4/08/2016, 21:08
(Última modificación: 4/08/2016, 21:08 por Uchiha Akame.)
Anzu no pudo evitar contraer el rostro en una mueca de desagrado cuando la jinchuuriki, no sólo no le propuso alguna ingeniosa idea para liberar a los pobres pandas, si no que encima empezó a soltar palabras sensatas, una tras otra. A la Yotsuki se le escapaba todo aquello del entorno y la educación. «¿Que un animal salvaje no es capaz de sobrevivir en libertad? ¿Pero de qué narices habla esta tía?» La de Takigakure bufó, molesta, sin saber qué responder a eso. Para ella, no había otro sitio donde tuvieran que estar los pandas más que correteando libres entre los bambúes.
Sin embargo, la última parte del discurso de Ayame la hizo enfurecer. ¿Educar a los aldeanos? ¿Había oído bien? Ante aquello Anzu tuvo que rendirse a la evidente verdad. «¡Esta tipa es una cobarde de tomo y lomo! No se parece en nada a ningún ninja de Amegakure que haya conocido... ¿Será por la carga que lleva consigo?»
Trató de serenarse, consciente de que estaba hablando con la guardiana de un bijuu —una persona que merecía todo su respeto—.
—¡Venga ya, socia! ¿Me vas a decir que estos pobres animales están mejor sirviendo de carnaza para turistas que correteando por el bosque? ¿De verdad te crees toda esa mierda de publicidad? —señaló a los pequeños oseznos que seguían al anciano—. Claro que están bien, no te jode. Pregúntales dentro de unos años, cuando sean lo bastante grandes como para cargar a veinte niños en la espalda cada día.
No podía creerlo. Brazos en jarra, giró la cara para mostrar su profunda repulsa a todo lo que Ayame acababa de decir.
—¡Educar a estos catetos, lo que me faltaba por oír! —entonces clavó la mirada en la kunoichi de Ame, entrecerrando los ojos con expresión maliciosa—. ¿Y quién dice que planeo atacar a lo bruto? Justamente acabo de decir lo contrario.
» Oye, mira, yo no me voy de aquí hasta que les haya echado abajo el chiringuito a estos desalmados. Si quieres ayudarme, es el momento. Si no... —soltó una risa maliciosa—. Bueno, no todos los de la Lluvia podéis tener un par de pelotas.
Sin embargo, la última parte del discurso de Ayame la hizo enfurecer. ¿Educar a los aldeanos? ¿Había oído bien? Ante aquello Anzu tuvo que rendirse a la evidente verdad. «¡Esta tipa es una cobarde de tomo y lomo! No se parece en nada a ningún ninja de Amegakure que haya conocido... ¿Será por la carga que lleva consigo?»
Trató de serenarse, consciente de que estaba hablando con la guardiana de un bijuu —una persona que merecía todo su respeto—.
—¡Venga ya, socia! ¿Me vas a decir que estos pobres animales están mejor sirviendo de carnaza para turistas que correteando por el bosque? ¿De verdad te crees toda esa mierda de publicidad? —señaló a los pequeños oseznos que seguían al anciano—. Claro que están bien, no te jode. Pregúntales dentro de unos años, cuando sean lo bastante grandes como para cargar a veinte niños en la espalda cada día.
No podía creerlo. Brazos en jarra, giró la cara para mostrar su profunda repulsa a todo lo que Ayame acababa de decir.
—¡Educar a estos catetos, lo que me faltaba por oír! —entonces clavó la mirada en la kunoichi de Ame, entrecerrando los ojos con expresión maliciosa—. ¿Y quién dice que planeo atacar a lo bruto? Justamente acabo de decir lo contrario.
» Oye, mira, yo no me voy de aquí hasta que les haya echado abajo el chiringuito a estos desalmados. Si quieres ayudarme, es el momento. Si no... —soltó una risa maliciosa—. Bueno, no todos los de la Lluvia podéis tener un par de pelotas.