12/08/2016, 16:59
Ante la situación, la decisión estaba clara. La chica estaba comenzando a llegar a su límite, mientras que Len había mantenido un ridículo silencio. Aunque bien pensado, si éste hubiese abierto la boca de seguro la tensión abría aumentado en un 1000%, cosa que no sería agradable para ninguno de los presentes.
Mogura afirmó la decisión de la peliblanca, alzó su dedo indice e indicó que se lo dejasen a él. Tras una breve pausa dramática, en la cual la chica casi le alcanzó en lo referente a distancias, el de cabellos azabache cerró el puño. Sin prisa, pero sin demora, el genin asestó un tremendo golpe en la puerta. Posiblemente Len y la Sarutobi no habían caído en cuenta de que ese golpe no había sido para nada mero taijutsu; pero fue mas que evidente cuando el desencadenante del golpe sucumbió.
La puerta salió despedida al menos 4 metros, rompiéndose las bisagras en el mismo golpe. Los metales salieron disparados, la puerta mas de lo mismo, y una pequeña cortina de humo se elevó con el mismo golpe de la puerta contra el suelo. Bueno, sería mas correcto decir contra la alfombra. Frente a la entrada, una enorme alfombra de casi 3 metros de ancho llegaba hasta lo mas profundo de la sala.
El espectáculo que había formado dentro era aún mas impactante que el causado por la puerta.
La sala estaba por completo a oscuras, la única tenue luz natural que entraba era la reciente apertura de la puerta. Ocho pilares de pura roca hacían una especie de pasillo, hasta llegar por la alfombra carmín hasta una especie de altar. A ambos lados del mencionado pasillo, un centenar de bancadas se daban sucesión hasta pocos pies del altar. En éstas bancadas, numerosas siluetas pertenecientes a personas se encontraban sentadas, e inalteradas aparentemente. A lo más, llegaron a girar levemente el cuello, buscando identificar el motivo de tal discordia en su lúgubre silencio. En lo mas alto, tras una hilera de escaleras no demasiado pronunciadas; justo atrás del altar, había una silueta mas, una persona que parecía tener la batuta de ésta funesta orquesta.
Cabe a destacar que todos y cada uno de las personas sentadas mantenían silencio, y vestían de la misma manera. Todos tenían una especie de manto que cubría sus cabezas, dejando una apertura frente al rostro, pero impidiendo su visión con puro juego de luces. Vestían de color blanco marfil, y la especie de capucha se deslizaba hasta cubrir una especie de kimono muy elaborado de la misma tonalidad. El único que destacaba era el sujeto mas alejado, el cuál vestía de la misma manera, pero en tonalidades caoba.
Si, éstos pequeños detalles podían diferenciarse a causa de que no había luz natural, pero habían numerosos candelabros colgados de las rocosas paredes. Así mismo, también habían un par de lámparas con velas, ésto producía que la sala estuviese casi en penumbra, pero con zonas visibles y muchos juegos de sombra.
—Bueno... al menos hay personas...— Argumentó la chica algo nerviosa.
El silencio se mantuvo, y las miradas parecían cernirse sobre la puerta, o quizás sobre la entrada.
La Sarutobi se adelantó un poco, y esperó que Mogura la siguiese. Sin duda alguna, si habían personas, podrían hablar y sacar información de qué leches sucedía. Al menos eso era lo que bañaba la mente de la kunoichi, quizás estuviese metiéndose en la mismísima boca del lobo...
Mogura afirmó la decisión de la peliblanca, alzó su dedo indice e indicó que se lo dejasen a él. Tras una breve pausa dramática, en la cual la chica casi le alcanzó en lo referente a distancias, el de cabellos azabache cerró el puño. Sin prisa, pero sin demora, el genin asestó un tremendo golpe en la puerta. Posiblemente Len y la Sarutobi no habían caído en cuenta de que ese golpe no había sido para nada mero taijutsu; pero fue mas que evidente cuando el desencadenante del golpe sucumbió.
La puerta salió despedida al menos 4 metros, rompiéndose las bisagras en el mismo golpe. Los metales salieron disparados, la puerta mas de lo mismo, y una pequeña cortina de humo se elevó con el mismo golpe de la puerta contra el suelo. Bueno, sería mas correcto decir contra la alfombra. Frente a la entrada, una enorme alfombra de casi 3 metros de ancho llegaba hasta lo mas profundo de la sala.
El espectáculo que había formado dentro era aún mas impactante que el causado por la puerta.
La sala estaba por completo a oscuras, la única tenue luz natural que entraba era la reciente apertura de la puerta. Ocho pilares de pura roca hacían una especie de pasillo, hasta llegar por la alfombra carmín hasta una especie de altar. A ambos lados del mencionado pasillo, un centenar de bancadas se daban sucesión hasta pocos pies del altar. En éstas bancadas, numerosas siluetas pertenecientes a personas se encontraban sentadas, e inalteradas aparentemente. A lo más, llegaron a girar levemente el cuello, buscando identificar el motivo de tal discordia en su lúgubre silencio. En lo mas alto, tras una hilera de escaleras no demasiado pronunciadas; justo atrás del altar, había una silueta mas, una persona que parecía tener la batuta de ésta funesta orquesta.
Cabe a destacar que todos y cada uno de las personas sentadas mantenían silencio, y vestían de la misma manera. Todos tenían una especie de manto que cubría sus cabezas, dejando una apertura frente al rostro, pero impidiendo su visión con puro juego de luces. Vestían de color blanco marfil, y la especie de capucha se deslizaba hasta cubrir una especie de kimono muy elaborado de la misma tonalidad. El único que destacaba era el sujeto mas alejado, el cuál vestía de la misma manera, pero en tonalidades caoba.
Si, éstos pequeños detalles podían diferenciarse a causa de que no había luz natural, pero habían numerosos candelabros colgados de las rocosas paredes. Así mismo, también habían un par de lámparas con velas, ésto producía que la sala estuviese casi en penumbra, pero con zonas visibles y muchos juegos de sombra.
—Bueno... al menos hay personas...— Argumentó la chica algo nerviosa.
El silencio se mantuvo, y las miradas parecían cernirse sobre la puerta, o quizás sobre la entrada.
La Sarutobi se adelantó un poco, y esperó que Mogura la siguiese. Sin duda alguna, si habían personas, podrían hablar y sacar información de qué leches sucedía. Al menos eso era lo que bañaba la mente de la kunoichi, quizás estuviese metiéndose en la mismísima boca del lobo...