6/08/2016, 16:48
(Última modificación: 6/08/2016, 17:38 por Uzumaki Eri.)
— La verdad es que sí, mucho más seguro para todos y asegura que al menos uno llegué a su base y pueda matarlos. Como tú eres una gallina pésima y yo en cambio, sé hacer de gallina como si hubiera nacido pollo, yo me transformaré y tu tendrás que seguirnos el rastro.
''Esto era lo que necesitaba para confirmar que Nabi, definitivamente, ha cambiado.'' Terminó por admitir en su interior mientras suspiraba resignada. Y después de que el padre de la joven Mimiko ofreciese a su gallina más fiel para ser el cebo, Nabi negó con unas simples palabras:
— Olvidaos de la gallina, yo seré la gallina.
—¡E-Espera! — Pidió, pero antes de que pudiese detenerle, la habilidad de Nabi de realizar sellos hizo acto de aparición y tras una nube de humo apareció una gallina con una pluma dorada en el trasero. Eri volvió a suspirar, poniéndose de pie y recogiendo las pruebas que habían cogido minutos antes de que se le hubiese ocurrido semejante idea, terminó de limpiar el estropicio que habían creado mientras el Uchiha camuflado se marchó hacia el corral.
—Bueno, si logramos recuperar a sus gallinas las tendrán de vuelta, ¡muchísimas gracias por todo! — Agradeció para, segundos después, imitar los sellos que antes había hecho Nabi y convertirse en una gallina un tanto torpe. Sin embargo, no dudó en seguir al ave de la pluma dorada que ya empezaba a escaparse por uno de los agujeros que aquella valla de madera casi roída tenía.
Así, ambos llegaron al lugar donde encontraron por primera vez una gallina extraviada cerca de las Costas del Remolino. Y Eri, intentando obviar su parte humana, empezó a picotear el suelo como si su vida dependiese de ello. ''No sé si terminará funcionando, pero... '' Mejor dejar de pensar en aquello y ceñirse al plan. Miró a Nabi con sus ojos desorbitados, intentando descubrir por ínfima que fuese la oportunidad, saber en qué estaba pensando el Uchiha.
Pero sus intentos fueron eclipsados por una persona encapuchada vestida totalmente de negro: sudadera negra con capucha con el símbolo del remolino en la espalda, pantalones bombachos que acababan ocultas por unos vendajes en el tobillo, y éstos, a su vez, ocultos por las típicas sandalias shinobi, también negras. Podría ser normal, un shinobi, de rango gennin o chunnin que paseaba por las Costas del Remolino, vamos, lo típico, pero había algo diferente en su aura, como pasear bajo el sol con una capucha oscura para asarse de calor en plena primavera cerca de una playa que hoy, inexplicablemente, se encontraba vacía.
Eri se acercó a la gallina de la pluma de oro y empezó a picotearle los pies, luego movió su cabeza de forma rítmica en dirección al hombre encapuchado, que, misteriosamente, se acercaba a ellos con lentitud.
—Vaya, vaya, más gallinas extraviadas para añadir a mi colección... — Susurró el desconocido, agachándose para estar a su altura, y antes de que pudiesen hacer algo, las manos del desconocido los atraparon. —¿Os venís para hacerme compañía? Qué amables.
Y ambos fueron llevados con suma delicadeza al lugar donde estaban todas las gallinas secuestradas, un lugar con una iluminación artificial, vallas de madera de calidad y seis gallinas a sus alrededores. Pero eso no era lo mejor de todo, ya que antes de entrar al corral, se podía apreciar como aquel hombre tenía decorada su casa con todo tipo de artículos de gallinas.
Escalofriante.
—Sed buenas, luego vendré a daros de comer. — Mencionó mientras se quitaba la capucha y dejaba ver un cabello despeinado y castaño, y con ello, se fue.
''Esto era lo que necesitaba para confirmar que Nabi, definitivamente, ha cambiado.'' Terminó por admitir en su interior mientras suspiraba resignada. Y después de que el padre de la joven Mimiko ofreciese a su gallina más fiel para ser el cebo, Nabi negó con unas simples palabras:
— Olvidaos de la gallina, yo seré la gallina.
—¡E-Espera! — Pidió, pero antes de que pudiese detenerle, la habilidad de Nabi de realizar sellos hizo acto de aparición y tras una nube de humo apareció una gallina con una pluma dorada en el trasero. Eri volvió a suspirar, poniéndose de pie y recogiendo las pruebas que habían cogido minutos antes de que se le hubiese ocurrido semejante idea, terminó de limpiar el estropicio que habían creado mientras el Uchiha camuflado se marchó hacia el corral.
—Bueno, si logramos recuperar a sus gallinas las tendrán de vuelta, ¡muchísimas gracias por todo! — Agradeció para, segundos después, imitar los sellos que antes había hecho Nabi y convertirse en una gallina un tanto torpe. Sin embargo, no dudó en seguir al ave de la pluma dorada que ya empezaba a escaparse por uno de los agujeros que aquella valla de madera casi roída tenía.
Así, ambos llegaron al lugar donde encontraron por primera vez una gallina extraviada cerca de las Costas del Remolino. Y Eri, intentando obviar su parte humana, empezó a picotear el suelo como si su vida dependiese de ello. ''No sé si terminará funcionando, pero... '' Mejor dejar de pensar en aquello y ceñirse al plan. Miró a Nabi con sus ojos desorbitados, intentando descubrir por ínfima que fuese la oportunidad, saber en qué estaba pensando el Uchiha.
Pero sus intentos fueron eclipsados por una persona encapuchada vestida totalmente de negro: sudadera negra con capucha con el símbolo del remolino en la espalda, pantalones bombachos que acababan ocultas por unos vendajes en el tobillo, y éstos, a su vez, ocultos por las típicas sandalias shinobi, también negras. Podría ser normal, un shinobi, de rango gennin o chunnin que paseaba por las Costas del Remolino, vamos, lo típico, pero había algo diferente en su aura, como pasear bajo el sol con una capucha oscura para asarse de calor en plena primavera cerca de una playa que hoy, inexplicablemente, se encontraba vacía.
Eri se acercó a la gallina de la pluma de oro y empezó a picotearle los pies, luego movió su cabeza de forma rítmica en dirección al hombre encapuchado, que, misteriosamente, se acercaba a ellos con lentitud.
—Vaya, vaya, más gallinas extraviadas para añadir a mi colección... — Susurró el desconocido, agachándose para estar a su altura, y antes de que pudiesen hacer algo, las manos del desconocido los atraparon. —¿Os venís para hacerme compañía? Qué amables.
Y ambos fueron llevados con suma delicadeza al lugar donde estaban todas las gallinas secuestradas, un lugar con una iluminación artificial, vallas de madera de calidad y seis gallinas a sus alrededores. Pero eso no era lo mejor de todo, ya que antes de entrar al corral, se podía apreciar como aquel hombre tenía decorada su casa con todo tipo de artículos de gallinas.
Escalofriante.
—Sed buenas, luego vendré a daros de comer. — Mencionó mientras se quitaba la capucha y dejaba ver un cabello despeinado y castaño, y con ello, se fue.