25/09/2016, 19:57
(Última modificación: 25/09/2016, 19:58 por Uchiha Akame.)
—¡TÚ!
Akame giró la cabeza sin perder un ápice de calma para comprobar que, efectivamente, conocía al chico que había tomado lugar en la barra, justo al lado suya. Ojos negros, pelo del mismo color recogido en un moño de samurái y un rostro que reflejaba más emociones de las que podían normalmente atribuirse a un niño de su edad. «Uchiha Datsue, vaya, esto es una coincidencia y lo demás es tontería...». Esbozó una sonrisa amigable mientras volvía a doblar el papel que tenía entre manos y se lo guardaba en el bolsillo derecho del pantalón.
—¡Datsue-kun! —saludó, tratando de ser todo lo afable de que era capaz; sabía que su compañero odiaba aquella actitud—. Qué coincidencia tan remota, ¡mira que es difícil llegar a algún sitio en mitad de esta condenada niebla! Está claro que los shinobi de Takigakure somos unos viajeros natos.
Justo en ese momento el joven mesero le trajo una taza de cerámica blanca que soltaba un apetitoso humillo. Akame le agradeció el té con una leve inclinación de cabeza y, rodeando la taza con ambas manos, dio un pequeño sorbo. «¡Demonios! Esto está más caliente que el fuego de Amaterasu». Se pasó la lengua por los labios abrasados, y ya se disponía a beber otro sorbo cuando una tercera voz hizo su aparición.
—¿Datsue? ¿Uchiha Datsue?
Akame se volteó, intrigado, y vio ante él una figura de lo más curiosa. Un chico alto, muy musculoso y pálido estaba plantado ante ellos. El detalle más llamativo era sin duda su cabeza, que no tenía un sólo pelo, y su bandana de Amegakure. «No es tan extraño, en realidad. Este pueblo dejado de la mano de los dioses está casi en la frontera con el País de la Tormenta. Sin embargo, un shinobi de la Lluvia, aquí... ¿Habrá venido también por el anuncio?». Sea como fuere, el forastero parecía conocer a su joven compañero de Villa. Akame, haciendo gala de su calma habitual, dejó un momento su taza de pie para levantarse y dejar de darle la espalda a los dos shinobi.
—Buenas tardes, shinobi-kun. Uchiha Akame, un gusto —se presentó, tendiéndole la mano al calvo—. Soy compañero de Aldea, y de aventuras, de Datsue-kun. Te recomiendo probar el té, está poco amargo y muy caliente, perfecto para soltarse la humedad de esta niebla tan fría.
Akame giró la cabeza sin perder un ápice de calma para comprobar que, efectivamente, conocía al chico que había tomado lugar en la barra, justo al lado suya. Ojos negros, pelo del mismo color recogido en un moño de samurái y un rostro que reflejaba más emociones de las que podían normalmente atribuirse a un niño de su edad. «Uchiha Datsue, vaya, esto es una coincidencia y lo demás es tontería...». Esbozó una sonrisa amigable mientras volvía a doblar el papel que tenía entre manos y se lo guardaba en el bolsillo derecho del pantalón.
—¡Datsue-kun! —saludó, tratando de ser todo lo afable de que era capaz; sabía que su compañero odiaba aquella actitud—. Qué coincidencia tan remota, ¡mira que es difícil llegar a algún sitio en mitad de esta condenada niebla! Está claro que los shinobi de Takigakure somos unos viajeros natos.
Justo en ese momento el joven mesero le trajo una taza de cerámica blanca que soltaba un apetitoso humillo. Akame le agradeció el té con una leve inclinación de cabeza y, rodeando la taza con ambas manos, dio un pequeño sorbo. «¡Demonios! Esto está más caliente que el fuego de Amaterasu». Se pasó la lengua por los labios abrasados, y ya se disponía a beber otro sorbo cuando una tercera voz hizo su aparición.
—¿Datsue? ¿Uchiha Datsue?
Akame se volteó, intrigado, y vio ante él una figura de lo más curiosa. Un chico alto, muy musculoso y pálido estaba plantado ante ellos. El detalle más llamativo era sin duda su cabeza, que no tenía un sólo pelo, y su bandana de Amegakure. «No es tan extraño, en realidad. Este pueblo dejado de la mano de los dioses está casi en la frontera con el País de la Tormenta. Sin embargo, un shinobi de la Lluvia, aquí... ¿Habrá venido también por el anuncio?». Sea como fuere, el forastero parecía conocer a su joven compañero de Villa. Akame, haciendo gala de su calma habitual, dejó un momento su taza de pie para levantarse y dejar de darle la espalda a los dos shinobi.
—Buenas tardes, shinobi-kun. Uchiha Akame, un gusto —se presentó, tendiéndole la mano al calvo—. Soy compañero de Aldea, y de aventuras, de Datsue-kun. Te recomiendo probar el té, está poco amargo y muy caliente, perfecto para soltarse la humedad de esta niebla tan fría.