10/07/2016, 11:12
Todo sucedió demasiado rápido. Antes de que Anzu pudiera darse cuenta, Len se había puesto en pie y, con la habilidad de un ladrón entrenado, le había quitado uno de sus preciados kunais. «¿¡Pero qué...!?» La Yotsuki echó a correr tras el ladronzuelo, que recortó metros —esquivando a la media docena de lugareños aturdidos— hasta el tipo de la camisa de flores. «Ese es el que lo empezó todo, ¿qué piensa hacer Len-san?»
Anzu contempló la escena que se desarrollaría a continuación con una mueca de horror. El aparentemente frágil y sensible gennin de Amegakure se transformó por momentos en un torturador nato, rajando la cara del nacionalista sin ningún tipo de preámbulo para obligarle a que pidiera asistencia médica. Anzu pudo escuchar las palabras del tipo, que hizo la solicitud a través de lo que parecía un comunicador a distancia. «Mierda, eso significa que este sitio se va a llenar de gente muy pronto. Gente capaz de pedirnos explicaciones...»
Se dio la vuelta y empezó a correr. No es que no pudiera inventarse alguna historieta sobre cómo tres simples gennin que pasaban por allí vieron una situación tremendamente injusta y se acercaron a ayudar. Es que le ardían las entrañas de pensar en las consecuencias que había tenido su inocente broma; y, sobre todo, de que su primera reacción había sido huir. «Huir», una palabra muy fea.
—La pasma no tardará en llegar —gritó Anzu al pasar junto a Mogura—. ¡Deberíais largaros!
Ni corta ni perezosa se dispuso a predicar con el ejemplo, saliendo disparada en dirección contraria a la gran plaza.
Anzu contempló la escena que se desarrollaría a continuación con una mueca de horror. El aparentemente frágil y sensible gennin de Amegakure se transformó por momentos en un torturador nato, rajando la cara del nacionalista sin ningún tipo de preámbulo para obligarle a que pidiera asistencia médica. Anzu pudo escuchar las palabras del tipo, que hizo la solicitud a través de lo que parecía un comunicador a distancia. «Mierda, eso significa que este sitio se va a llenar de gente muy pronto. Gente capaz de pedirnos explicaciones...»
Se dio la vuelta y empezó a correr. No es que no pudiera inventarse alguna historieta sobre cómo tres simples gennin que pasaban por allí vieron una situación tremendamente injusta y se acercaron a ayudar. Es que le ardían las entrañas de pensar en las consecuencias que había tenido su inocente broma; y, sobre todo, de que su primera reacción había sido huir. «Huir», una palabra muy fea.
—La pasma no tardará en llegar —gritó Anzu al pasar junto a Mogura—. ¡Deberíais largaros!
Ni corta ni perezosa se dispuso a predicar con el ejemplo, saliendo disparada en dirección contraria a la gran plaza.