10/09/2016, 11:32
(Última modificación: 10/09/2016, 11:33 por Uchiha Akame.)
El chico, que había aguardado paciente durante un buen rato, se levantó de un salto en cuanto oyó girarse el pomo de la puerta del despacho. Así, cuando el Kawakage y los otros gennin entraron en la estancia, él ya estaba de pie, tieso como una estaca, frente a ellos. Llevaba una camisa de lino, blanca, y pantalones cortos color marrón claro sujetos por un cinturón negro al que tenía enganchado su portaobjetos. Tenía el pelo, que le llegaba por los hombros, recogido en una coleta corta y baja. Sus ojos negros y profundos los examinaban con ávida curiosidad, tratando al mismo tiempo de ser discretos. Luego se clavaron en los de Yubiwa, tan misteriosos como siempre.
—Discúlpame por no haberte dado aún ningún detalle sobre la misión, Akame, pero quería que estuviérais todos.
Diligente, el aludido inclinó la cabeza y se dobló en una reverencia cuidadosamente calculada; lo bastante profunda como para transmitir una gran carga de respeto, pero lo suficientemente leve para no parecer un lameculos.
—No tiene por qué disculparse, Kawakage-sama —contestó, y su voz sonó tan calma y suave como siempre.
Luego se fijó en el resto de sus compañeros. Primero, un chico que parecía tener su edad, de complexión similar a la suya aunque mucho menos trabajada, y mirada astuta. Y luego dos kunoichis. Una de ellas tenía una melena dorada como ríos de luz de Sol, y era sumamente bella. Akame tuvo que luchar una batalla a muerte contra su corazón para conseguir apartar la mirada de aquella chica. Y la otra, menos agraciada, era pelirroja y transmitía un aire de... «Demencia».
El Uchiha se inclinó también, mirando a sus compañeros.
—Me llamo Uchiha Akame. Es un placer conoceros, estoy seguro de que tendremos éxito en nuestra misión.
—Discúlpame por no haberte dado aún ningún detalle sobre la misión, Akame, pero quería que estuviérais todos.
Diligente, el aludido inclinó la cabeza y se dobló en una reverencia cuidadosamente calculada; lo bastante profunda como para transmitir una gran carga de respeto, pero lo suficientemente leve para no parecer un lameculos.
—No tiene por qué disculparse, Kawakage-sama —contestó, y su voz sonó tan calma y suave como siempre.
Luego se fijó en el resto de sus compañeros. Primero, un chico que parecía tener su edad, de complexión similar a la suya aunque mucho menos trabajada, y mirada astuta. Y luego dos kunoichis. Una de ellas tenía una melena dorada como ríos de luz de Sol, y era sumamente bella. Akame tuvo que luchar una batalla a muerte contra su corazón para conseguir apartar la mirada de aquella chica. Y la otra, menos agraciada, era pelirroja y transmitía un aire de... «Demencia».
El Uchiha se inclinó también, mirando a sus compañeros.
—Me llamo Uchiha Akame. Es un placer conoceros, estoy seguro de que tendremos éxito en nuestra misión.