13/09/2016, 14:04
No preguntéis. No preguntéis qué narices se me había perdido en Notsuba, pero ahí estaba en una de mis travesías por los mundo de Onindo. Allí estaba y parecía que se iba a armar la marimorena en aquella aldea. Estaba llena estaba la bandera, en las calles la gente iba a empujones y a decir verdad, no tenía ni idea de por qué no había optado pro irme de toda aquella marabunta y seguir mi camino hasta sabe Dios donde. Ataviado con mi capa de viaje estaba frente a un local que por el cartel parecía que pertenecía a un tal Hogo, pero lo que me llamó la atención fue el cartel publicitario. Supuestamente un tal Rokuro Hei iba a ofrecer un gran espectáculo, no faltaban los adjetivos, parecía que estábamos frente a un hombre con un gran don. Así que habría que aprovechar el momento.
— ¡Eh, oiga! ¿Quién es y por qué es tan famoso ese tal Rokuro Hei?
— ¿En serio? ¿No le conoces? Bueno, tampoco me extraña, tan solo eres un crío. Aunque te lo dijera tampoco podrías ir a verle. No está permitida la entrada a menores
— Ya veremos si podré verlo o no susurré por lo bajo.
Colarme en aquel lugar sería pan comido si realmente me lo proponía y acababa de hacerlo. Pero antes había que hacer los preparativos.
Ya era negra noche aunque los faros de las calles desbordasen luminosidad. Salí del hotel en el que había cogido una habitación. Era un cuchitril pero la cama parecía cómoda. En realidad no necesitaba nada más. Me metí en un callejón para que nadie me viese y cuando estuve completamente seguro de mi propósito realice aquella técnica a la que aún no le había sacado buen uso transformándome en un hombre de unos 20 años, manteniendo mi calor carmesí en ojos y pelo, aunque esta vez sin coleta y ropa sencilla, tales como una camiseta negra y unos pantalones negros azules.
*Ahora veremos si me dejas o no entrar, gilipollas*
En efecto, el hombre que por la tarde me dio la negativa no opuso resistencia a mi entrada al local de Hogo. Dentro me encontré con el gentío, expectante por ver al tal Hei. La gente ya empezaba a aclamarle, algunos con una jarra de cerveza en la mano, otros picando alguna cosa que otra. Yo me encontraba en unas de las barras.
— Pongame una ración de dangos, pro favor
Picar algo antes de que empezase todo me pareció el mejor de los pasatiempos. El hombre tras la barra no se demoró en servirme lo que le había pedido y cuando me los sirvió le tendí unas monedas para acabar llevándome a la boca la primera de aquellas bolitas tan jodidamente exquisitas.
— ¡Eh, oiga! ¿Quién es y por qué es tan famoso ese tal Rokuro Hei?
— ¿En serio? ¿No le conoces? Bueno, tampoco me extraña, tan solo eres un crío. Aunque te lo dijera tampoco podrías ir a verle. No está permitida la entrada a menores
— Ya veremos si podré verlo o no susurré por lo bajo.
Colarme en aquel lugar sería pan comido si realmente me lo proponía y acababa de hacerlo. Pero antes había que hacer los preparativos.
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Ya era negra noche aunque los faros de las calles desbordasen luminosidad. Salí del hotel en el que había cogido una habitación. Era un cuchitril pero la cama parecía cómoda. En realidad no necesitaba nada más. Me metí en un callejón para que nadie me viese y cuando estuve completamente seguro de mi propósito realice aquella técnica a la que aún no le había sacado buen uso transformándome en un hombre de unos 20 años, manteniendo mi calor carmesí en ojos y pelo, aunque esta vez sin coleta y ropa sencilla, tales como una camiseta negra y unos pantalones negros azules.
*Ahora veremos si me dejas o no entrar, gilipollas*
En efecto, el hombre que por la tarde me dio la negativa no opuso resistencia a mi entrada al local de Hogo. Dentro me encontré con el gentío, expectante por ver al tal Hei. La gente ya empezaba a aclamarle, algunos con una jarra de cerveza en la mano, otros picando alguna cosa que otra. Yo me encontraba en unas de las barras.
— Pongame una ración de dangos, pro favor
Picar algo antes de que empezase todo me pareció el mejor de los pasatiempos. El hombre tras la barra no se demoró en servirme lo que le había pedido y cuando me los sirvió le tendí unas monedas para acabar llevándome a la boca la primera de aquellas bolitas tan jodidamente exquisitas.
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa