21/05/2015, 15:15
Lo había sospechado desde el principio, pero en cuanto mencionó a los matones de clase, por la reacción que tuvo Ayame, supo enseguida que había sido una de sus víctimas. No era de extrañar: iban a por los débiles, los débiles de espíritu. A por los cobardes, a por los inseguros y a por los demasiado amables. Si uno no plantaba cara y sacaba carácter, acababan aprovechándose de él. Por supuesto, hacía tiempo que Daruu los tenía controlados.
Pero Ayame era demasiado tímida, demasiado chiquilla inocente. Era el blanco perfecto.
Daruu se sentó en el pupitre de al lado, y dio un largo y tendido suspiro.
—Ayame —dijo, muy serio, y al cabo de varios segundos...
»Durru-san es el árbol que bautizamos. Me llamo Daruu. DAAAAA-RUUUUUU —trató de explicar, juntando las dos manos de manera cómica.
BUM. Otro golpe, en el suelo. Se dio la vuelta.
«Oh, Dios mío». Acababan de lanzar —literalmente— a Kurozuka Reiji dentro de clase. Y quien parecía ser su padre parecía sacado de una leyenda de las tierras del norte: corpulento, lleno de cicatrices, con una frondosa barba trenzada.
Sin levantarse del suelo, Reiji les observó cuando su padre abandonó la sala, y les dijo que mirando el lado bueno, tocaba a más pizza para Daruu y Ayame.
Daruu no pudo evitar soltar una carcajada, y relajarse en la silla.
—Bueeeno, bueno, bueno... ¡Ya conocía a mis dos compañeros, y me parece muy bien que seáis vosotros! Ya pensaba que me iba a tocar con algún lumpen.
Pero Ayame era demasiado tímida, demasiado chiquilla inocente. Era el blanco perfecto.
Daruu se sentó en el pupitre de al lado, y dio un largo y tendido suspiro.
—Ayame —dijo, muy serio, y al cabo de varios segundos...
»Durru-san es el árbol que bautizamos. Me llamo Daruu. DAAAAA-RUUUUUU —trató de explicar, juntando las dos manos de manera cómica.
BUM. Otro golpe, en el suelo. Se dio la vuelta.
«Oh, Dios mío». Acababan de lanzar —literalmente— a Kurozuka Reiji dentro de clase. Y quien parecía ser su padre parecía sacado de una leyenda de las tierras del norte: corpulento, lleno de cicatrices, con una frondosa barba trenzada.
Sin levantarse del suelo, Reiji les observó cuando su padre abandonó la sala, y les dijo que mirando el lado bueno, tocaba a más pizza para Daruu y Ayame.
Daruu no pudo evitar soltar una carcajada, y relajarse en la silla.
—Bueeeno, bueno, bueno... ¡Ya conocía a mis dos compañeros, y me parece muy bien que seáis vosotros! Ya pensaba que me iba a tocar con algún lumpen.