12/08/2016, 14:46
Anzu reparó entonces en la chica que estaba junto al Uchiha. No le sonaba su cara, y tampoco tenía pinta de ser ninja, de modo que la Yotsuki no alcanzó a ver un motivo que justificara su presencia allí. No tardó en salir de dudas, no obstante, cuando la muchachita —visiblemente molesta con las dos kunoichis— se despidió de Datsue llevándose al bebé en brazos. Anzu no le dió mayor importancia: en aquella mañana, a las puertas de su primera gran misión, nada iba a distraerla. Ni siquiera una niñera. Mucho menos una niñera.
—Ah, no, ni idea —respondió ante la pregunta de su compañero. «¡Ni bares ni gaitas! Estamos aquí por lo que estamos, ¿no?».
Noemi parecía compartir el mismo entusiamo los otros dos gennin, y así, el curioso trío se mostró dispuesto para cualquier dura tarea que Yubiwa quisiera encargarles. Anzu lideró la marcha, caminando a paso seguro hacia el despacho del Kawakage —ella ya conocía el camino—, pero deteniéndose en la recepción. Sus ojos grises buscaron a la vieja del mostrador; la Yotsuki no estaba dispuesta a escabullirse de nuevo y recibir otro limazo en la espalda.
De repente se oyó un grito en la sala. Anzu se dio cuenta entonces de que era capaz de reconocer el tono de aquella voz, y...
—¡Ritsuko! —exclamó, con júbilo, cuando vio a la kunoichi—. Vaya, vaya, ¡ha pasado algún tiempo desde que fui a las termas por última vez!
La Yotsuki se acercó a su compañera de profesión mientras recordaba, divertida, la paliza que le habían dado —más de un año atrás— a un par de mirones que habían intentado espiarlas en los baños termales. «Joder, sí que ha pasado tiempo...» Le ofreció una mano a Ritsuko a fin de que se la estrechara.
—Ah, no, ni idea —respondió ante la pregunta de su compañero. «¡Ni bares ni gaitas! Estamos aquí por lo que estamos, ¿no?».
Noemi parecía compartir el mismo entusiamo los otros dos gennin, y así, el curioso trío se mostró dispuesto para cualquier dura tarea que Yubiwa quisiera encargarles. Anzu lideró la marcha, caminando a paso seguro hacia el despacho del Kawakage —ella ya conocía el camino—, pero deteniéndose en la recepción. Sus ojos grises buscaron a la vieja del mostrador; la Yotsuki no estaba dispuesta a escabullirse de nuevo y recibir otro limazo en la espalda.
De repente se oyó un grito en la sala. Anzu se dio cuenta entonces de que era capaz de reconocer el tono de aquella voz, y...
—¡Ritsuko! —exclamó, con júbilo, cuando vio a la kunoichi—. Vaya, vaya, ¡ha pasado algún tiempo desde que fui a las termas por última vez!
La Yotsuki se acercó a su compañera de profesión mientras recordaba, divertida, la paliza que le habían dado —más de un año atrás— a un par de mirones que habían intentado espiarlas en los baños termales. «Joder, sí que ha pasado tiempo...» Le ofreció una mano a Ritsuko a fin de que se la estrechara.