16/07/2016, 17:46
Juro reaccionaba de formas extrañas a las palabras de Nabi. Sin embargo, no podía decir con seguridad que eso era algo raro en él, apenas se habían visto y la totalidad de esas veces única y exclusivamente fue por entrenamiento o por deber. Aunque en aquellos pequeños y efímeros instantes consiguieron conectar levemente el uno con el otro, no habían tenido un contacto diario que le permitiera diferenciar entre él y un impostor tetudo.
— ¿Eh? ¿Yo? ¡Yo estoy bien! ¿Por qué preguntas? Ah, bueno, me dejé el látigo en casa, quizás fuese por eso...
La explicación parecía solida y totalmente lógica, Juro y su látigo eran como Kazuma y su espada. Lo del peliblanco lo convertía casi en un samurai, lo cual era perverso y poco ético para un shinobi, pues samurais y shinobis no eran lo mismo, pero lo de Juro era perversión. Perversión de la mala. Aún le costaba un poco creer que fuera arriba y abajo por la villa con eso.
— Pero... ¿de verdad que vas todo el día con tu látigo? ¿Y te dejan entrar en las tiendas con eso?
"Una katana aún es un arma normal de un shinobi, el látigo es un arma normal de sádicos y torturadores. Así que normal normal, no es. ¿Le gustara a Kazuma que lleve siempre su látigo y por eso nunca lo deja? ¿¡Entonces el que recibe es Kazuma y no Juro!? Que giro argumental tan inesperado."
— ¿Y... Cómo que preguntas por Eri? Yo por aquí no he visto a nadie.
¡Porque me está evitando, Juro! A mi, al gran Nabi. Y encima ahora que la veo coge y huye. Eso no se le hace a un compañero de Uzushiogakure, hombre. Eso se hace cuando ves a alguien de Taki.
Después de irse un poco por las ramas llegó a la conclusión de que si no había pasado por ahí, tendría que haber ido por otro lado y mejor ponerse en marcha cuanto antes. Quedarse ahí con el moreno no le iba a conseguir nada más que historietas sobre su romance con un samurai.
Bueno, pues tendré que seguir buscando. Hoy es el día, no escapara de mi por mucho más tiempo. Si la ves, ven a buscarme rápidamente.
Y así, el rubio se dispuso a marcharse sin más
— ¿Eh? ¿Yo? ¡Yo estoy bien! ¿Por qué preguntas? Ah, bueno, me dejé el látigo en casa, quizás fuese por eso...
La explicación parecía solida y totalmente lógica, Juro y su látigo eran como Kazuma y su espada. Lo del peliblanco lo convertía casi en un samurai, lo cual era perverso y poco ético para un shinobi, pues samurais y shinobis no eran lo mismo, pero lo de Juro era perversión. Perversión de la mala. Aún le costaba un poco creer que fuera arriba y abajo por la villa con eso.
— Pero... ¿de verdad que vas todo el día con tu látigo? ¿Y te dejan entrar en las tiendas con eso?
"Una katana aún es un arma normal de un shinobi, el látigo es un arma normal de sádicos y torturadores. Así que normal normal, no es. ¿Le gustara a Kazuma que lleve siempre su látigo y por eso nunca lo deja? ¿¡Entonces el que recibe es Kazuma y no Juro!? Que giro argumental tan inesperado."
— ¿Y... Cómo que preguntas por Eri? Yo por aquí no he visto a nadie.
¡Porque me está evitando, Juro! A mi, al gran Nabi. Y encima ahora que la veo coge y huye. Eso no se le hace a un compañero de Uzushiogakure, hombre. Eso se hace cuando ves a alguien de Taki.
Después de irse un poco por las ramas llegó a la conclusión de que si no había pasado por ahí, tendría que haber ido por otro lado y mejor ponerse en marcha cuanto antes. Quedarse ahí con el moreno no le iba a conseguir nada más que historietas sobre su romance con un samurai.
Bueno, pues tendré que seguir buscando. Hoy es el día, no escapara de mi por mucho más tiempo. Si la ves, ven a buscarme rápidamente.
Y así, el rubio se dispuso a marcharse sin más
—Nabi—