15/09/2016, 23:37
(Última modificación: 15/09/2016, 23:39 por Uchiha Akame.)
Al joven gennin de Inaka no le pasó inadvertida la actitud de su nuevo compañero de misión. «Uchiha Datsue... Interesante. Se ha molestado porque me he quedado mirando a la chica, Noemi, y luego otra vez cuando me he presentado. ¿Ha sido mi nombre? No, no tiene nada de especial. ¿La reverencia? Podría ser. O... ¿mi apellido?» Akame pensaba a toda velocidad, tratando de deducir el motivo de aquel chasquido de lengua —signo evidente de molestia o contrariedad— por parte de su pariente lejano. No por necesidad, ni siquiera por estrategia. Simplemente le entretenía aquel juego, analizar y resolver.
«Las personas son como un puzzle. Algunas son profundas y complicadas, como un buen puzzle, y otras son tan llanas que no merece la pena perder el tiempo con ellas». La voz de Kunie resonó en sus pensamientos. ¿Qué tipo de puzzle eres tú, Datsue-kun?
El Uchiha se fijó luego en la otra muchacha, la pelirroja de aspecto extraño. Kazama Ritsuko, decía llamarse.
Hechas las presentaciones, Yubiwa pasó a explicarles a todos el meollo del asunto. Akame aguantó el chaparrón con un estoicismo admirable —del que su maestra estaría orgullosa— mientras el Kawakage les relataba inquietantes revelaciones hechas por sus ninjas, de las que el joven Uchiha ya era plenamente consciente. Refrenó el impulso de pánico, que fue el primero en llegar, y trató de mantener la calma. Debía pensar con claridad. «Está claro que sabe algo, pero... ¿hasta qué punto? No tiene sentido mandar a cuatro gennin a una misión de infiltración de rango S. ¿Está poniendo toda la carne en el asador con nosotros? No me lo trago. Quizás sabe demasiado, quizás sabe quién soy en realidad, y me está poniendo a prueba. Quizás somos un señuelo, y en cuanto Sabaku no Sinsheiji venga a por nosotros, salgan ANBU de la Alianza hasta de debajo de las piedras. O tal vez está mandando un mensaje, quizás está diciendo "eh, he descubierto a vuestro polluelo"... Demasiadas posibilidades».
Akame evaluaba cada uno de los escenarios mientras Senju Yubiwa les ponía al tanto de sus coartadas. Eran simples, demasiado simples como para que alguien tan inteligente como el Kawakage de Takigakure pensara que podían colar. «Puede que este hombre no sea tan inteligente, al fin y al cabo... No, Akame, eso es imposible. Tiene bajo su mando al servicio de inteligencia de una de las Grandes Aldeas. Puede saberlo todo». En aquel momento, el joven espía estaba cruzando un precipio con una caída de doscientos metros sobre un hilo ninja.
—Entendido, Kawakage-sama —respondió, lacónico y firme como una estatua.
Sentía que la camisa empezaba a presionarle el pecho, y realizó un sencillo ejercicio mental para relajarse. Esperó a que sus compañeros confirmaran las órdenes de Yubiwa, y se despidió con una escueta reverencia, para luego salir del despacho.
«No puedo dejar que descubran nada importante, pero necesito que esta misión acabe con éxito. Sería la forma perfecta de ganarme la confianza de Yubiwa y de mis compañeros. Sí, debo hacerles creer que han ganado, pero, ¿cómo?». Entonces una tímida sonrisa se dibujó en su rostro, allí donde nadie pudiera verla. «Un señuelo».
Allí los esperaría. A los tres muchachos a los que tendría que llevar hasta Sabaku no Sinsheiji con su mano derecha, mientras hacía la misión fracasar con su mano izquierda.
«Las personas son como un puzzle. Algunas son profundas y complicadas, como un buen puzzle, y otras son tan llanas que no merece la pena perder el tiempo con ellas». La voz de Kunie resonó en sus pensamientos. ¿Qué tipo de puzzle eres tú, Datsue-kun?
El Uchiha se fijó luego en la otra muchacha, la pelirroja de aspecto extraño. Kazama Ritsuko, decía llamarse.
Hechas las presentaciones, Yubiwa pasó a explicarles a todos el meollo del asunto. Akame aguantó el chaparrón con un estoicismo admirable —del que su maestra estaría orgullosa— mientras el Kawakage les relataba inquietantes revelaciones hechas por sus ninjas, de las que el joven Uchiha ya era plenamente consciente. Refrenó el impulso de pánico, que fue el primero en llegar, y trató de mantener la calma. Debía pensar con claridad. «Está claro que sabe algo, pero... ¿hasta qué punto? No tiene sentido mandar a cuatro gennin a una misión de infiltración de rango S. ¿Está poniendo toda la carne en el asador con nosotros? No me lo trago. Quizás sabe demasiado, quizás sabe quién soy en realidad, y me está poniendo a prueba. Quizás somos un señuelo, y en cuanto Sabaku no Sinsheiji venga a por nosotros, salgan ANBU de la Alianza hasta de debajo de las piedras. O tal vez está mandando un mensaje, quizás está diciendo "eh, he descubierto a vuestro polluelo"... Demasiadas posibilidades».
Akame evaluaba cada uno de los escenarios mientras Senju Yubiwa les ponía al tanto de sus coartadas. Eran simples, demasiado simples como para que alguien tan inteligente como el Kawakage de Takigakure pensara que podían colar. «Puede que este hombre no sea tan inteligente, al fin y al cabo... No, Akame, eso es imposible. Tiene bajo su mando al servicio de inteligencia de una de las Grandes Aldeas. Puede saberlo todo». En aquel momento, el joven espía estaba cruzando un precipio con una caída de doscientos metros sobre un hilo ninja.
—Entendido, Kawakage-sama —respondió, lacónico y firme como una estatua.
Sentía que la camisa empezaba a presionarle el pecho, y realizó un sencillo ejercicio mental para relajarse. Esperó a que sus compañeros confirmaran las órdenes de Yubiwa, y se despidió con una escueta reverencia, para luego salir del despacho.
«No puedo dejar que descubran nada importante, pero necesito que esta misión acabe con éxito. Sería la forma perfecta de ganarme la confianza de Yubiwa y de mis compañeros. Sí, debo hacerles creer que han ganado, pero, ¿cómo?». Entonces una tímida sonrisa se dibujó en su rostro, allí donde nadie pudiera verla. «Un señuelo».
Allí los esperaría. A los tres muchachos a los que tendría que llevar hasta Sabaku no Sinsheiji con su mano derecha, mientras hacía la misión fracasar con su mano izquierda.