18/06/2016, 07:34
La sonora carcajada le hizo doler los oídos. Odiaba tanto las exageraciones de ese tipo que bajo otra circunstancia le habría estampado el puño en el hocico al gordinflón, que parecía bastante atolondrado con las palabras que el tiburón le había dedicado momentos antes. Sin embargo, como si se tratase de la otra cara de la moneda; su compañero permaneció sereno e impregnado de calma. Una calma llena de, quizás, confianza; acompañada de la seguridad que probablemente le daba el brillante acero que reposaba sobre su cinturón.
Finalmente decidió mover su propia mano hasta la filosa herramienta y tomó el mango. Kaido sacó las suyas de los bolsillos y alzó los brazos, alistándose para lo que sería seguramente una ardua pelea.
—Nada de peleas en la cola —La voz le distrajo en súbito. Volteó la cabeza hacia el lugar donde le pareció sentir que provenía la misma y detectó lo que todos: la menuda figura de un joven cuya apariencia le otorgaba, quizás, la misma edad que el escualo. Mas sin embargo, vestía un conjunto de esbirro militar que distaba mucho de los ropajes de un chaval como él. Y aquella gélida mirada, tan o más azul que la del propio tiburón, chocó en súbito con la imperturbable sonrisa del gyojin—. Se pelea dentro.
En respuesta a su interrupción, Kaido mostró los dientes como presa amenazada; aunque no dijo nada en lo absoluto. Como si ver a los dos buscapleitos callar de tal manera le diera un par de ideas sobre quién cojones era ese chaval. Alguien de quien habría que preocuparse, sin duda alguna.
El tiburón se debatió varias veces si soltar finalmente un improperio de los suyos. Quizás, un buen "¿quién coño eres tú, hijo de puta" o algo similar. Y sin embargo, su instinto pareció ganarle pulso y le obligó a callar. Lo que le hizo sentir como una jodida niña asustadiza.
Cuando el chaval desapareció entre la multitud, Kaido habló.
—Te veo en el ring, jodida bola de mierda —le dijo al gordo, señalándolo. Luego volteó y esperó a que finalmente dejaran entrar a los participantes.
Las puertas metálicas se abrieron y un par de gorilas fueron controlando la armónica fluencia de los numerosos gamberros que esperaban poder participar. Se encargaban de recibir la pasta sin excepción y luego le permitían la entrada, de a uno, con la paciencia poco característica de gente de esa calaña. Era extraño ver a tanta escoria juntar seguir tan bien las órdenes, en un barrio tan peligroso y durante un evento completamente ilegal. ¿Tendría algo que ver con los organizadores? ¿Un respeto moral típico del bajo fondo?...
Quien sabe.
Cuando ambos jóvenes tuvieran la oportunidad de adentrarse a la famosa sede del torneo, atravesarían un amplio túnel metálico oxidado y mohoso. Goteaba por todos lados y el olor no era el más agradable, desde luego. Pero el trayecto les tomó no más de un minuto hasta que la luz de dos grandes faroles les dieran la bienvenida a lo que parecía ser un inmenso galpón industrial cuya decoración no era ni de cerca la más vistosa. Allí sólo había un enorme cuadrilátero atrincherado por varias cuerdas elásticas que acordonaba la zona de pelea. Y alrededor de; cuatro grandes estantes donde los espectadores podrían reposar el trasero y observar gratamente el espectáculo.
Al fondo a la izquierda, inmediatamente después de salir del túnel de entrada; habría una campaña grisácea donde tendrían que ir todos los participantes y además un buen número de cajas con toallas, envases con agua y algunos ataúdes. Por si la tragedia les tocaba la puerta, claro está.
Había que admitirlo, todo daba mala pinta. A tal punto de hacer sentir al tiburón un ser ínfimo y pequeño entre tanta mierda junta. Pero no se acobardó, iba a pelear; y ganaría el puto torneo así se regresara a casa sin un brazo y una pierna.
Finalmente decidió mover su propia mano hasta la filosa herramienta y tomó el mango. Kaido sacó las suyas de los bolsillos y alzó los brazos, alistándose para lo que sería seguramente una ardua pelea.
—Nada de peleas en la cola —La voz le distrajo en súbito. Volteó la cabeza hacia el lugar donde le pareció sentir que provenía la misma y detectó lo que todos: la menuda figura de un joven cuya apariencia le otorgaba, quizás, la misma edad que el escualo. Mas sin embargo, vestía un conjunto de esbirro militar que distaba mucho de los ropajes de un chaval como él. Y aquella gélida mirada, tan o más azul que la del propio tiburón, chocó en súbito con la imperturbable sonrisa del gyojin—. Se pelea dentro.
En respuesta a su interrupción, Kaido mostró los dientes como presa amenazada; aunque no dijo nada en lo absoluto. Como si ver a los dos buscapleitos callar de tal manera le diera un par de ideas sobre quién cojones era ese chaval. Alguien de quien habría que preocuparse, sin duda alguna.
El tiburón se debatió varias veces si soltar finalmente un improperio de los suyos. Quizás, un buen "¿quién coño eres tú, hijo de puta" o algo similar. Y sin embargo, su instinto pareció ganarle pulso y le obligó a callar. Lo que le hizo sentir como una jodida niña asustadiza.
Cuando el chaval desapareció entre la multitud, Kaido habló.
—Te veo en el ring, jodida bola de mierda —le dijo al gordo, señalándolo. Luego volteó y esperó a que finalmente dejaran entrar a los participantes.
[...]
Las puertas metálicas se abrieron y un par de gorilas fueron controlando la armónica fluencia de los numerosos gamberros que esperaban poder participar. Se encargaban de recibir la pasta sin excepción y luego le permitían la entrada, de a uno, con la paciencia poco característica de gente de esa calaña. Era extraño ver a tanta escoria juntar seguir tan bien las órdenes, en un barrio tan peligroso y durante un evento completamente ilegal. ¿Tendría algo que ver con los organizadores? ¿Un respeto moral típico del bajo fondo?...
Quien sabe.
Cuando ambos jóvenes tuvieran la oportunidad de adentrarse a la famosa sede del torneo, atravesarían un amplio túnel metálico oxidado y mohoso. Goteaba por todos lados y el olor no era el más agradable, desde luego. Pero el trayecto les tomó no más de un minuto hasta que la luz de dos grandes faroles les dieran la bienvenida a lo que parecía ser un inmenso galpón industrial cuya decoración no era ni de cerca la más vistosa. Allí sólo había un enorme cuadrilátero atrincherado por varias cuerdas elásticas que acordonaba la zona de pelea. Y alrededor de; cuatro grandes estantes donde los espectadores podrían reposar el trasero y observar gratamente el espectáculo.
Al fondo a la izquierda, inmediatamente después de salir del túnel de entrada; habría una campaña grisácea donde tendrían que ir todos los participantes y además un buen número de cajas con toallas, envases con agua y algunos ataúdes. Por si la tragedia les tocaba la puerta, claro está.
Había que admitirlo, todo daba mala pinta. A tal punto de hacer sentir al tiburón un ser ínfimo y pequeño entre tanta mierda junta. Pero no se acobardó, iba a pelear; y ganaría el puto torneo así se regresara a casa sin un brazo y una pierna.