27/07/2016, 23:26
(Última modificación: 27/07/2016, 23:33 por Uchiha Datsue.)
Las ramas del Árbol Sagrado se solapaban unas con las otras, bloqueando el sol del mediodía y dando la impresión de que ya era tarde. Nada más lejos de la realidad. Datsue se había levantado con la puntualidad de un gallo, y es que, cuando la situación lo ameritaba, era capaz de hacer semejante esfuerzo por madrugar. Una buena misión, con su buena recompensa, podía ser una de esas situaciones.
Aunque quizá fuese por…
—¿Y qué pasó entonces? —preguntó, con voz tan apremiante que resultó música para sus oídos.
El Uchiha se sonrió. Pasó a su hermana de un brazo para otro y exhaló un suspiro perfectamente medido y preparado.
—Pues que de pronto todo el mundo tenía cosas que hacer. Que si evacuar al público, que si encontrar a sus padres, que si ir al baño… Cualquier excusa era válida. Al final, me quedé solo frente a Yubiwa, y le dije —se aclaró la garganta y puso voz ronca—: “Yubiwa-sama, si para salvaguardar las vidas de estas buenas gentes, y la de los Takigureños en particular, tengo que sacrificar mi vida y convertirme en Jinchuuriki, que así sea”.
Los ojos castaños de ella brillaron de la emoción. Rozaba la quincena, y la palabra que más evocaba a la mente para describirla era la de una chica mona. No era que deslumbrara por una belleza sin parangón, pero si por el encanto que desprendía.
—¿Y qué te respondió?
Datsue carraspeó de nuevo y trató de imitar la voz de Yubiwa:
—“¡Me cago en Dios, Datsue! ¡Que esto es demasiado peligroso! ¡Eres solo un Gennin, tienes mucho que vivir! ¡No! ¡Ni hablar! ¡No lo consentiré!”. Entonces me acerqué a él —se inclinó hacia ella, lo suficiente como para captar su fragancia a jazmin—, y le dije: “Yubiwa-sama, esto es más importante que mi vida. ¡Estamos hablando de miles de vidas inocentes! No se lo repetiré. Haremos esto por las buenas… o por las malas”.
—Noo… —dijo en voz de falsete, deteniendo su paso en mitad del puente—. ¿Eso le dijiste?
—Reconozco que no fueron las maneras más adecuadas… ¡pero era una situación límite! —se excusó—. Luego la chica que ganó el Torneo, la de Ame, sufrió un ataque de nervios y tuve que correr a socorrerla. No la culpo, yo estaba igual de asustado. No sé qué me impulsó a moverme.
—El honor —dijo ella, con tal convicción que casi convence al propio Datsue.
—Es probable, sí. El honor —En el mismo momento, su hermana soltó una risita. Apenas tenía un año, pero a veces Datsue sospechaba que entendía más de lo que aparentaba—. Pues lo que te comentaba, después de eso vino la…
Datsue siguió contando su particular versión de la historia, mientras esperaba a que Noemi y Anzu llegasen a su encuentro. Había dejado una carta en la mansión de Noemi, citándola, y con Anzu ya había quedado en persona. Trató de encontrar también a Ritsuko, pero la única ubicación que ésta le había dado era la de las Raíces del Árbol Sagrado, y no se había cruzado con ella ningún día que había pasado por allí.
¿Habrá cambiado mucho Noemi? se preguntó, en un momento de pausa en su relato. Él, por su parte, estaba bastante cambiado. Al menos en cuanto a vestimenta se refería. Se había aburrido de tanta yukata y se había decantado por algo más cómodo: una camisa blanca de manga larga, con cordones en el pecho y lo suficientemente abierta como para dejar a la vista su collar. Bajo la cintura, un pantalón cagado y pirata. Era de tipo chándal, gris, con una entrepierna extremadamente baja y holgada y que terminaba ajustándose en sus gemelos.
También había pegado un pequeño estirón, y se había peinado para la ocasión, añadiendo dos trenzas a cada lateral de la cabeza además de su ya habitual moño.
Aunque quizá fuese por…
—¿Y qué pasó entonces? —preguntó, con voz tan apremiante que resultó música para sus oídos.
El Uchiha se sonrió. Pasó a su hermana de un brazo para otro y exhaló un suspiro perfectamente medido y preparado.
—Pues que de pronto todo el mundo tenía cosas que hacer. Que si evacuar al público, que si encontrar a sus padres, que si ir al baño… Cualquier excusa era válida. Al final, me quedé solo frente a Yubiwa, y le dije —se aclaró la garganta y puso voz ronca—: “Yubiwa-sama, si para salvaguardar las vidas de estas buenas gentes, y la de los Takigureños en particular, tengo que sacrificar mi vida y convertirme en Jinchuuriki, que así sea”.
Los ojos castaños de ella brillaron de la emoción. Rozaba la quincena, y la palabra que más evocaba a la mente para describirla era la de una chica mona. No era que deslumbrara por una belleza sin parangón, pero si por el encanto que desprendía.
—¿Y qué te respondió?
Datsue carraspeó de nuevo y trató de imitar la voz de Yubiwa:
—“¡Me cago en Dios, Datsue! ¡Que esto es demasiado peligroso! ¡Eres solo un Gennin, tienes mucho que vivir! ¡No! ¡Ni hablar! ¡No lo consentiré!”. Entonces me acerqué a él —se inclinó hacia ella, lo suficiente como para captar su fragancia a jazmin—, y le dije: “Yubiwa-sama, esto es más importante que mi vida. ¡Estamos hablando de miles de vidas inocentes! No se lo repetiré. Haremos esto por las buenas… o por las malas”.
—Noo… —dijo en voz de falsete, deteniendo su paso en mitad del puente—. ¿Eso le dijiste?
—Reconozco que no fueron las maneras más adecuadas… ¡pero era una situación límite! —se excusó—. Luego la chica que ganó el Torneo, la de Ame, sufrió un ataque de nervios y tuve que correr a socorrerla. No la culpo, yo estaba igual de asustado. No sé qué me impulsó a moverme.
—El honor —dijo ella, con tal convicción que casi convence al propio Datsue.
—Es probable, sí. El honor —En el mismo momento, su hermana soltó una risita. Apenas tenía un año, pero a veces Datsue sospechaba que entendía más de lo que aparentaba—. Pues lo que te comentaba, después de eso vino la…
Datsue siguió contando su particular versión de la historia, mientras esperaba a que Noemi y Anzu llegasen a su encuentro. Había dejado una carta en la mansión de Noemi, citándola, y con Anzu ya había quedado en persona. Trató de encontrar también a Ritsuko, pero la única ubicación que ésta le había dado era la de las Raíces del Árbol Sagrado, y no se había cruzado con ella ningún día que había pasado por allí.
¿Habrá cambiado mucho Noemi? se preguntó, en un momento de pausa en su relato. Él, por su parte, estaba bastante cambiado. Al menos en cuanto a vestimenta se refería. Se había aburrido de tanta yukata y se había decantado por algo más cómodo: una camisa blanca de manga larga, con cordones en el pecho y lo suficientemente abierta como para dejar a la vista su collar. Bajo la cintura, un pantalón cagado y pirata. Era de tipo chándal, gris, con una entrepierna extremadamente baja y holgada y que terminaba ajustándose en sus gemelos.
También había pegado un pequeño estirón, y se había peinado para la ocasión, añadiendo dos trenzas a cada lateral de la cabeza además de su ya habitual moño.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado