9/08/2016, 20:42
Loco. No había otra palabra que abarcase mejor el conjunto que conformaba ese chico albino de ojos azules. Simplemente asombroso. Hacía un momento había estado llamando la atención de todos los modos que supo, fortificando sus sandeces en una tanda de chorradas acerca de espíritus, miradas, peligros inminentes. Desde luego imaginación no le faltaba. Para colmo, cuando la chica le fulminó con la mirada, lejos de comprender su error, tan solo pareció verse emocionado ante la mirada. No parecía comprender que su comportamiento estaba resultando muy negativo.
—Mil reyes se matarían entre ellos mismos, sin con ello te hicieran callar de una vez...— Murmuró la chica, tratando de no fastidiar mas la situación.
Mientras tanto, Mogura se había adelantado casi hasta el portalón. Comentó que peinar el poblado con esa niebla podía suponer una gran perdida de tiempo, por no hablar de que podían estar en movimiento quienes fuesen que estaban jugando al escondite. Así mismo, añadió que podían abrir el portalón. De esa manera podrían descubrir qué había dentro, así como que el que había avisado antes intentase detenerlos. La verdad, no era mala idea. Forzar al que se había escondido a evitar la acción que pretendía disuadir.
Para cuando la chica iba a afirmar la decisión de Mogura, Len volvió a entrometerse. Protestó en contra de quemar el pueblo, cosa que a Katomi no le gustó demasiado. Quemar cosas siempre es divertido... Pero no, no fue la típica pataleta de niño a la que acostumbraba. Se limitó a decir que si prendían fuego a todo, estarían pagando desperfectos de por vida. Razón no le faltaba. Tras ello, pareció no hacer caso a lo que anteriormente había dicho el de cabello azabache, pues sugirió exactamente lo mismo. ¿Acaso no le había escuchado?
—Len... eso es exactamente lo que acababa de proponer Mogura...
Para ese entonces, el chico de cabellera mas oscura que la misma noche, se encontraba ya en posición. Con las mismas, alzó sus manos y las posó sobre la superficie de la puerta, y empujó. La puerta crujió, y una pequeña cantidad de polvo cayó sobre el genin. Salvo eso, nada más pasó. La puerta apenas había retrocedido, tenía algún sistema de cierre.
De pronto, una bandada de al menos diez cuervos se abrieron paso a través de la niebla. Sus graznidos y revoloteo alteró de nuevo el rumbo del sepulcral silencio, haciendo de ellos toda la atención posible. Éstos no tuvieron otra idea que acudir a la estatua central, la de un cuervo válgase la redundancia. Sobre ésta, se posaron todos y cada uno, los cuales parecían espectadores del show que daban los genins.
La peliblanco no fue menos, su mirada se desvió súbitamente hacia los pájaros.
—MARCHAOS! ANTES DE QUE SEA TARDE!!— La voz del individuo resonó por todos lados. La misma niebla parecía llevar el mensaje de éste singular sujeto. La advertencia cada vez era mas dantesca, no habría oportunidad alguna si no huían a tiempo.
La chica se volvió hacia donde se encontraba Mogura, la puerta del edificio.
—Si la puerta no se abre... podemos abrirla a la fuerza. Ya estoy un poco cansada de éste juegecito...
—Mil reyes se matarían entre ellos mismos, sin con ello te hicieran callar de una vez...— Murmuró la chica, tratando de no fastidiar mas la situación.
Mientras tanto, Mogura se había adelantado casi hasta el portalón. Comentó que peinar el poblado con esa niebla podía suponer una gran perdida de tiempo, por no hablar de que podían estar en movimiento quienes fuesen que estaban jugando al escondite. Así mismo, añadió que podían abrir el portalón. De esa manera podrían descubrir qué había dentro, así como que el que había avisado antes intentase detenerlos. La verdad, no era mala idea. Forzar al que se había escondido a evitar la acción que pretendía disuadir.
Para cuando la chica iba a afirmar la decisión de Mogura, Len volvió a entrometerse. Protestó en contra de quemar el pueblo, cosa que a Katomi no le gustó demasiado. Quemar cosas siempre es divertido... Pero no, no fue la típica pataleta de niño a la que acostumbraba. Se limitó a decir que si prendían fuego a todo, estarían pagando desperfectos de por vida. Razón no le faltaba. Tras ello, pareció no hacer caso a lo que anteriormente había dicho el de cabello azabache, pues sugirió exactamente lo mismo. ¿Acaso no le había escuchado?
—Len... eso es exactamente lo que acababa de proponer Mogura...
Para ese entonces, el chico de cabellera mas oscura que la misma noche, se encontraba ya en posición. Con las mismas, alzó sus manos y las posó sobre la superficie de la puerta, y empujó. La puerta crujió, y una pequeña cantidad de polvo cayó sobre el genin. Salvo eso, nada más pasó. La puerta apenas había retrocedido, tenía algún sistema de cierre.
De pronto, una bandada de al menos diez cuervos se abrieron paso a través de la niebla. Sus graznidos y revoloteo alteró de nuevo el rumbo del sepulcral silencio, haciendo de ellos toda la atención posible. Éstos no tuvieron otra idea que acudir a la estatua central, la de un cuervo válgase la redundancia. Sobre ésta, se posaron todos y cada uno, los cuales parecían espectadores del show que daban los genins.
La peliblanco no fue menos, su mirada se desvió súbitamente hacia los pájaros.
—MARCHAOS! ANTES DE QUE SEA TARDE!!— La voz del individuo resonó por todos lados. La misma niebla parecía llevar el mensaje de éste singular sujeto. La advertencia cada vez era mas dantesca, no habría oportunidad alguna si no huían a tiempo.
La chica se volvió hacia donde se encontraba Mogura, la puerta del edificio.
—Si la puerta no se abre... podemos abrirla a la fuerza. Ya estoy un poco cansada de éste juegecito...