19/07/2016, 16:29
El feroz combate entre la ave y el Uchiha llegó a su fin cuando consiguió agarrarla sujetandole las alas para que no pudiera desplegarlas. La peliazul parecía estar en shock, del que se recuperó en apenas unos segundos y fue tras ellos, que se encontraban a escasos metros de la kunoichi. Nabi había aprendido con cada mamporro que recibió de Eri, viendo sus ojos inyectados en sangre, llenos de ansia de matar a alguien ya podía temerse lo peor. Seguramente morirían tanto él como la gallina.
— No sé si serás tonto, ¡pero si sigues así, te juro que seré yo la que te haré serlo! —
La agresiva kunoichi sacó su arma mortífera y nueva y se abalanzó sobre el pobre e indefenso chico que levantó a la gallina como única protección. El palo hizo contacto y el constante cacareo se convirtió en un débil gemido que dio paso a un silencio tenso. El joven había cerrado los ojos en premonición a un posible golpe en toda su cabeza, los abrió descubriendo que sujetaba un animal inerte. Sin pensarlo dos veces lo soltó y éste cayó a la arena haciendo un sonido seco sin inmutarse.
— Oh dios mio, has matado a la pobre gallina. Eri, tienes que empezar a controlar tu agresividad, no puedes ir por ahí matando bichos y destrozando habitaciones. Ay, con lo calmada que era de joven. Que mal te ha sentado envejecer.
Mientras hablaba se lavaba las manos con el agua del mar, intentando quitarse las plumas que tenia esparcidas por toda su vestimenta. Acto seguido se acercó al cadáver y empezó a golpearlo débilmente con un palo que no se sabía de donde había sacado.
— Pobres gallinas, deben de estar malditas. Bueno, ¿qué hacemos con esto? ¿Lo tiramos al mar? ¿Nos lo comemos? Solo sería quitarle las plumas, la cabeza, las patas y echarlo en el horno. Con eso tenemos para una cena que te cagas, te lo digo yo.
Se giró a encarar a su compañera, sobretodo esperando más golpes, pero también para ver como reaccionaba ante la idea de comerse a la gallina.
— No sé si serás tonto, ¡pero si sigues así, te juro que seré yo la que te haré serlo! —
La agresiva kunoichi sacó su arma mortífera y nueva y se abalanzó sobre el pobre e indefenso chico que levantó a la gallina como única protección. El palo hizo contacto y el constante cacareo se convirtió en un débil gemido que dio paso a un silencio tenso. El joven había cerrado los ojos en premonición a un posible golpe en toda su cabeza, los abrió descubriendo que sujetaba un animal inerte. Sin pensarlo dos veces lo soltó y éste cayó a la arena haciendo un sonido seco sin inmutarse.
— Oh dios mio, has matado a la pobre gallina. Eri, tienes que empezar a controlar tu agresividad, no puedes ir por ahí matando bichos y destrozando habitaciones. Ay, con lo calmada que era de joven. Que mal te ha sentado envejecer.
Mientras hablaba se lavaba las manos con el agua del mar, intentando quitarse las plumas que tenia esparcidas por toda su vestimenta. Acto seguido se acercó al cadáver y empezó a golpearlo débilmente con un palo que no se sabía de donde había sacado.
— Pobres gallinas, deben de estar malditas. Bueno, ¿qué hacemos con esto? ¿Lo tiramos al mar? ¿Nos lo comemos? Solo sería quitarle las plumas, la cabeza, las patas y echarlo en el horno. Con eso tenemos para una cena que te cagas, te lo digo yo.
Se giró a encarar a su compañera, sobretodo esperando más golpes, pero también para ver como reaccionaba ante la idea de comerse a la gallina.
—Nabi—