Caminando por el distrito, llegó a ver un cartel que hacía referencia a algún tipo de subasta. Bajo éste mencionado cartel luminoso había un puesto de venta de armas, uno bastante conocido por su vulgar y fatídica metodología de venta. No importaba cuan buena o mala fuese el arma, si la tomabas, era tuya y debías pagarla. Así de simple y sencillo, por raro que pudiese parecer. Pero la chica no tenía pretensión de tocar nada. Se acercó hasta el tendero, y con cuidado de no caer en a trampa, hizo una leve reverencia a modo de saludo.
—Buenas tardes, señor. Disculpe la molestia, pero... ¿Sabe donde se celebra la gran subasta? Creo que éste cartel hace referencia, pero no indica dónde es.— Preguntó señalando hacia arriba.
—No, lo siento. No tengo ni idea. Ése cartel lo cambiaron hace unos días, y no me dio por preguntar pues mi mercancía es la mejor.
Ante todo, el vendedor no perdía de vista su interés propio. No podía dejar escapar a una clienta, menos a una clienta que parecía tener bastante dinero. —Ohh... está bien. Muchas gracias.— Y sin soltar mas palabra se fue.
El tendero no había conseguido lanzar bien la caña, o quizás el anzuelo no era lo suficientemente bueno como para que ese pez picase. Fuera como fuera, la chica tenía claros sus propósitos. O encontraba la subasta, o no desperdiciaba el dinero en tonterías. Si había aprendido algo en tanto tiempo de ahorro antes de montar su negocio, era que el dinero no se desperdicia.
Para cuando se quiso dar cuenta, en la calle se estaba armando un pequeño alboroto. La gente sin embargo no paraba a echar un vistazo, o a separar la pequeña trifulca. Preferían dejar a esos chicos pegarse a meterse en medio y evitar el enfrentamiento. Sin embargo, la mirada de la kunoichi no pudo pasar desapercibido un pequeño detalle. Habían 3 chicos en un bando, y uno contra ellos. Pero ese uno, el cuál desde su punto de vista estaba tras el trío, no estaba mostrando resistencia alguna. Para los matones, eso no era razón alguna para evitar darle de palos.
«Desde luego... aquí la gente ve que le van a pegar a un chico, y pasan tres pueblos. ¿Qué clase de sociedad civilizada estamos formando?»
Sin embargo, ella tampoco hizo por meterse en medio del caluroso intercambio de palabras. Curiosamente, el intercambio de palabras tenía un único y reluciente rey; un chico rechoncho y grande que con su corpulento peso y fuerza agarró al silencioso pelele. Básicamente, el chico parecía un pelele. No oponía resistencia, cual muñeco hecho de paja y madera con el cuál se entrena las bases del taijutsu.
Para cuando ésto sucedió, el geta derecho de la chica salió disparado de lleno contra la nuca del grandullón. La chica no poseía una gran fuerza, pero tampoco era una mera civil. Entre eso, que pillaba por la espalda, y seguramente por sorpresa, el golpe sin duda sería rudo y doloroso. La distancia que le separaba del alboroto apenas serían cinco o séis metros.
—Huuuuuuy! Pero miiiiiiiira que soy torpe... lo siento muuuuucho, pero se me ha caído el geta. ¿Me lo devuelves? Poooor fiii...— Su tono agudo iba acompañado de un mano en la mejilla, haciéndose la despistada. Obviamente, a nadie se le escapa un zapato en caída horizontal.
Entre tanto, la chica mantenía el pié derecho levemente elevado. Actuaba, evidentemente. Pero a la misma vez se estaba burlando de los chicos.
«Si hay algo que odio, son los matones...»
—Buenas tardes, señor. Disculpe la molestia, pero... ¿Sabe donde se celebra la gran subasta? Creo que éste cartel hace referencia, pero no indica dónde es.— Preguntó señalando hacia arriba.
—No, lo siento. No tengo ni idea. Ése cartel lo cambiaron hace unos días, y no me dio por preguntar pues mi mercancía es la mejor.
Ante todo, el vendedor no perdía de vista su interés propio. No podía dejar escapar a una clienta, menos a una clienta que parecía tener bastante dinero. —Ohh... está bien. Muchas gracias.— Y sin soltar mas palabra se fue.
El tendero no había conseguido lanzar bien la caña, o quizás el anzuelo no era lo suficientemente bueno como para que ese pez picase. Fuera como fuera, la chica tenía claros sus propósitos. O encontraba la subasta, o no desperdiciaba el dinero en tonterías. Si había aprendido algo en tanto tiempo de ahorro antes de montar su negocio, era que el dinero no se desperdicia.
Para cuando se quiso dar cuenta, en la calle se estaba armando un pequeño alboroto. La gente sin embargo no paraba a echar un vistazo, o a separar la pequeña trifulca. Preferían dejar a esos chicos pegarse a meterse en medio y evitar el enfrentamiento. Sin embargo, la mirada de la kunoichi no pudo pasar desapercibido un pequeño detalle. Habían 3 chicos en un bando, y uno contra ellos. Pero ese uno, el cuál desde su punto de vista estaba tras el trío, no estaba mostrando resistencia alguna. Para los matones, eso no era razón alguna para evitar darle de palos.
«Desde luego... aquí la gente ve que le van a pegar a un chico, y pasan tres pueblos. ¿Qué clase de sociedad civilizada estamos formando?»
Sin embargo, ella tampoco hizo por meterse en medio del caluroso intercambio de palabras. Curiosamente, el intercambio de palabras tenía un único y reluciente rey; un chico rechoncho y grande que con su corpulento peso y fuerza agarró al silencioso pelele. Básicamente, el chico parecía un pelele. No oponía resistencia, cual muñeco hecho de paja y madera con el cuál se entrena las bases del taijutsu.
Para cuando ésto sucedió, el geta derecho de la chica salió disparado de lleno contra la nuca del grandullón. La chica no poseía una gran fuerza, pero tampoco era una mera civil. Entre eso, que pillaba por la espalda, y seguramente por sorpresa, el golpe sin duda sería rudo y doloroso. La distancia que le separaba del alboroto apenas serían cinco o séis metros.
—Huuuuuuy! Pero miiiiiiiira que soy torpe... lo siento muuuuucho, pero se me ha caído el geta. ¿Me lo devuelves? Poooor fiii...— Su tono agudo iba acompañado de un mano en la mejilla, haciéndose la despistada. Obviamente, a nadie se le escapa un zapato en caída horizontal.
Entre tanto, la chica mantenía el pié derecho levemente elevado. Actuaba, evidentemente. Pero a la misma vez se estaba burlando de los chicos.
«Si hay algo que odio, son los matones...»