28/07/2016, 00:14
La vena de la sien de Katomi comenzó a palpitar con turbulencia al ver que Len la imitaba como escasos segundos atrás ella lo había hecho con él. La palabra irritable e infantil se quedaban cortas con éste chico, pero en fin, qué mas podía pedirse de un chico. Evidentemente, toda chica madura varios años antes, seguramente el chico aún estaba en la pre adolescencia. Dejó caer un suspiro, y contuvo sus fatídicas ganas de golpearlo hasta la muerte, al menos por el momento.
Mogura pareció conforme con lo que la kunoichi dijo acerca de las habilidades que tenía para poder escapar en caso extremo. Sin embargo, el chico albino seguía con su pesimismo. Era horrible, increíblemente nefasto. ¿De veras podía ser tan negativo?
Entre sus argumentos no faltaban las peores de las posibilidades, desde una cúpula hasta zombies... Lo único que podía reconocer de éstos comentarios, es que no le faltaba imaginación. Era raro que ésta urbe estuviese en éste estado tan desolado, que no encontrasen a un solo aldeano, o que ni tan siquiera hubiesen huellas del animal al que habían venido a cuidar. Pero de ahí a imaginar toda esa tanda de chorradas, era absurdo.
—No pienso debatirte lo absurdo que son tus teorías, Len... Por muy difícil que se ponga la situación, hemos entrenado desde hace años para afrontarlas con valor. Al menos yo creo estar preparada, he entrenado y sigo entrenando para afrontar cualquier situación.
Por otro lado, Mogura insistió en pegar en la puerta. Inquirió que la puerta que había derribado anteriormente no había sido a causa suya, por otro lado... Si, Len insistía con su pesimismo. Al parecer, quería pastorear cabras o algo similar. Tampoco le prestó demasiada atención la chica, casi lo daba por un caso perdido.
Tok, tok, tok.
Los tres golpes de nudillo resonaron en la madera, casi produciendo un tétrico eco en el lugar. Por un momento, el silencio fue reino de la urbe. Nadie contestaba al sonido, la puerta no cedió, y nada parecía oponerse a la presencia de los chicos.
—No parece que haya nadie...— Sugirió la chica.
Pero en ésta ocasión la de orbes color carmesí no tuvo nada de razón. A la retaguardia del grupo un pequeño golpe resonó en eco. Una piedrecita había golpeado varias veces el suelo, producto de algún tipo de movimiento. Katomi se giró ipso facto, llegando a ver que varias casas atrás había una diluida silueta que se debatía entre la penumbra y la niebla. —No lo hagáis... no entréis...
Una voz apagada, y sobre todo baja advirtió a los chicos. El mensaje era claro, no debían entrar en el edificio principal. En apenas un segundo, la sombra se desvaneció en la nada. Casi parecía tratarse de un fantasma, en ésta situación, las hipótesis de Len podían llegar a parecer las mas acertadas.
—¿Qué coño...?— Pensó la chica en voz alta.
Sin esperar siquiera al grupo, la chica se adelantó a ver si encontraba al susodicho sujeto, pero su intento fue en vano. Buscaran cuanto buscaran, la persona que les había hablado había desaparecido.
Mogura pareció conforme con lo que la kunoichi dijo acerca de las habilidades que tenía para poder escapar en caso extremo. Sin embargo, el chico albino seguía con su pesimismo. Era horrible, increíblemente nefasto. ¿De veras podía ser tan negativo?
Entre sus argumentos no faltaban las peores de las posibilidades, desde una cúpula hasta zombies... Lo único que podía reconocer de éstos comentarios, es que no le faltaba imaginación. Era raro que ésta urbe estuviese en éste estado tan desolado, que no encontrasen a un solo aldeano, o que ni tan siquiera hubiesen huellas del animal al que habían venido a cuidar. Pero de ahí a imaginar toda esa tanda de chorradas, era absurdo.
—No pienso debatirte lo absurdo que son tus teorías, Len... Por muy difícil que se ponga la situación, hemos entrenado desde hace años para afrontarlas con valor. Al menos yo creo estar preparada, he entrenado y sigo entrenando para afrontar cualquier situación.
Por otro lado, Mogura insistió en pegar en la puerta. Inquirió que la puerta que había derribado anteriormente no había sido a causa suya, por otro lado... Si, Len insistía con su pesimismo. Al parecer, quería pastorear cabras o algo similar. Tampoco le prestó demasiada atención la chica, casi lo daba por un caso perdido.
Tok, tok, tok.
Los tres golpes de nudillo resonaron en la madera, casi produciendo un tétrico eco en el lugar. Por un momento, el silencio fue reino de la urbe. Nadie contestaba al sonido, la puerta no cedió, y nada parecía oponerse a la presencia de los chicos.
—No parece que haya nadie...— Sugirió la chica.
Pero en ésta ocasión la de orbes color carmesí no tuvo nada de razón. A la retaguardia del grupo un pequeño golpe resonó en eco. Una piedrecita había golpeado varias veces el suelo, producto de algún tipo de movimiento. Katomi se giró ipso facto, llegando a ver que varias casas atrás había una diluida silueta que se debatía entre la penumbra y la niebla. —No lo hagáis... no entréis...
Una voz apagada, y sobre todo baja advirtió a los chicos. El mensaje era claro, no debían entrar en el edificio principal. En apenas un segundo, la sombra se desvaneció en la nada. Casi parecía tratarse de un fantasma, en ésta situación, las hipótesis de Len podían llegar a parecer las mas acertadas.
—¿Qué coño...?— Pensó la chica en voz alta.
Sin esperar siquiera al grupo, la chica se adelantó a ver si encontraba al susodicho sujeto, pero su intento fue en vano. Buscaran cuanto buscaran, la persona que les había hablado había desaparecido.