12/08/2016, 18:58
Nabi comenzó a agarrar y mantener en sus brazos todas las gallinas que podían o se dejaban, pero habían muchas que no podían sostener entre ambos - y menos con la longitud de los brazos de la huérfana - hasta que el chunin de nombre Hikaru apareció para socorrerlos.
— ¡Hombre, menos mal! Por fin haces algo para buscar redención por tus crímenes.
Rodó los ojos, cansada, mientras tomaba la delantera en el trayecto de vuelta a casa de Takeshi. Iba en silencio, tranquila, esperando que no se dijesen más burradas aquel día. Era tan simple como respirar: llegar a casa de Takeshi, darle las gallinas e irse, pan comido.
—Oye... Ya sé que puede ser una bobada de pregunta pero... ¿Cómo es que se le escapan todas las gallinas? — Preguntó el chunin, enfatizando la palabra todas. Eri suspiró, su momento de tranquilidad se acababa de ir al traste.
—Porque sus vallas son tan antiguas y están en tan mal estado que las gallinas aprovechan cada despiste para salir por patas. — Explicó mordazmente.
Los metros se fueron acortando y en unos minutos ya estaban tocando a la puerta para ser recibidos por una pequeña con una amplia sonrisa.
—¡Ya habéis vuelto! Anda, señor Hikaru, cuánto tiempo. — Saludó, dejando a Eri conuna cara de póquer.
— ¡Hombre, menos mal! Por fin haces algo para buscar redención por tus crímenes.
Rodó los ojos, cansada, mientras tomaba la delantera en el trayecto de vuelta a casa de Takeshi. Iba en silencio, tranquila, esperando que no se dijesen más burradas aquel día. Era tan simple como respirar: llegar a casa de Takeshi, darle las gallinas e irse, pan comido.
—Oye... Ya sé que puede ser una bobada de pregunta pero... ¿Cómo es que se le escapan todas las gallinas? — Preguntó el chunin, enfatizando la palabra todas. Eri suspiró, su momento de tranquilidad se acababa de ir al traste.
—Porque sus vallas son tan antiguas y están en tan mal estado que las gallinas aprovechan cada despiste para salir por patas. — Explicó mordazmente.
Los metros se fueron acortando y en unos minutos ya estaban tocando a la puerta para ser recibidos por una pequeña con una amplia sonrisa.
—¡Ya habéis vuelto! Anda, señor Hikaru, cuánto tiempo. — Saludó, dejando a Eri conuna cara de póquer.