16/08/2016, 14:38
La tarde lucía lluviosa, como siempre. Qué mas decir, era algo más que habitual bajo el cielo en el país de la tormenta. El hombre que allá en su momento le puso nombre al país, sabía bien de lo que hablaba. Ni que decir tiene, que el cielo estaba grisáceo y nublado, son palabras que ya sobran.
Bajo el chaparrón, la chica se dirigía hacia una importante subasta donde el lujo y el dinero se aunaban, dándose aún mas importancia mutua. Su carrera como kunoichi la llevaba a pensar en una compensada mejora de armamento. No podía ir allá donde fuese con tan solo dos miseros kunai encima. De hecho, esos miseros kunai ni tan siquiera los usaba. No eran para nada de su estilo, debía buscar otra cosa. No había mejor lugar que la gran subasta de del distrito comercial.
La chica vestía sus mejores galas, al menos una de las mejores. Adornaba su cabellera un lazo de color negro azabache a la altura de la nuca, que recogía su blanco y liso cabello. Vestía un kimono blanco, que a simple vista carecía de detalles, pero lejos de ésto los detalles estaban firmados de un tono blanco ligeramente mas claro. Incontables hileras de éste fino cambio de color daban una sensación de tono uniforme, engañando a las vistas menos expertas. El obi era de un tono negro mate, mientras que sobre éste, el obijime se presentaba con un color ligeramente parecido al del kimono. Así mismo, el eri tenía la misma tonalidad que el obi. Por último, en vez de las botas o las sandalias shinobis, calzaba geta de color negro.
Tan solo tenía consigo un pequeño bolso, donde guardaba el monedero y poco mas. Para aclarar su estatus, y evitar posibles tonterías, la chica adosó al pequeño bolso su bandana. Éste quedó con el símbolo de su aldea en el lateral. Lo cual hace pensar que la chica bien podía estar como una regadera, pues estaba empapando su hermoso kimono. Bien podría pensarse también que la chica ya era una con la lluvia, y claramente era ésta segunda opción.
«Creo que era por aquí...» Pensó mientras caminaba por las calles del distrito comercial. Realmente no estaba segura de dónde se producía la susodicha subasta, era la primera vez que iba a acudir a ésta. Pero suponía que no sería demasiado difícil encontrarla.
Caminó un poco mas, y al final terminó parándose en mitad de una calle bien poblada. El tráfico de personas era continuo, las luces de neón lo iluminaban todo, las voces de los comerciantes anunciando su producto inundaban el entorno, y ningúno de éstos parecía hacer referencia a la gran subasta.
«¿Me habrán engañado los comerciantes del otro día?»
La chica desistió por un instante de encontrar la subasta, quizás se la habían jugado. En fin, no siempre vestía de éstas maneras, quizás solo le habían hecho picar en un suculento anzuelo.
Tras un breve instante de cordial intranquilidad, la Sarutobi se acercó a uno de los comercios adyacente a la calle. —Disculpe, señora. ¿Sabe donde se realiza la gran subasta?— Preguntó a la encargada.
—¿Gran subasta? No sé... no había escuchado nada de una gran subasta.
La chica dejó caer una mueca, inconscientemente. —Ohhh... de acuerdo. Muchas gracias.
Solo quedaba seguir buscando, o darse por vencida. Sin embargo, la segunda opción no era muy satisfactoria. ¿Volver a casa sin mas? Ya que estaba allí, al menos se daría una vuelta.
Bajo el chaparrón, la chica se dirigía hacia una importante subasta donde el lujo y el dinero se aunaban, dándose aún mas importancia mutua. Su carrera como kunoichi la llevaba a pensar en una compensada mejora de armamento. No podía ir allá donde fuese con tan solo dos miseros kunai encima. De hecho, esos miseros kunai ni tan siquiera los usaba. No eran para nada de su estilo, debía buscar otra cosa. No había mejor lugar que la gran subasta de del distrito comercial.
La chica vestía sus mejores galas, al menos una de las mejores. Adornaba su cabellera un lazo de color negro azabache a la altura de la nuca, que recogía su blanco y liso cabello. Vestía un kimono blanco, que a simple vista carecía de detalles, pero lejos de ésto los detalles estaban firmados de un tono blanco ligeramente mas claro. Incontables hileras de éste fino cambio de color daban una sensación de tono uniforme, engañando a las vistas menos expertas. El obi era de un tono negro mate, mientras que sobre éste, el obijime se presentaba con un color ligeramente parecido al del kimono. Así mismo, el eri tenía la misma tonalidad que el obi. Por último, en vez de las botas o las sandalias shinobis, calzaba geta de color negro.
Tan solo tenía consigo un pequeño bolso, donde guardaba el monedero y poco mas. Para aclarar su estatus, y evitar posibles tonterías, la chica adosó al pequeño bolso su bandana. Éste quedó con el símbolo de su aldea en el lateral. Lo cual hace pensar que la chica bien podía estar como una regadera, pues estaba empapando su hermoso kimono. Bien podría pensarse también que la chica ya era una con la lluvia, y claramente era ésta segunda opción.
«Creo que era por aquí...» Pensó mientras caminaba por las calles del distrito comercial. Realmente no estaba segura de dónde se producía la susodicha subasta, era la primera vez que iba a acudir a ésta. Pero suponía que no sería demasiado difícil encontrarla.
Caminó un poco mas, y al final terminó parándose en mitad de una calle bien poblada. El tráfico de personas era continuo, las luces de neón lo iluminaban todo, las voces de los comerciantes anunciando su producto inundaban el entorno, y ningúno de éstos parecía hacer referencia a la gran subasta.
«¿Me habrán engañado los comerciantes del otro día?»
La chica desistió por un instante de encontrar la subasta, quizás se la habían jugado. En fin, no siempre vestía de éstas maneras, quizás solo le habían hecho picar en un suculento anzuelo.
Tras un breve instante de cordial intranquilidad, la Sarutobi se acercó a uno de los comercios adyacente a la calle. —Disculpe, señora. ¿Sabe donde se realiza la gran subasta?— Preguntó a la encargada.
—¿Gran subasta? No sé... no había escuchado nada de una gran subasta.
La chica dejó caer una mueca, inconscientemente. —Ohhh... de acuerdo. Muchas gracias.
Solo quedaba seguir buscando, o darse por vencida. Sin embargo, la segunda opción no era muy satisfactoria. ¿Volver a casa sin mas? Ya que estaba allí, al menos se daría una vuelta.