18/05/2015, 16:57
El sibilante sonido de la puerta corredera deslizándose fue lo que consiguió sacarla de sus apesadumbrados pensamientos y devolverla al mundo real. Giró el rostro, casi con desgana, pero su apatía fue rápidamente sustituida por la sorpresa cuando en el marco de la puerta pudo ver a aquel chico de cabellos dorados como el sol y ropajes rojizos.
—D... ¿Durru-san? —balbuceó, aún estupefacta, pero antes de que pudiera responder tropezó repentinamente con el marco y cayó al aula de morros. Ayame no dudó en reincorporarse y acercarse a él con dos rápidas zancadas—. ¡Hey! ¿Estás bien?
Pero no necesitó de su ayuda para reincorporarse, y aunque se frotaba la nariz con gesto dolorido curvó los labios en una radiante sonrisa al verla. Ayame dejó escapar una risilla.
—Sí, seguro que son meras casualidades... Vas a tener que ir con cuidado, Durru-san.
Pero la sonrisa en sus labios se congeló cuando él mencionó a los matones de la clase. Apartó la mirada, turbada.
—S... sí... menos mal... —volvió a tartamudear, y aquella vez se reajustó la bandana sobre su frente. Por un momento se sintió estúpida de haber sentido aquel miedo. Ella ya sabía que ellos no habían aprobado el examen, ¿por qué había temido entonces que le tocara con alguno de ellos? Pero es que... ¿y si tan sólo uno de ellos sí lo había hecho? ¿Y si era el tercer integrante del equipo? Volvió a removerse, inquieta.
Fue entonces cuando una sombra colosal se plantó frente a la puerta y arrojó un saco oscuro al interior. Ayame, sobresaltada, se hizo a un lado para evitar que cayera sobre ella. El hombre era una masa de músculos en estado puro, con varias cicatrices surcando su piel y rostro enmarcado por una densa cabellera y barba peinada en dos trencitas, ambos oscuros como el alquitrán. El recién llegado lanzó una frase al aire, y después desapareció tan repentinamente como había aparecido.
—¿Qué...?
Ayame se giró hacia el bulto. Pero mayor fue su sorpresa cuando reconoció en él al chico de cabellos negros y ropa más oscura aún con aquellos ojos del color de la sangre...
«El tercer miembro del equipo es el vampiro...» Pensó, y durante un instante sintió un escalofrío.
—¡Oh! ¿Vamos a ir a comer pizza? —exclamó súbitamente, al escuchar su comentario.
—D... ¿Durru-san? —balbuceó, aún estupefacta, pero antes de que pudiera responder tropezó repentinamente con el marco y cayó al aula de morros. Ayame no dudó en reincorporarse y acercarse a él con dos rápidas zancadas—. ¡Hey! ¿Estás bien?
Pero no necesitó de su ayuda para reincorporarse, y aunque se frotaba la nariz con gesto dolorido curvó los labios en una radiante sonrisa al verla. Ayame dejó escapar una risilla.
—Sí, seguro que son meras casualidades... Vas a tener que ir con cuidado, Durru-san.
Pero la sonrisa en sus labios se congeló cuando él mencionó a los matones de la clase. Apartó la mirada, turbada.
—S... sí... menos mal... —volvió a tartamudear, y aquella vez se reajustó la bandana sobre su frente. Por un momento se sintió estúpida de haber sentido aquel miedo. Ella ya sabía que ellos no habían aprobado el examen, ¿por qué había temido entonces que le tocara con alguno de ellos? Pero es que... ¿y si tan sólo uno de ellos sí lo había hecho? ¿Y si era el tercer integrante del equipo? Volvió a removerse, inquieta.
Fue entonces cuando una sombra colosal se plantó frente a la puerta y arrojó un saco oscuro al interior. Ayame, sobresaltada, se hizo a un lado para evitar que cayera sobre ella. El hombre era una masa de músculos en estado puro, con varias cicatrices surcando su piel y rostro enmarcado por una densa cabellera y barba peinada en dos trencitas, ambos oscuros como el alquitrán. El recién llegado lanzó una frase al aire, y después desapareció tan repentinamente como había aparecido.
—¿Qué...?
Ayame se giró hacia el bulto. Pero mayor fue su sorpresa cuando reconoció en él al chico de cabellos negros y ropa más oscura aún con aquellos ojos del color de la sangre...
«El tercer miembro del equipo es el vampiro...» Pensó, y durante un instante sintió un escalofrío.
—¡Oh! ¿Vamos a ir a comer pizza? —exclamó súbitamente, al escuchar su comentario.