8/06/2016, 10:38
— No, eso se lo dejo a Yota. Yo ya tengo que partir, que me escuecen el trasero a patadas si no llevo el jodido cargamento a tiempo.
El muchacho - o lo que fuese - se acomodó su figura y observó un par de veces su cuerpo, a lo que Eri rodó los ojos, incómoda, ¿de verdad, si no sentía dolor o algo parecido, tenía que mirarse tanto? ¿Para qué? ''¿Se querrá comer a sí mismo? ¿Comerá pescado?'' Se preguntó a si misma mientras se removía inquieta en su sitio.
— Bueno, ya nos veremos Kaido-san, fue un placer conocerte. — Afirmó, sincera, mientras movía lentamente la mano izquierda de un lado a otro en forma de despedida.
- Eso, eso, vete con papi Yarou antes de que se vaya a cabrear. Yo me quedaré con Eri-La forma peculiar de Yota para despedirse hizo que Eri ahogase una sonrisita, seguramente él querria su compañía tanto igual que ella. Pero bueno, ¡ya se encontrarían otra vez! O mejor... Se lo dejaba al destino. - Pues verás. Esto... Estoy convencido de que podrás ayudar a mi amiga a encontrar una de esas calabazas de las que tanto se habla por estas tierras, ¿Verdad que si? Lo cierto es que te lo agradeceríamos mucho. Vinimos de Uzushiogakure expresamente por ellas. - Terminó, con una sonrisa.
La joven de cabellos azulados se acercó mientras saltaban chispas de sus ojos, es más, su paso fue tal, que parecía que en vez de andar, estaba volando de lo ilusionada que estaba. ¡Por fin tendría esa calabaza! Y no una pequeña y fea, no, ¡la mejor de todo Yachi! O bueno, lo intentaría, al menos.
Soñar era gratis.
— Ahora que lo dices y ya que habéis hecho un gran favor a mi pueblo, os obsequiaré con una de las mejores calabazas de Yachi.— Anunció el hombre, y los ojos de Eri se abrieron más. —¿Ven aquella parcela? Son las calabazas más deliciosas de nuestros huertos, también las más buscadas. Id y elegid la que queráis. — Alegó para luego mostrar una sonrisa. Ante tales palabras, Eri salió hecha un rayo hacia el huerto, en busca de aquella calabaza mientras tarareaba una canción sobre ésta.
Una vez allí, se zambulló entre las delicias anaranjadas, con el ceño fruncido y concentrada; sin embargo, ninguna acababa por convencerla.
El muchacho - o lo que fuese - se acomodó su figura y observó un par de veces su cuerpo, a lo que Eri rodó los ojos, incómoda, ¿de verdad, si no sentía dolor o algo parecido, tenía que mirarse tanto? ¿Para qué? ''¿Se querrá comer a sí mismo? ¿Comerá pescado?'' Se preguntó a si misma mientras se removía inquieta en su sitio.
— Bueno, ya nos veremos Kaido-san, fue un placer conocerte. — Afirmó, sincera, mientras movía lentamente la mano izquierda de un lado a otro en forma de despedida.
- Eso, eso, vete con papi Yarou antes de que se vaya a cabrear. Yo me quedaré con Eri-La forma peculiar de Yota para despedirse hizo que Eri ahogase una sonrisita, seguramente él querria su compañía tanto igual que ella. Pero bueno, ¡ya se encontrarían otra vez! O mejor... Se lo dejaba al destino. - Pues verás. Esto... Estoy convencido de que podrás ayudar a mi amiga a encontrar una de esas calabazas de las que tanto se habla por estas tierras, ¿Verdad que si? Lo cierto es que te lo agradeceríamos mucho. Vinimos de Uzushiogakure expresamente por ellas. - Terminó, con una sonrisa.
La joven de cabellos azulados se acercó mientras saltaban chispas de sus ojos, es más, su paso fue tal, que parecía que en vez de andar, estaba volando de lo ilusionada que estaba. ¡Por fin tendría esa calabaza! Y no una pequeña y fea, no, ¡la mejor de todo Yachi! O bueno, lo intentaría, al menos.
Soñar era gratis.
— Ahora que lo dices y ya que habéis hecho un gran favor a mi pueblo, os obsequiaré con una de las mejores calabazas de Yachi.— Anunció el hombre, y los ojos de Eri se abrieron más. —¿Ven aquella parcela? Son las calabazas más deliciosas de nuestros huertos, también las más buscadas. Id y elegid la que queráis. — Alegó para luego mostrar una sonrisa. Ante tales palabras, Eri salió hecha un rayo hacia el huerto, en busca de aquella calabaza mientras tarareaba una canción sobre ésta.
Una vez allí, se zambulló entre las delicias anaranjadas, con el ceño fruncido y concentrada; sin embargo, ninguna acababa por convencerla.