28/09/2016, 21:49
Bajo la bochornosa mirada de los pocos espectadores que quedaban en el recinto, el cuerpo inerte del hombre cayó al suelo. Un golpe seco, tosco, vacío. Justo lo que hacía tiempo que debía haber pasado, pues el cuerpo de cualquier persona medianamente normal no sobrevive por mucho tiempo con una herida tan fatídica en el gaznate. A su alrededor, un río de color carmesí, que en muchos puertos llegaba a la tonalidad azabache. Sin duda, sangre de las propias arterias, sangre que iba cargada de oxigeno y había terminado brotando por donde no debía pasar.
Además de haberse parado la música, los artistas huyeron rápidamente del escenario por la misma salida que los había llevado al estrellato. Sus ausentes notas musicales no hicieron mas que avivar los sonidos de terror, así como acentuar los trámites de silencio sepulcral. La Sarutobi aún era espectadora del macabro incidente, desde una posición privilegiada. Entre tanta gente, los dos matones habían sido meras sombras, entes totalmente ausentes... ¿Acaso habían salido ya? La verdad, la importancia del momento para nada se la llevaban ellos.
El cadáver aún estaba caliente, y su sangre se iba extendiendo poco a poco por los tablones de madera de la taberna.
De pronto, las voces del exterior comenzaron a llamar a los guardias. Ésto realmente no era una sorpresa, pero sí que era un inconveniente. ¿Una kunoichi de Amegakure menor de edad en una posada de Notsuba con la entrada prohibida a menores? AH, y un muerto... Sin duda, su presencia daría a destacar, más aún si la encontraban agarrada a la pared como se hallaba en esos momentos.
El chico pelirrojo, así como uno de cabellera color café de media noche, debatían sobre quién era Kenji. Para cuando se dieron cuenta de los gritos reclamando a la guardia, el primero en actuar fue el último mencionado. El chico se escabulló por el mismo lugar que los artistas, y entre tanto una chica de vestimentas azuladas terminó saltando por la ventana. «Qué tonta... no sabe que las ventanas tienen barrotes...»
Para cuando quiso dar cuenta, ya había saltado hacia el suelo. No contempló la posibilidad de las ventanas, ni salir por donde seguramente vendrían los guardias; la puerta principal del recinto. Rápida y fugaz, emprendió la carrera hacia las cortinas por donde ya al menos 4 personas habían escapado. En mitad de ésta, devolvió la mirada al chico pelirrojo —No te duermas!
¿Por qué? La respuesta es sencilla... ¿Y por qué no?
Tan pronto como atravesó el escudo de telas, previo a haber saltado al improvisado escenario, terminó vislumbrando la puerta que daba salida del recinto. Aún estaba abierta de par en par, y la brisa de la noche llegaba hasta su posición. Ni corta ni perezosa, continuó corriendo hasta salir del recinto. Quién lo hubiese pensado, para una vez que escuchaba a éste tipo tan famoso, y se lía el taco.
—Desde luego... así no hay manera.— Se quejó la chica.
Cual rapaz, ojeó el entorno en pos de no encontrarse a nadie que pudiese acusarla de haber estado en un sitio prohibido a menores, de ser extranjera... o incluso de asesinato. La verdad, a cada posible acusación empeoraba gravemente la posible condena.
Además de haberse parado la música, los artistas huyeron rápidamente del escenario por la misma salida que los había llevado al estrellato. Sus ausentes notas musicales no hicieron mas que avivar los sonidos de terror, así como acentuar los trámites de silencio sepulcral. La Sarutobi aún era espectadora del macabro incidente, desde una posición privilegiada. Entre tanta gente, los dos matones habían sido meras sombras, entes totalmente ausentes... ¿Acaso habían salido ya? La verdad, la importancia del momento para nada se la llevaban ellos.
El cadáver aún estaba caliente, y su sangre se iba extendiendo poco a poco por los tablones de madera de la taberna.
De pronto, las voces del exterior comenzaron a llamar a los guardias. Ésto realmente no era una sorpresa, pero sí que era un inconveniente. ¿Una kunoichi de Amegakure menor de edad en una posada de Notsuba con la entrada prohibida a menores? AH, y un muerto... Sin duda, su presencia daría a destacar, más aún si la encontraban agarrada a la pared como se hallaba en esos momentos.
El chico pelirrojo, así como uno de cabellera color café de media noche, debatían sobre quién era Kenji. Para cuando se dieron cuenta de los gritos reclamando a la guardia, el primero en actuar fue el último mencionado. El chico se escabulló por el mismo lugar que los artistas, y entre tanto una chica de vestimentas azuladas terminó saltando por la ventana. «Qué tonta... no sabe que las ventanas tienen barrotes...»
Para cuando quiso dar cuenta, ya había saltado hacia el suelo. No contempló la posibilidad de las ventanas, ni salir por donde seguramente vendrían los guardias; la puerta principal del recinto. Rápida y fugaz, emprendió la carrera hacia las cortinas por donde ya al menos 4 personas habían escapado. En mitad de ésta, devolvió la mirada al chico pelirrojo —No te duermas!
¿Por qué? La respuesta es sencilla... ¿Y por qué no?
Tan pronto como atravesó el escudo de telas, previo a haber saltado al improvisado escenario, terminó vislumbrando la puerta que daba salida del recinto. Aún estaba abierta de par en par, y la brisa de la noche llegaba hasta su posición. Ni corta ni perezosa, continuó corriendo hasta salir del recinto. Quién lo hubiese pensado, para una vez que escuchaba a éste tipo tan famoso, y se lía el taco.
—Desde luego... así no hay manera.— Se quejó la chica.
Cual rapaz, ojeó el entorno en pos de no encontrarse a nadie que pudiese acusarla de haber estado en un sitio prohibido a menores, de ser extranjera... o incluso de asesinato. La verdad, a cada posible acusación empeoraba gravemente la posible condena.