6/10/2016, 16:25
Fría y ruda fue la bofetada de aire casi ártico que golpeó las mejillas de la peliblanca. Del bullicio y la cálida sala, al frío de la noche y la ausencia de gentío. La chica alzó la mirada entre hombros, y buscó fugazmente rastro de vida. Con el corazón a una mano aún, solo cabía confiar en que no demasiada gente hubiese tomado ésta ruta, o bien la obstaculizase. Por un sentido u otro, cuanto menos jaleo mejor.
¿Cómo se las apañaba para acabar en una situación así? De veras, la buena suerte perseguía a la chica, pero ésta corría tanto que la dejaba atrás. Era ridículo, haber pasado de estar pensando qué tipos podían necesitar algún buen trago, o algo que fumar... a estar a despensas de no ser reconocida.
En la fría noche solo se escuchaba su agitada respiración, hasta que su vista y oídos alcanzaron a identificar a otro fugitivo. Éste no pidió mas a la chica, tan solo que confirmase que había visto lo mismo que él dentro de la taberna. La chica guardó silencio por un segundo, mientras que el joven desvelaba su silueta de entre las sombras. A cada paso suyo, sus orbes tan oscuros como la propia noche se hicieron mas notorios. Añadió a sus anteriores palabras que había escuchado numerosas historias acerca de esas montañas, pero ninguna hablaba sobre los muertos que se oponían a su destino —La muerte— y seguían andando con descaro.
—¿No ha sido un espasmo de esos que se supone la gente tiene cuando anda entre la vida y la muerte?— Preguntó la Sarutobi, inconsciente de si realmente debiera haber andado tanto el muerto en sus últimos segundos de vida —Es... es la primera persona que veo morir...
Ni los entrenamientos hablaban sobre éstas cosas, ni ciertamente había llegado a éste límite. Está mal ser tan sincera, y mas con un desconocido, pero tampoco tenía miedo a decir la verdad. Siempre lo dijeron, se coge antes a un mentiroso que a un cojo.
« La verdad... es que no he sentido nada raro... ni bueno ni malo. Nada. ¿Tan insensible me he vuelto a la sangre y la violencia que no me ha afectado en absoluto ver un cadáver? »
Su mirada se fue inconscientemente hacia detrás, hacia la puerta cuyo umbral había atravesado poco antes. Pero ese lapso temporal fue fugaz, rápidamente clavó de regreso sus orbes color carmín sobre los del chico. —Sea como sea... no creo que éste sea el mejor sitio para que dos chicos queden hablando en mitad de un toque de queda. ¿No crees?
Razón no le faltaba.
¿Cómo se las apañaba para acabar en una situación así? De veras, la buena suerte perseguía a la chica, pero ésta corría tanto que la dejaba atrás. Era ridículo, haber pasado de estar pensando qué tipos podían necesitar algún buen trago, o algo que fumar... a estar a despensas de no ser reconocida.
En la fría noche solo se escuchaba su agitada respiración, hasta que su vista y oídos alcanzaron a identificar a otro fugitivo. Éste no pidió mas a la chica, tan solo que confirmase que había visto lo mismo que él dentro de la taberna. La chica guardó silencio por un segundo, mientras que el joven desvelaba su silueta de entre las sombras. A cada paso suyo, sus orbes tan oscuros como la propia noche se hicieron mas notorios. Añadió a sus anteriores palabras que había escuchado numerosas historias acerca de esas montañas, pero ninguna hablaba sobre los muertos que se oponían a su destino —La muerte— y seguían andando con descaro.
—¿No ha sido un espasmo de esos que se supone la gente tiene cuando anda entre la vida y la muerte?— Preguntó la Sarutobi, inconsciente de si realmente debiera haber andado tanto el muerto en sus últimos segundos de vida —Es... es la primera persona que veo morir...
Ni los entrenamientos hablaban sobre éstas cosas, ni ciertamente había llegado a éste límite. Está mal ser tan sincera, y mas con un desconocido, pero tampoco tenía miedo a decir la verdad. Siempre lo dijeron, se coge antes a un mentiroso que a un cojo.
« La verdad... es que no he sentido nada raro... ni bueno ni malo. Nada. ¿Tan insensible me he vuelto a la sangre y la violencia que no me ha afectado en absoluto ver un cadáver? »
Su mirada se fue inconscientemente hacia detrás, hacia la puerta cuyo umbral había atravesado poco antes. Pero ese lapso temporal fue fugaz, rápidamente clavó de regreso sus orbes color carmín sobre los del chico. —Sea como sea... no creo que éste sea el mejor sitio para que dos chicos queden hablando en mitad de un toque de queda. ¿No crees?
Razón no le faltaba.