26/07/2016, 22:45
Mogura se disculpó tras escuchar de labios de la chica que le había pegado un grandisimo susto. No era necesario, pero incluso sin serlo, éste lo hizo. Por el contrario, el comentario de Len pareció caer en desagrado del resto del grupo. Bueno, mas que en desagrado cayó en un saco vacío. Mogura le respondió que había pasado demasiado tiempo viendo o leyendo historias de miedo, mientras que la chica le mandó a dar un paseo de manera educada.
Casi impulsado por un demonio, el albino insistió en tergiversar aún mas la realidad. Insistió en las historias, y alzando y moviendo las manos de manera ridícula, inquirió que a la chica le asustaban las historias de fantasmas. Nada lejos de la realidad, a nadie le suele gustar ese tipo de historietas, quien mas y quien menos todo el mundo ha llegado a vivir alguna situación rara. Rara por no llamarla escalofriante.
—¿Ti din mi-idi lis fintiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiismis?— En una clara imitación a voz aguda de lo que acababa de decir el chico, la peliblanco siguió el camino.
Lamentablemente, el camino a recorrer aún no había sido demasiado largo. Sus compañeros se habían entretenido en recoger una especie de retrato de una —¿UNA CABRA?— Si, efectivamente, se trataba de un cuadro de una cabra. ¿Sentido? Pues poco mas que el hecho de que venía supuestamente para ayudar a cuidar unas cabras. Pero aquí no había nadie...
Tras haberlo recogido Mogura, y enseñar el fascinante botín, fue Len quien lo entregó a resguardo de que quizás alguien fuese a echarlo en falta. Por una vez en su vida, el chico hacía algo con sentido. ¿Cuál? Ni idea, a saber... puesto que esa casa llevaba abandonada varios años, por no decir decenas de años. ¿Quién iba a echar en falta ese cuadro?
«En fin...»
La campanada sorprendió al grupo, que ágilmente se movilizó. Tal y como Mogura mencionó, no era una auténtica formación de combate, pero... ¿Por qué adoptar una formación de combate?
—Se supone que estamos en tierras aliadas. ¿Por qué íbamos a tener que ir formados para combatir?
Siguieron el reguero del sonido hasta llegar a una gran plazoleta. En ésta, la estatua del cuervo era una de las principales atenciones. Aunque la campana, así como la edificación central tampoco quedaban atrás. El mencionado edificio carecía por completo de ventanas, y tenía una puerta de un tamaño quizás demasiado grande en comparación a lo habitual. Sin embargo, ¿qué no era extraño allí?
Mogura mencionó que quizás un pájaro podría haber levantado el vuelo desde el poste, y eso hizo sonar la campana. Len por su cuenta arremetió con otra hipótesis; podía ser cierto lo del pájaro, pero era importante que no se separasen, no permaneciesen en el centro de la plaza, así como era peligrosa la idea de que les cerrasen la salida.
La chica lo miró extrañado, había algo que Len quizás había pasado por alto. —Len... somos shinobis. Aunque nos cierren la puerta de salida, cualquiera de nosotros puede salir a base de saltos ayudándose de cualquiera de las casas cercanas a la barricada. Además, creo que todos sabemos correr en vertical... un muro así no es problema.
Para ese entonces, Mogura preguntó si querían que tocase de nuevo, ésta vez en la puerta del edificio central.
—No sé si será la mejor de las ideas... como derrumbes esa puerta, pequeña fiesta nos montas... jajajaja.— Contestó al chico.
Casi impulsado por un demonio, el albino insistió en tergiversar aún mas la realidad. Insistió en las historias, y alzando y moviendo las manos de manera ridícula, inquirió que a la chica le asustaban las historias de fantasmas. Nada lejos de la realidad, a nadie le suele gustar ese tipo de historietas, quien mas y quien menos todo el mundo ha llegado a vivir alguna situación rara. Rara por no llamarla escalofriante.
—¿Ti din mi-idi lis fintiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiismis?— En una clara imitación a voz aguda de lo que acababa de decir el chico, la peliblanco siguió el camino.
Lamentablemente, el camino a recorrer aún no había sido demasiado largo. Sus compañeros se habían entretenido en recoger una especie de retrato de una —¿UNA CABRA?— Si, efectivamente, se trataba de un cuadro de una cabra. ¿Sentido? Pues poco mas que el hecho de que venía supuestamente para ayudar a cuidar unas cabras. Pero aquí no había nadie...
Tras haberlo recogido Mogura, y enseñar el fascinante botín, fue Len quien lo entregó a resguardo de que quizás alguien fuese a echarlo en falta. Por una vez en su vida, el chico hacía algo con sentido. ¿Cuál? Ni idea, a saber... puesto que esa casa llevaba abandonada varios años, por no decir decenas de años. ¿Quién iba a echar en falta ese cuadro?
«En fin...»
La campanada sorprendió al grupo, que ágilmente se movilizó. Tal y como Mogura mencionó, no era una auténtica formación de combate, pero... ¿Por qué adoptar una formación de combate?
—Se supone que estamos en tierras aliadas. ¿Por qué íbamos a tener que ir formados para combatir?
Siguieron el reguero del sonido hasta llegar a una gran plazoleta. En ésta, la estatua del cuervo era una de las principales atenciones. Aunque la campana, así como la edificación central tampoco quedaban atrás. El mencionado edificio carecía por completo de ventanas, y tenía una puerta de un tamaño quizás demasiado grande en comparación a lo habitual. Sin embargo, ¿qué no era extraño allí?
Mogura mencionó que quizás un pájaro podría haber levantado el vuelo desde el poste, y eso hizo sonar la campana. Len por su cuenta arremetió con otra hipótesis; podía ser cierto lo del pájaro, pero era importante que no se separasen, no permaneciesen en el centro de la plaza, así como era peligrosa la idea de que les cerrasen la salida.
La chica lo miró extrañado, había algo que Len quizás había pasado por alto. —Len... somos shinobis. Aunque nos cierren la puerta de salida, cualquiera de nosotros puede salir a base de saltos ayudándose de cualquiera de las casas cercanas a la barricada. Además, creo que todos sabemos correr en vertical... un muro así no es problema.
Para ese entonces, Mogura preguntó si querían que tocase de nuevo, ésta vez en la puerta del edificio central.
—No sé si será la mejor de las ideas... como derrumbes esa puerta, pequeña fiesta nos montas... jajajaja.— Contestó al chico.