Nivel: 28
Exp: 127 puntos
Dinero: 1150 ryō
· Fue 70
· Pod 80
· Res 40
· Int 40
· Agu 60
· Car 60
· Agi 60
· Vol 60
· Des 60
· Per 60
Durante la última semana, el tiburón había estado rondando los lugares más transitados de la ciudad, congeniando con los lugareños y recolectando además diversas opiniones sobre la impresión que tenían ellos sobre los resultados del famoso torneo de los Dojos. Estaba claro que Kaido no sólo buscaba con quien compartir su disconformidad y frustración por no haber podido participar, sino también transmitir a la gente una mala imagen de cada uno de los participantes, sobre todo de aquellos que se atrevieron incluso a amañar un combate sin siquiera haberse pegado un par de hostias primero.
Esa era la única forma que tenía de atacar. Porque de haber estado en la arena, probablemente le habría dado una paliza a todos y cada uno de ellos. Exceptuando, quizás, a Daruu; por razones evidentes —y es que la técnica que usó daba un poco de miedo, la verdad—. aunque estaba seguro de haber podido dar un mejor espectáculo a la ciudad.
De cualquier forma, pudo comprobar que sí existía cierto resquemor de una cúpula de ciudadanos hacia lo sucedido. Kaido encontró quienes pensaban que el nivel de las batallas preliminares había sido decepcionante, teniendo en cuenta que ellos se hacían llamar shinobi. Y si un par de simples ciudadanos pensaban que podían pelear mejor que los genin, ¿qué se podría pensar de ellos?...
Esto hubiera permanecido como simple palabreo lugareño de no ser por un hombre que vio la posibilidad de lucrarse a través de dicha disconformidad. Y es que, habiendo tantas apuestas, dinero de por medio y cabezas huecas creyéndose más capaces que los mismísimos participantes aún sin tener el chakra como su aliado, habría una forma sencilla de explotar todo ello y fue a través de un anuncio que recorrió los bajos fondos donde se clamaba la apertura del "Verdadero Torneo del Combatiente"
Se trató de una iniciativa clandestina para formar una arena de combate en la zona sur de la ciudad. El lugar era sabido sólo por malas lenguas, quienes se encargaron de convencer a los más tontos de la ciudad de que acudieran. No era más que un mini-evento para ganar dinero de las apuestas y nada más, donde muchos verían, quizás; mayor diversión que esperar sentados en casa por la final del verdadero torneo. Además de un premio final bastante gordo de unos quince mil ryos, incentivo suficiente para terminar de convencer a los menos asiduos de ese tipo de eventos ilegales.
Kaido acudió, como era de esperarse. Y llevó pasta, la de Yarou-dono; además de un par de inmensos cojones con la intención de participar. Tenía que redimirse de alguna forma, claro está. Y al llegar allí se encontró con una fluctuante fila de mayormente gorilas y gente de mala pinta. Era probablemente el único crío presente, y eso creaba una clara dicotomía entre los presentes. Muchos le vieron extrañados, aunque quizás su color tenía un poco de culpa.
—¿Y tu que coño ves, gordo hijo de puta? —comentó grosero a uno de los que no dejaba de observarle. Aunque a pesar de: continuó haciendo su fila para entrar al galpón donde se daban los combates.
Nivel: 30
Exp: 45 puntos
Dinero: 50 ryōs
· Fue 40
· Pod 80
· Res 40
· Int 100
· Agu 60
· Car 40
· Agi 70
· Vol 60
· Des 70
· Per 60
8/06/2016, 11:42
(Última modificación: 8/06/2016, 11:44 por Uchiha Akame.)
Estaba ya bien entrada la noche cuando Anzu encontró el local. No había sido fácil, porque los Dojos del Combatiente era una ciudad con gran reputación en todo Ōnindo, y su señor no estaba dispuesto a dejar que el crimen y los bajos deseos se hicieran un hueco en sus calles... Pero todas las personas guardan algo malo dentro de ellas, y tarde o temprano, emerge a la superficie como la basura arrojada a un lago de aguas cristalinas.
Había un barrio malo en los Dojos. Realmente, ni siquiera parecía un barrio, tan apartado de la urbe principal como estaba. Pero sin duda era malo. Unas cuantas casas desvencijadas por allí, algunos edificios más grandes por allá, calles de tierra sin adoquinar y callejones estrechos conformaban, en general, un paisaje nada agradable a la vista —y menos aún, a esas horas de la noche—.
«No me extraña que este sitio sea tan difícil de encontrar, parece un vertedero...» En efecto, aquel barrio era como el hermanito feo de la familia al que el padre encerraba en su cuarto cuando tenía invitados en casa. La disposición del lugar parecía hecha a propósito para pasar desapercibido, o quizás para asegurar que ningún extranjero despistado tuviese la mala suerte de pasar por allí.
Pero Anzu no era ninguna despistada. Extranjera sí, claro. ¿Y la fortuna? Estaba decidida a comprobarlo. Había oído hablar de aquel 'torneo' a unos chicos andrajosos ese mismo día, mientras comía en Los Ramones. Pese a que era consciente de lo que internarse en los dominios del hampa local podía suponer —sentía escalofríos cada vez que recordaba su odisea en los bajos fondos de Shinogi-To—, su orgullo la obligó a ir. «Al menos podré desquitarme partiendo algunas caras», se dijo a sí misma. «Sólo espero que no haya nadie tan fuerte como Haskoz, o Katame... De lo contrario, este torneo será muy breve».
Divisó una larga fila y se puso en la cola. Llevaba una camiseta ninja de color negro, muy pegada y flexible, y encima su característica chaqueta sin mangas de color ocre. Completaban su indumentaria pantalones pesqueros de color marrón claro y sandalias típicas de la profesión. Aquella vestimenta dejaba ver tanto las numerosas vendas que cubrían sus tobillos, rodillas, muñecas y codos, como el tatuaje que le adornaba el brazo derecho.
La Yotsuki paseó los ojos por la fila.
«Pues no parecen tan duros...»
De repente, oyó una carcajada más adelante, seguida de algunas voces.
—¿Y tú qué coño ves, gordo hijo de puta?
El aludido, un tipo rechoncho de metro setenta y apariencia amenazadora, fijó sus ojos oscuros en el chico-pez que acababa de cagarse en su santa madre. Soltó una carcajada, guasón, golpeando con el codo a uno de los muchachos que tenía al lado para llamarle la atención.
— ¡Eh, compadre, esta sardina sabe hablar!
El otro, más alto y delgado, examinó a Kaido de arriba a abajo, curioso; luego, empezó a reír. Parecía menos agresivo que su compañero, pero aun así era de notar la wakizashi que llevaba colgada del cinturón.
— Qué bicho más raro, Shibō-san. ¿Cuánto crees que pagarían los paletos de esta ciudad por verlo?
Ambos se acercaron maliciosamente al Tiburón, con una actitud que llamaba a la desconfianza. Quizá pensaran que exhibiendo a aquel raro espécimen podrían ganar más dinero que participando en el torneo.
Nivel: 28
Exp: 127 puntos
Dinero: 1150 ryō
· Fue 70
· Pod 80
· Res 40
· Int 40
· Agu 60
· Car 60
· Agi 60
· Vol 60
· Des 60
· Per 60
Era tan simple como que siempre atraía miradas ajenas. No era fácil para los demás, de cualquier forma, ver a alguien con las características más visibles del tiburón: y eso que sus agallas probablemente aún se mantenían en secreto bajo su frondosa melena aguamarina. Y no esperaba algo distinto esa noche, menos en un lugar como en el que se encontraba en ese instante. El barrio de mala muerte, oscuro y lleno de malicia; donde los tratos más impuros se cocían a fuego lento. Como aquel torneo, probablemente prohibido por quienes resguardaban la seguridad de la ciudad.
Y a pesar de; había sido el tiburón quien comenzaría la disputa con un claro improperio. El "hijo de puta" había sido suficiente para que quien le veía con los ojos del desconocimiento llamara a su colega de un codazo y le increpara sobre quien le había insultado. Sardina, le llamó, y resaltó que podía hablar.
A Kaido le habían dicho de muchas formas. Escualo, sardina, gamba; etc. Acostumbrado estaba, por supuesto, y bajo otras circunstancias se hubiera ido de ostias con los dos tipos de no ser por la oportunidad que tenía ahora en frente. El torneo resultaba ser más importante, más lucrativo y ciertamente más divertido que darle una paliza a dos desconocidos en la fila.
El pez sonrió, mostrando la brillante hilera de navajas que tenía por dientes.
—Qué bicho más raro, Shibō-san. ¿Cuánto crees que pagarían los paletos de esta ciudad por verlo?
—Menos de lo que pagarán por ver como os pateo el culo en el torneo. Porque para eso habéis venido, ¿no? —el escualo sacó las manos de los bolsillos y alzó los hombros, alarmado y a la defensiva. Que los tipos se le acercasen con mirada maliciosa no era un buen augurio—. en fin, moved un sólo dedo y tendréis muchos pero muchos problemas.
El intercambio de palabras llamó la atención de ojos curiosos. De demasiados, quizás; y gran parte de la fila había volteado el cogote para echar un ojo a la discusión. Si bien había logrado pasar desapercibido hasta entonces, ya no era un secreto que el chico de color azul se encontraba en ese lugar: quien a pesar de sus extrañas características, vestía de una manera muy común; pantalones negros con corte a los tobillos, botas de shinobi y camiseta manga corta. Lo único destacado era el cinturón de lana marrón que se envolvía en su cintura y se extendía hasta la zona de los muslos, donde yacía plasmado el símbolo de su clan.
Su bandana, no obstante, no la llevaba consigo. Y por tanto, su larga cabellera azul caía como caudal sobre sus hombros, a diferencia de cuando la placa metálica cubría su frente y daba un buen acarre a la melena.
Nivel: 30
Exp: 45 puntos
Dinero: 50 ryōs
· Fue 40
· Pod 80
· Res 40
· Int 100
· Agu 60
· Car 40
· Agi 70
· Vol 60
· Des 70
· Per 60
El gordote soltó una carcajada atronadora ante las palabras del niño-pez. Al reír, la tripa se le movía arriba y abajo con hipnótico vaivén, y la camisa verde oscura que le cubría el torso se arrugaba aquí y allá. Su compañero, sin embargo, permanecía serio, imperturbable. Observaba al chico de piel azul con ojos firmes, analíticos. Quizá valoraba cuánto de verdad podían tener sus palabras, o cuánto dinero podrían sacar exhibiéndolo como el monstruito que era. O puede que estuviese cruzando ambas reflexiones para saber si merecería la pena pegarle cuatro puñaladas al muchacho.
Cuando el más grueso de los dos dejó de reír, el flaco avanzó otro paso adelante y bajó suavemente la mano diestra, apoyándola en la empuñadura del acero que llevaba colgando del cinturón. Sus ojos brillaron con un destello de avaricia.
—Nada de peleas en la cola.
Todo se detuvo durante un instante. La voz, inmensa y fría como un glaciar, provenía de algún lugar detrás de los dos camorristas. Éstos se giraron al momento, tiesos como estacas; parecía que hubiesen reconocido en aquellas palabras una figura de autoridad ineludible —o alguien a quien, con muy buen criterio, temer—. La cuestión es que aquella orden, simple y concisa, provenía de un chiquillo que rondaría la edad de los jóvenes gennin; aunque no aparentaba, en absoluto, ser sólo un niño. Era bajito y delgado, pero vestía con ropas propias de un mercenario veterano, y sus ojos azules eran insondables.
Con la soltura del amo del cortijo, caminó a paso tranquilo hasta colocarse entre el niño-pez y los dos buscapleitos. Examinó primero al gyojin, sosteniéndole la mirada con tanta firmeza que se asemejaba a una estatua de piedra. Luego hizo lo mismo con los dos hombres. Y finalmente habló.
—Se pelea dentro.
Aquel chiquito era tan lacónico como misterioso. Sin decir una palabra más, desapareció entre la multitud de curiosos que se habían congregado allí.
Anzu lo vio todo desde unos cuantos lugares más atrás en la cola. No pudo evitar fijarse en la autoridad que había exhibido aquel chico de ojos azules, que no debía ser siquiera mayor que ella, y se preguntó qué clase de niño imponía semejante respeto en semejante lugar. Sintió la tentación de ir detrás de él, pero se contuvo; si perdía su lugar en la fila, nadie le aseguraba que pudiera recuperarlo.
Así, espero hasta que las puertas del sospechoso local se abrieron y toda clase de malvivientes se pusieron en marcha. Parecía que nadie quería perderse el verdadero Torneo del Combatiente.
Nivel: 28
Exp: 127 puntos
Dinero: 1150 ryō
· Fue 70
· Pod 80
· Res 40
· Int 40
· Agu 60
· Car 60
· Agi 60
· Vol 60
· Des 60
· Per 60
La sonora carcajada le hizo doler los oídos. Odiaba tanto las exageraciones de ese tipo que bajo otra circunstancia le habría estampado el puño en el hocico al gordinflón, que parecía bastante atolondrado con las palabras que el tiburón le había dedicado momentos antes. Sin embargo, como si se tratase de la otra cara de la moneda; su compañero permaneció sereno e impregnado de calma. Una calma llena de, quizás, confianza; acompañada de la seguridad que probablemente le daba el brillante acero que reposaba sobre su cinturón.
Finalmente decidió mover su propia mano hasta la filosa herramienta y tomó el mango. Kaido sacó las suyas de los bolsillos y alzó los brazos, alistándose para lo que sería seguramente una ardua pelea.
—Nada de peleas en la cola —La voz le distrajo en súbito. Volteó la cabeza hacia el lugar donde le pareció sentir que provenía la misma y detectó lo que todos: la menuda figura de un joven cuya apariencia le otorgaba, quizás, la misma edad que el escualo. Mas sin embargo, vestía un conjunto de esbirro militar que distaba mucho de los ropajes de un chaval como él. Y aquella gélida mirada, tan o más azul que la del propio tiburón, chocó en súbito con la imperturbable sonrisa del gyojin—. Se pelea dentro.
En respuesta a su interrupción, Kaido mostró los dientes como presa amenazada; aunque no dijo nada en lo absoluto. Como si ver a los dos buscapleitos callar de tal manera le diera un par de ideas sobre quién cojones era ese chaval. Alguien de quien habría que preocuparse, sin duda alguna.
El tiburón se debatió varias veces si soltar finalmente un improperio de los suyos. Quizás, un buen "¿quién coño eres tú, hijo de puta" o algo similar. Y sin embargo, su instinto pareció ganarle pulso y le obligó a callar. Lo que le hizo sentir como una jodida niña asustadiza.
Cuando el chaval desapareció entre la multitud, Kaido habló.
— Te veo en el ring, jodida bola de mierda —le dijo al gordo, señalándolo. Luego volteó y esperó a que finalmente dejaran entrar a los participantes.
[...]
Las puertas metálicas se abrieron y un par de gorilas fueron controlando la armónica fluencia de los numerosos gamberros que esperaban poder participar. Se encargaban de recibir la pasta sin excepción y luego le permitían la entrada, de a uno, con la paciencia poco característica de gente de esa calaña. Era extraño ver a tanta escoria juntar seguir tan bien las órdenes, en un barrio tan peligroso y durante un evento completamente ilegal. ¿Tendría algo que ver con los organizadores? ¿Un respeto moral típico del bajo fondo?...
Quien sabe.
Cuando ambos jóvenes tuvieran la oportunidad de adentrarse a la famosa sede del torneo, atravesarían un amplio túnel metálico oxidado y mohoso. Goteaba por todos lados y el olor no era el más agradable, desde luego. Pero el trayecto les tomó no más de un minuto hasta que la luz de dos grandes faroles les dieran la bienvenida a lo que parecía ser un inmenso galpón industrial cuya decoración no era ni de cerca la más vistosa. Allí sólo había un enorme cuadrilátero atrincherado por varias cuerdas elásticas que acordonaba la zona de pelea. Y alrededor de; cuatro grandes estantes donde los espectadores podrían reposar el trasero y observar gratamente el espectáculo.
Al fondo a la izquierda, inmediatamente después de salir del túnel de entrada; habría una campaña grisácea donde tendrían que ir todos los participantes y además un buen número de cajas con toallas, envases con agua y algunos ataúdes. Por si la tragedia les tocaba la puerta, claro está.
Había que admitirlo, todo daba mala pinta. A tal punto de hacer sentir al tiburón un ser ínfimo y pequeño entre tanta mierda junta. Pero no se acobardó, iba a pelear; y ganaría el puto torneo así se regresara a casa sin un brazo y una pierna.
Nivel: 30
Exp: 45 puntos
Dinero: 50 ryōs
· Fue 40
· Pod 80
· Res 40
· Int 100
· Agu 60
· Car 40
· Agi 70
· Vol 60
· Des 70
· Per 60
21/06/2016, 14:46
(Última modificación: 21/06/2016, 14:47 por Uchiha Akame.)
La Yotsuki arrugó la nariz cuando al olor típico de una multitud de hombres de los bajos fondos apilados en un estrecho túnel se le sumó el del moho y la herrumbre. «Joder, esto es asqueroso. Y encima he perdido de vista al tío ese tan raro, el pescao'...» A su alrededor sólo alcanzaba a ver gente —rara, pero no tanto como aquel chico con branquias— que no le suscitaba ninguna confianza. ¿Y si había sido un error venir?
No tuvo tiempo de reflexiones. La luz proveniente de dos grandes faroles la deslumbró por momentos, porque sus ojos claros ya se habían hecho a la oscuridad del túnel. Momentos después pudo examinar la enorme nave industrial a la que había llegado. Le llamó la atención el parco ring, delimitado únicamente por cuerdas elásticas y rodeado de tablas de madera que hacían las veces de asientos igualmente pobres.
Un hombre alto y fornido, nada parecido al chico pálido y menudo de antes, condujo a los participantes hasta una carpa de tela raída, situada a la izquierda del cuadrilátero. Allí Anzu pudo ver una pila de ataúdes mal claveteados; un siniestro recordatorio de con quién se estaba jugando los cuartos. Tragó saliva, apartó la mirada, y...
Allí estaba. El chico-escualo. La kunoichi se abrió paso entre la gente hasta llegar a donde estaba el muchacho; «mi madre, este tío no es que parezca un pez... ¡Es que es un pez!» De repente se dio cuenta de que, a su alrededor, muchos les miraban. Probablemente lo miraban a él, pero ahora también a ella. El hecho de que hubiera allí dos niños era más llamativo si, además, se juntaban en un mismo sitio. Anzu sacó pecho, tratando de ignorar a los demás, y extendió una mano al escualo.
—Eh, tío. Me llamo Anzu —dijo, lacónica—. ¿No eres muy joven para esto?
La pregunta estaba cargada de complicidad; ella no debía sacarle ni dos años de edad.
Nivel: 28
Exp: 127 puntos
Dinero: 1150 ryō
· Fue 70
· Pod 80
· Res 40
· Int 40
· Agu 60
· Car 60
· Agi 60
· Vol 60
· Des 60
· Per 60
El tiburón se arrimó hasta la concentración de participantes y quedó de pie expectante por que el evento comenzara. Quien sabe por qué, pero tan pronto como metió las narices en el galpón se sintió como en casa, y nada de lo que viera podría disuadirle de pelear; por grandes que fueran las probabilidades de que terminara perdiendo un combate y le exhibieran luego en un circo o un mercado de pulgas.
Acostumbrado a las miradas, ignoró completamente la atención que su presencia generaba. Estaba completamente enfocado en el cuadrilátero, en las habilidades que se daría el lujo de mostrar una vez allí arriba; y en las posibilidades de enfrentarse al misterioso niñato que les había interrumpido a él y al par de idiotas en la fila.
«Lucía fuerte» —se permitió deducir.
De cualquier forma, no se le veía por los alrededores. Y cuando pensó que podría estar cerca, lo que le interrumpió fue otra persona; con piel mucho más oscura y con un corte varonil que le quedaría chulo a cualquier hombre. Y sin embargo, se trataba de una mujer, o eso parecía ser. Kaido contempló como le extendió la mano, escuchó lo que tuvo para decir; y terminó estrechándola.
—Eh, tío. Me llamo Anzu —dijo, lacónica—. ¿No eres muy joven para esto?
Pero antes de soltarle la diestra, Kaido le regaló un silencio fortuito y le meneó el brazo de arriba a abajo un par de veces, examinándola. Luego la soltó y sonrió, como hacía siempre.
—Si, claro... porque tú luces muy mayorcita, ¿verdad? —espetó, un poco grosero—. igual deberías preocuparte más por ti. Si a mi ya me han amenzado con exhibirme en una vitrina, no imagino que haría esta cuerda de babosos con una niña, Anzu.
»Ah, y me llamo Kaido. Umikiba Kaido, un placer.
Volvió a sonreír. Como si fuera su sello característico o alguna pavada similar.
Nivel: 30
Exp: 45 puntos
Dinero: 50 ryōs
· Fue 40
· Pod 80
· Res 40
· Int 100
· Agu 60
· Car 40
· Agi 70
· Vol 60
· Des 70
· Per 60
La Yotsuki soltó una carcajada muy brava ante las palabras del tal Kaido. Si bien era cierto que algunos de los presentes daban verdadero miedo, Anzu era una adolescente, y como todos, veía el mundo de la manera en que había sido influenciada. En este caso concreto, su maestro —Yotsuki Hida— la había entrenado con dureza y en la creencia de que los civiles necesitaban de protección. Eran gente indefensa, incapaces de rivalizar con la fuerza de un ninja. Por eso mismo, Anzu pensaba que ninguno de los que allí estaban podía ni siquiera soñar con equipararse a sus técnicas de Raiton... Qué equivocada estaba.
—¿Uno de estos? ¡Já! No podrían golpearme ni aunque se lo suplicara, socio —lanzó una mirada despectiva a su alrededor—. Sólo estoy aquí para desquitarme un poco, porque... —se detuvo, presa de la vergüenza por lo que estaba a punto de confesar—. Porque mi Kage no me ha incluído entre los participantes del Torneo. El de verdad, claro.
» Y, menuda mierda, porque los inútiles de mis compañeros han dejado el nombre de la Cascada a la altura del betún.
Se notaba el marcado resentimiento y desprecio que Anzu sentía al hablar de la actuación de sus camaradas en el Torneo; y no era más específica, porque al fin y al cabo, seguían siendo sus compañeros de Aldea. Para ella, eso era más importante que cualquier exhibición.
De cualquier modo, trató de desviar la atención hacia el pez.
—¿Y tú de dónde has salido? Joder, no es por faltar, pero no todos los días se ve a un... ¿pez?, que habla y te da la mano.
Nivel: 28
Exp: 127 puntos
Dinero: 1150 ryō
· Fue 70
· Pod 80
· Res 40
· Int 40
· Agu 60
· Car 60
· Agi 60
· Vol 60
· Des 60
· Per 60
A Kaido le hizo gracia que la morena se pensara como alguien capaz de enfrentar al buen número de papanatas reunidos allí en el galpón. La gracia, claro esta, venía del desconocimiento hacia el hecho de que la tozuda dama pertenecía, sin embargo; a una de las tres aldeas principales. Y lo supo por la confesión de Anzu: su kage no le había dejado participar en el torneo.
En el verdadero.
El tiburón le miro extrañado. Una kunoichi, pensó entonces; e intentó ubicar la insignia que la representaba. Pero no lo logro. No obstante, poco después la mujer admitirá sentir cierta vergüenza hacia la representación de los suyos en el torneo y sólo podía estar refiriéndose a una de ellas, y esa era Takigakure.
Nadie más había hecho el tonto. Sólo Datsue. Quien había dejado el nombre de la cascada por el sueño, tal y como anzu lo había admitido.
—Te entiendo perfectamente. La mía tampoco me ha inscrito, a saber por qué jodida razón. Aunque al menos puedo decir que uno de los míos está en la final... Pero tu —rió, divertido—. Tendrás que conformarte con que Datsue te compre algo bonito con lo del soborno.
Ella pronto intentaría cambiar el rumbo de la conversación e increpo, como todos lo hacían alguna vez, sobre su apariencia y procedencia.
—Amegakure, mujer. Y Joder, vamos; no seas como el resto de los idiotas que cuenta siempre el mismo chiste. Soy un puto humano, azul y con dientes muy afilados, pero humano al fin. Tal vez mis padres me concibieron en el mar y algún tiburón quiso unirse a la fiesta, quien sabe.
Nivel: 30
Exp: 45 puntos
Dinero: 50 ryōs
· Fue 40
· Pod 80
· Res 40
· Int 100
· Agu 60
· Car 40
· Agi 70
· Vol 60
· Des 70
· Per 60
Anzu no pudo evitar sonrojarse de auténtica vergüenza cuando Kirizame —así había decidido llamarlo, porque 'Yoshikirizame' era demasiado largo— soltó una carcajada cómica al recordar la pésima actuación de Uchiha Datsue. «Incluso este tío tan rarito se ríe de nosotros... Me cago en... Ya verás cuando te coja, Datsue-san.» No obstante, la kunoichi se limitó a soltar un bufido molesto y a maldecir entre dientes.
— Eso, eso, ríete. Espero que en el próximo estés apuntado, porque ya me están entrando ganas de sacudirte.
Prefirió abandonar el tema; en aquel inhóspito lugar, un compañero ninja podía ser su único aliado si las cosas se ponían feas.
—Amegakure, mujer. Y joder, vamos, no seas como el resto de los idiotas que cuenta siempre el mismo chiste. Soy un puto humano, azul y con dientes muy afilados, pero humano al fin. Tal vez mis padres me concibieron en el mar y algún tiburón quiso unirse a la fiesta, quién sabe.
La kunoichi de Taki no pudo evitar reírse a carcajadas ante la —más que improbable— explicación de Kaido sobre su particular aspecto. «Me cae bien este colega, no parece tener complejos y sabe lo que se hace.»
Con la conversación, casi se había olvidado de que estaba en un turbio torneo de los bajos fondos, rodeada de criminales y —probablemente— siendo objeto de algún tipo de sistema de apuestas ilegales entre los participantes y la organización. Lo recordó al ver a un tipo muy grande, casi tanto como el hombre más grande que Anzu había visto en toda su vida —el mercenario Jin— que llevaba un pergamino desenrollado en una de sus manazas.
— ¡A ver, putos maricones! Voy a empezar a llamar gente, si alguien se ha cagado encima y quiere retirarse, ¡ahora es el momento!
A las palabras del gorila le siguieron muchas carcajadas, pero nadie abandonó la carpa. Entonces el tipo empezó a hablar, y cuando nombró el tercer emparejamiento...
— ... y Kaido!
Anzu no supo distinguir a quién pertenecía el primer nombre, pero estaba claro que el segundo se refería a su colega shinobi. La Yotsuki le dio una palmada en la espalda.
— A por ellos, Kirizame.
Kaido, no obstante, vería una figura más bien redonda y ancha que salía de la carpa en dirección al ring. Era el gordito con el que había reñido en la fila para entrar.
|