6/08/2016, 18:28
Eri tardó más de lo que Nabi esperaba, seguramente por ponerse a dialogar con aquellos estúpidos humanos pierde-gallinas. Humanos... como los odiaba. Ahora era una gallina, su cuerpo era de gallinas y su mente era de gallina, así que tenía que pensar como las gallinas, actuar como las gallinas y bailar como las gallinas. Después de que saliera del corral, una gallina exactamente igual a todas las demás salió tras él. Era Eri seguro.
"Qué mujer ésta, aún no entiende el código de colores"
Los dos se fueron haciendo la gallina hasta que terminaron de nuevo en el mismo sitio donde tantas veces se habían encontrado con otras de su especie cuando eran humanos. Era el lugar idóneo para llevar a cabo su ritual satánico invoca secuestradores. Y así fue, tras un rato bailando y picoteando en formación perfectamente sincronizada para atraer al delincuente, éste apareció atraído por su llamada animal.
—Vaya, vaya, más gallinas extraviadas para añadir a mi colección... ¿Os venís para hacerme compañía? Qué amables.
Iba vestido de negro de arriba a abajo, aunque portaba unas sandalias shinobis, lo cual no agradó a Nabi. El extraño muchacho se acercó a ellos con toda la confianza del mundo, con la confianza de quien hace lo que siempre ha hecho, lo cual le gustó aún menos al rubio. Agarró a las falsas aves con toda la tranquilidad y éstas se dejaron hacer. Tras unos instantes de viaje, el misterioso se metió en el sótano de una casa de apariencia normal. Allí estaba el lugar de los hechos, un pequeño corral de madera de la buena, cuidado y con luz artificial. Un total de seis gallinas se reunían en dicho corral.
—Sed buenas, luego vendré a daros de comer.
Y se marchó dejandoles tirados en ese corral. En cuanto se perdió de vista Nabi deshizo el henge y una vez recuperó su forma humana abrió la puerta del corral dejando libres a los animales. Después se asomó por la puerta del sótano a ver si había moros en la costa, y en caso de que no hubiera la abriría de par en par para que las gallinas fueran libres.
"Qué mujer ésta, aún no entiende el código de colores"
Los dos se fueron haciendo la gallina hasta que terminaron de nuevo en el mismo sitio donde tantas veces se habían encontrado con otras de su especie cuando eran humanos. Era el lugar idóneo para llevar a cabo su ritual satánico invoca secuestradores. Y así fue, tras un rato bailando y picoteando en formación perfectamente sincronizada para atraer al delincuente, éste apareció atraído por su llamada animal.
—Vaya, vaya, más gallinas extraviadas para añadir a mi colección... ¿Os venís para hacerme compañía? Qué amables.
Iba vestido de negro de arriba a abajo, aunque portaba unas sandalias shinobis, lo cual no agradó a Nabi. El extraño muchacho se acercó a ellos con toda la confianza del mundo, con la confianza de quien hace lo que siempre ha hecho, lo cual le gustó aún menos al rubio. Agarró a las falsas aves con toda la tranquilidad y éstas se dejaron hacer. Tras unos instantes de viaje, el misterioso se metió en el sótano de una casa de apariencia normal. Allí estaba el lugar de los hechos, un pequeño corral de madera de la buena, cuidado y con luz artificial. Un total de seis gallinas se reunían en dicho corral.
—Sed buenas, luego vendré a daros de comer.
Y se marchó dejandoles tirados en ese corral. En cuanto se perdió de vista Nabi deshizo el henge y una vez recuperó su forma humana abrió la puerta del corral dejando libres a los animales. Después se asomó por la puerta del sótano a ver si había moros en la costa, y en caso de que no hubiera la abriría de par en par para que las gallinas fueran libres.
—Nabi—