3/08/2016, 17:36
La Jinchuriki de la lluvia palideció de forma instantánea y su rostro se asemejó en segundos al de una mujer descompuesta. Kaido pensó que o terminaría por vomitarle encima; o por el contrario, se desvanecería en el aire como si de un acto de magia se tratase. Pero para su suerte nada de aquello sucedió, aunque sí le secundó una reacción que el tiburón de Amegakure no pudo comprender ni con la más mínima claridad.
Él no había hecho nada. No había movido sus manos, no se había levantado del asiento. Nisiquiera le había hablado de mala gana, pero aún así...
—N... n... no... yo... —balbuceó, casi de manera incomprensible, y se agarró ambas manos, tratando de controlar el temblor que le había invadido repentinamente—. Y... y... yo... creo que... me he olvidado... de... sí... eso... ¡Lo siento!
«¿Pero qué diablos te sucede, mujer?» — y su dubitativa secundó finalmente lo esperado.
El débil lirio salio corriendo despavorido hacia la primera dirección que encontró disponible. El pez no tuvo ni tiempo de reaccionar, y aunque lo tuviese; no es que le importase demasiado recibir una explicación por parte de la pequeña y dulce Ayame. Pero estaba claro que él tenía algo de culpa, aunque la pregunta radicaba en el "por qué".
De cualquier forma, ya estaba acostumbrado a ese tipo de conductas por parte de su compañera. Y era por esa razón que no la creía capaz de ganar el jodido torneo.
Pero quién sabe, quizás terminaba sorprendiéndolo. Después de todo, como dice el dicho: por la boca muere el pez
Él no había hecho nada. No había movido sus manos, no se había levantado del asiento. Nisiquiera le había hablado de mala gana, pero aún así...
—N... n... no... yo... —balbuceó, casi de manera incomprensible, y se agarró ambas manos, tratando de controlar el temblor que le había invadido repentinamente—. Y... y... yo... creo que... me he olvidado... de... sí... eso... ¡Lo siento!
«¿Pero qué diablos te sucede, mujer?» — y su dubitativa secundó finalmente lo esperado.
El débil lirio salio corriendo despavorido hacia la primera dirección que encontró disponible. El pez no tuvo ni tiempo de reaccionar, y aunque lo tuviese; no es que le importase demasiado recibir una explicación por parte de la pequeña y dulce Ayame. Pero estaba claro que él tenía algo de culpa, aunque la pregunta radicaba en el "por qué".
De cualquier forma, ya estaba acostumbrado a ese tipo de conductas por parte de su compañera. Y era por esa razón que no la creía capaz de ganar el jodido torneo.
Pero quién sabe, quizás terminaba sorprendiéndolo. Después de todo, como dice el dicho: por la boca muere el pez