27/09/2016, 23:12
—Pero la vida shinobi no perdona la inocencia. —Con aquel recordatorio de lo inclemente que es el camino ninja, su compañero dio su aprobación.
«Una valiosa enseñanza que sólo puede ser aprendida por quienes pecan de no conocerla… Como nosotros aquella vez», pensó el Ishimura recordando sucesos pasados.
Habiendo quedado claro lo que iban a hacer, el Takanashi pidió ser el último a la hora de compartir alguna historia. Aseguraba ser de los que no tienen anécdotas interesantes entre sus memorias. Pero el Ishimura sabía que aquello era mera modestia —quizás sólo fuese timidez—, el nativo de Takigakure sin duda tendría una o dos historias dignas de ser narradas como aquellos poemas épicos que pasan de generación en generación.
«No se has tímido Tatsuya —le dijo con la mirada mientras sonreía incredulamente—. Bosques de oscuridad perpetua, jabalíes aberrantes, hongos demoníacos y una horda interminable de bestias no muertas… Y todo eso en una misma historia»
Estando todos sentados y cómodos, el joven Uchiha dio un rápido inicio a su relato. Lo bueno duró poco, pues unos segundos después, uno de los trabajadores del tren entró para anunciar, en pocas palabras, que en el vagón comedor yacía esperándolos una comida nocturna. En realidad, no tenía mucha hambre, pero de verdad quería algo caliente para espantar el frío que hace rato había comenzado a encerrarse bajo su morena piel.
—Muchachos, ¿qué os parece si continúo la historia en el vagón restaurante? No me importaría llenar la barriga.
—Me parece bien —contesto cortésmente—. Vamos, Tatsuya, creo que a ambos nos caería bien el disfrutar de alguna bebida caliente.
Se levantó, dispuesto a dejar en aquel asiento sus ropas mojadas.
«Una valiosa enseñanza que sólo puede ser aprendida por quienes pecan de no conocerla… Como nosotros aquella vez», pensó el Ishimura recordando sucesos pasados.
Habiendo quedado claro lo que iban a hacer, el Takanashi pidió ser el último a la hora de compartir alguna historia. Aseguraba ser de los que no tienen anécdotas interesantes entre sus memorias. Pero el Ishimura sabía que aquello era mera modestia —quizás sólo fuese timidez—, el nativo de Takigakure sin duda tendría una o dos historias dignas de ser narradas como aquellos poemas épicos que pasan de generación en generación.
«No se has tímido Tatsuya —le dijo con la mirada mientras sonreía incredulamente—. Bosques de oscuridad perpetua, jabalíes aberrantes, hongos demoníacos y una horda interminable de bestias no muertas… Y todo eso en una misma historia»
Estando todos sentados y cómodos, el joven Uchiha dio un rápido inicio a su relato. Lo bueno duró poco, pues unos segundos después, uno de los trabajadores del tren entró para anunciar, en pocas palabras, que en el vagón comedor yacía esperándolos una comida nocturna. En realidad, no tenía mucha hambre, pero de verdad quería algo caliente para espantar el frío que hace rato había comenzado a encerrarse bajo su morena piel.
—Muchachos, ¿qué os parece si continúo la historia en el vagón restaurante? No me importaría llenar la barriga.
—Me parece bien —contesto cortésmente—. Vamos, Tatsuya, creo que a ambos nos caería bien el disfrutar de alguna bebida caliente.
Se levantó, dispuesto a dejar en aquel asiento sus ropas mojadas.