí —dijo con una sonrisa mientras clavaba sus ojos en los del chico que tenía justo delante—. ¿Tú ya has entregado tus oraciones en el templo?

Mis oraciones… —Se mostraba un poco sorprendido ante aquella idea.

«¿Hace cuanto tiempo que no hago algo como eso?»

Desde tierna edad, su madre se aseguraba de que cumpliera con las tradiciones religiosas de la familia. A diario le enseñaba la forma adecuada de rezarle a sus dioses y como estos influenciaban los sucesos de su vida en consecuencia… En aquel entonces no lo entendía, pero luego se dio cuenta de que le rezaban a seres que representaban a la muerte.

Para él resultaba un poco extraño las emociones encontradas que estaba sintiendo al ver el santuario. Después de perder a su familia, dejó a un lado todas aquellas rituales que tan inexplicables le parecían. Después de todo, estando en las calles, rezarle a un dios de la muerte para que te diera una vida más próspera y longeva era algo… Algo incoherente. Aun así seguía siendo un respetuoso de las tradiciones, pero con la suya sentía que era algo que llevaba en la sangre y que era inseparable de su ser… Incluso su propio chakra parecía tender a aquella naturaleza, tan normal para él, que resultaba tétrica y perturbadora a los ojos de cualquiera que no fuera un adorador de los muertos.

Tengo algunos deseos —también tenía sus aspiraciones, como cualquier persona—, pero teniendo en cuenta los dioses que amparan el linaje de mi familia, podría resultar que sea alguien que no es digno de la gracia de Kazekami… Incluso podría ofenderlo y ganarme su ira.

Desvió la mirada hacia el cielo, como si se sintiera un poco nostálgico. Era un estigma enorme el llevar la sangre de los devotos de los dioses que, en lugar de cuidar la vida, solo cosechaban las almas mientras esparcían la pena… Era difícil, pero recordando su poder y su espada, se daba cuenta de que era algo que encajaba con alguien como él… Eran el tipo de divinidades perfectas para alguien que se hacía llamar “El fantasma gris”.
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#13
—Mis oraciones… —

El peliblanco se quedó pensativo unos instantes, como si aquello le hubiese hecho recordar ¿quizás se le había olvidado?

—Tengo algunos deseos, pero teniendo en cuenta los dioses que amparan el linaje de mi familia, podría resultar que sea alguien que no es digno de la gracia de Kazekami… Incluso podría ofenderlo y ganarme su ira.—

Aquella última reflexión confundió un poco a Mitsuki, no tenía mu claro por qué podría enfurecer a Fuujin-sama que un joven cuya familia adorase a otros dioses le rezase a él.

—No importa que dioses te amparen, solo importa que en tus plegarias pongas tu corazón— respondió la peliblanca —El corazón justo no tiene que temer la ira de los dioses— dijo aquello parafraseando a su propia maestra —Ni siquiera los arrepentidos deben temerla, solo los que se vanaglorian del mal que causan y viven al margen de las leyes de los dioses deben temerlos— la joven avanzó un poco hasta quedar frente a frente con el muchacho —Nada temas, Ishimura Kazuma— sonrío cálidamente antes de apartarse —Solo haz lo que sientas, si crees que debes dejar tus plegarias hazlo sin importar la razón— Mitsuki poco a poco se fue alejando del muchacho en dirección al camino —Aunque deberías darte prisa, tu abuela debe de estar esperándote— apuntó la chica al recordar a la señora con la que estaba charlando el chico cuando lo vio antes.
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#14
…Solo los que se vanaglorian del mal que causan y viven al margen de las leyes de los dioses deben temer…

Aquellas palabras hicieron que el Ishimura reflexionara sobre la forma en se veía a sí mismo y como podría llegar a ser la imagen que los “dioses” pudiesen tener de él. Su principal cuestionamiento sobre el asunto, cosa que no le había explicado a la Hyuga, es que, a pesar de no hacerlo adrede, estaba viviendo bajo los preceptos de los shinigamis, que de alguna forma encajaban bastante bien con las cosas de temer que le acababan de contar.

Nada temas, Ishimura Kazuma. —Le dijo de manera sonriente antes de apartarse un poco de él.

«No es cuestión de miedo, es que… Ni siquiera sé porque me preocupa el ir contra las reglas de una religión que ni práctico ya.»

Solo haz lo que sientas, si crees que debes dejar tus plegarias hazlo sin importar la razón. —Declaró mientras se iba alejando del sitio.

«Siento que no debería. Puede que los dioses de la muerte sean crueles y terribles, y puede que sus leyes se contrapongan a las de otras divinidades… Pero, al final, creo que son los que más encajan con el tipo de persona que soy.»

Aunque deberías darte prisa, tu abuela debe de estar esperándote. —Aquella voz fue el punto final que concluyo con sus pensamientos.

¿Eh? Oye espérame —dijo el joven de ojos grises mientras corría tras ella, siguiendo sus pasos a través del sendero—. No conozco el camino de regreso al templo, permite que te acompañe, por favor.

Si bien era cierto que podría perderse otra vez, en aquel momento lo que más le interesaba era averiguar un poco más sobre aquella misteriosa muchacha… Inclusive puede que consiguieran conversar un poco mientras regresaban. Quizás, ella también tuviera algunas cosas sobre las cuales curiosear.
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#15
—¿Eh? Oye espérame. No conozco el camino de regreso al templo, permite que te acompañe, por favor—

Sintió como el chico llegaba hasta ella con una suave carrera, al parecer no tenía muchas ganas de rezar. Era comprensible, la gente del continente no era muy dada al rezo.

—Camina conmigo entonces, así si nos perdemos lo haremos juntos— bromeo la peliblanca mientras avanzaba lentamente por el pequeño sendero —Si no te importa me gustaría hacerte una pregunta, ¿De dónde eres Kazuma?— preguntó la peliblanca a su compañero de camino, ella le había contado de donde era pero él no lo había hecho y pensaba que era justo que todos respondiesen las mismas preguntas

"Si está en la capital del páis del Remolino debe de ser de por aquí, o quizás solo esté de turismo... no sé, es bastante diferente a las personas de estás tierras. Más moreno y su cabello también es diferente, quizás sea de otra parte del continente" la joven hacia cábalas mientras aguardaba la respuesta del peliblanco
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