3/10/2016, 21:12
Impotente, Akame tuvo que ver cómo sus compañeros dejaban que aquel joven camarero se cerrase en banda sin hacer ni el más mínimo esfuerzo por evitarlo. «¿¡Es que no quieren sacarle más información!? Maldita sea, los taberneros y sucedáneos son una fuente inagotable de chismorreos, aparecen en toda historia que se precie...» Ni Datsue ni el calvo de Amegakure parecían haber leído muchas historias, o al menos de las que a Akame le gustaban. Historias de esas a las que nadie da crédito.
Después de poner un billete de cinco ryos sobre la barra, y de despedirse del camarero con una silenciosa inclinación de cabeza, el Uchiha de Taki se arregló la capa de viaje y salió de la taberna. El enfado al ver los dos pusilánimes que se había agenciado como compañeros iba poco a poco dando paso a la resignación.
—Por todos los dioses... —suspiró, alzando la vista al cielo nublado.
Sin embargo, no iba a ganar nada lamentándose. Echó un vistazo alrededor; estaba en la calle principal del pueblo, con la plaza al final y la casa, supuestamente, en algún lugar al Oeste de allí. En principio la ruta parecía clara, sin embargo... «El mesero dijo algo de un alguacil, de asesinatos. Quizás debería indagar un poco más en todo esto...» Akame volteó la mirada, buscando a sus compañeros —que, esperaba, le habrían seguido al exterior—.
—Este asunto apesta. Una casa maldita —remarcó aquella palabra con un deje entre desdeñoso y desconfiado— , unos muertos de los que nadie quiere hablar y un dueño desesperado por ganar dinero. Si queremos llegar al fondo de este asunto, está claro que no lo vamos a tener fácil... ¿Qué os parece si le hacemos una visita a ese alguacil?
Después de poner un billete de cinco ryos sobre la barra, y de despedirse del camarero con una silenciosa inclinación de cabeza, el Uchiha de Taki se arregló la capa de viaje y salió de la taberna. El enfado al ver los dos pusilánimes que se había agenciado como compañeros iba poco a poco dando paso a la resignación.
—Por todos los dioses... —suspiró, alzando la vista al cielo nublado.
Sin embargo, no iba a ganar nada lamentándose. Echó un vistazo alrededor; estaba en la calle principal del pueblo, con la plaza al final y la casa, supuestamente, en algún lugar al Oeste de allí. En principio la ruta parecía clara, sin embargo... «El mesero dijo algo de un alguacil, de asesinatos. Quizás debería indagar un poco más en todo esto...» Akame volteó la mirada, buscando a sus compañeros —que, esperaba, le habrían seguido al exterior—.
—Este asunto apesta. Una casa maldita —remarcó aquella palabra con un deje entre desdeñoso y desconfiado— , unos muertos de los que nadie quiere hablar y un dueño desesperado por ganar dinero. Si queremos llegar al fondo de este asunto, está claro que no lo vamos a tener fácil... ¿Qué os parece si le hacemos una visita a ese alguacil?