9/08/2016, 20:24
La Yotsuki bufó, molesta, al verse dialécticamente acorralada por aquel anciano. Lo cierto es que era una situación que solía ocurrirle con facilidad si su 'oponente' tenía cierta labia o ingenio, dado que ella era de esas personas que preferían resolver una disputa a golpes antes que pasarse quince minutos discutiendo. «Fácil, rápido, sencillo y para toda la familia. Eso es lo que me gusta decir». Y, últimamente, siempre se acordaba de su socio Datsue cuando le pasaba algo así. Aquel Uchiha era tan astuto, y podía llegar a ser tan pesado, que Anzu no creía que hubiera nadie en todo Oonindo capaz de convencerle de nada —con palabras—. De hecho, si ella hubiera sido Datsue, a buen seguro que habría replicado que los perros son animales de compañía, adaptados a ese fin durante generaciones, al contrario que los pandas. O quizá hubiese hecho algún jocoso comentario para salir del atolladero.
Pero no era Datsue, sino Anzu, de modo que no pudo más que resoplar de nuevo.
—Está bien, está bien. Lo que tú digas, abuelo —contestó, mordaz—. Aunque de lo que sí estoy segura es de que no te importaría si alguien le jodiese el negocio a ese tal Ookuma, ¿eh?
Ya que no podía liberar a todos los pandas de Kuroshiro, al menos la Yotsuki se consolaría con ayudar a los más puteados. Escuchó con atención la historia que les contó el viejo, «versión corta: somos unos catetos inútiles que nos dejamos engañar como recién nacidos». Luego se mesó la barbilla con gesto falsamente pensativo.
—¡Bueno, bueno! ¿Qué tenemos aquí? Parece que os vendría bien una mano con ese tipo. Ya que os faltan huevos para echarlo a patadas, tranquilo, lo haremos nosotras.
Nosotras, intecionadamente, porque acababa de pasarle un brazo por encima de los hombros a Ayame, como si fueran camaradas de toda la vida.
—¿Qué me dices, eh, socia? No me digas que no estaría bien enseñarle un par de cosas a ese cabronazo.
Pero no era Datsue, sino Anzu, de modo que no pudo más que resoplar de nuevo.
—Está bien, está bien. Lo que tú digas, abuelo —contestó, mordaz—. Aunque de lo que sí estoy segura es de que no te importaría si alguien le jodiese el negocio a ese tal Ookuma, ¿eh?
Ya que no podía liberar a todos los pandas de Kuroshiro, al menos la Yotsuki se consolaría con ayudar a los más puteados. Escuchó con atención la historia que les contó el viejo, «versión corta: somos unos catetos inútiles que nos dejamos engañar como recién nacidos». Luego se mesó la barbilla con gesto falsamente pensativo.
—¡Bueno, bueno! ¿Qué tenemos aquí? Parece que os vendría bien una mano con ese tipo. Ya que os faltan huevos para echarlo a patadas, tranquilo, lo haremos nosotras.
Nosotras, intecionadamente, porque acababa de pasarle un brazo por encima de los hombros a Ayame, como si fueran camaradas de toda la vida.
—¿Qué me dices, eh, socia? No me digas que no estaría bien enseñarle un par de cosas a ese cabronazo.