26/05/2015, 15:30
No era la única que había comenzado a sentir aquel repentino frío glacial. Cerca de ella, Daruu se frotaba las manos y Reiji aumentó de volumen sus desesperados gritos, exclamando ahora que se le estaba congelando la sangre del frío que hacía. Pero Ayame comprendió demasiado tarde que aquel cúmulo de casualidades no eran fruto de los hados.
Cuando se volvió hacia la puerta, ella misma se sintió congelarse al verse cara a cara con aquella silueta albina que tan bien conocía.
«Kōri... No puede ser...» Boquiabierta de la impresión, Ayame ni siquiera se atrevió a formular una sola palabra. Tiempo atrás habría acudido hasta él radiante de alegría, le habría saludado con una sonrisa de oreja a oreja, incluso se había mostrado de lo más feliz al ver que la persona con la que se había criado y con la que había entrenado innumerables ocasiones se había terminado convirtiendo en su mentor. Pero ese tiempo había pasado. La relación entre los dos hermanos, irónicamente, se había enfriado terriblemente durante el paso de la kunoichi por la academia cuando empezó a guardar secretos a su propia familia. Ahora sólo quería mantenerse en un perfil bajo, y por esa misma razón se acababa de proponer no revelar que Kōri era su hermano mayor hasta que no fuera estrictamente necesario.
Porque, ¿qué daño hacía un secreto más en la colección?
Sin embargo, no había contado con el hecho de que Daruu sí parecía conocerle, y cuando se levantó de golpe cacareando como una gallina y tan sorprendido como ella misma, la muchacha se removió con cierta incomodidad y se ajustó con manos temblorosas la bandana sobre la frente. No fue consciente de que el albino le había dirigido una larga mirada con aquellos ojos completamente inexpresivos hasta que Reiji se acercó a él.
Y además de preguntarle algo tan evidente que Ayame aún se resistía a aceptar: si iba a ser su profesor; le pidió además...
Sangre.
«No te atreverás a morderle...» Ayame tensó todos los músculos del cuerpo de manera inconsciente, con sus ojos almendrados clavados en su compañero de equipo. El vampiro ya le había afirmado en su último encuentro que él no mordía a nadie, que simplemente se limitaba a beberla directamente, pero la muchacha no terminaba de fiarse del todo.
Sin embargo, Kōri ni siquiera pareció inmutarse ante la pregunta.
—Tengo sangre, como cualquier ser vivo, pero ni una sola gota será para ti —alegó, mirándole largamente con sus inescrutables ojos cristalinos. Se apartó del marco de la puerta y con tres largos pasos se situó sobre la tarima y dejó tres carpetas sobre la mesa—. Pero sí. Mi nombre es Aotsuki Kōri, y desde hoy seré vuestro sensei...
«Has tenido que decir el apellido...» Ayame se encogió sobre sí misma, con un débil gemido lastimero.
—Mi deber, como vuestro profesor, será instruiros durante todo este tiempo y acompañaros durante las misiones que realicemos en equipo. Me encargaré personalmente de pulir vuestras habilidades y probaros, ejerceré como vuestro tutor personal; pero tened en cuenta que no aceptaré ningún acto de insubordinación. Como genin recién graduados que sois, me debéis completa obediencia, y no perdonaré ninguna rebeldía. ¿Tenéis algo que decir al respecto?
Ayame se mordió el labio inferior, pero terminó por asentir. Fue entonces consciente de que seguía plantada en mitad del aula, de pie, y aún a regañadientes se sentó en el pupitre más cercano que encontró sin apartar la mirada de Kōri.
Aotsuki Kōri... Su hermano mayor... Ahora su profesor... ¿Qué clase de cruel broma era aquella?
Cuando se volvió hacia la puerta, ella misma se sintió congelarse al verse cara a cara con aquella silueta albina que tan bien conocía.
«Kōri... No puede ser...» Boquiabierta de la impresión, Ayame ni siquiera se atrevió a formular una sola palabra. Tiempo atrás habría acudido hasta él radiante de alegría, le habría saludado con una sonrisa de oreja a oreja, incluso se había mostrado de lo más feliz al ver que la persona con la que se había criado y con la que había entrenado innumerables ocasiones se había terminado convirtiendo en su mentor. Pero ese tiempo había pasado. La relación entre los dos hermanos, irónicamente, se había enfriado terriblemente durante el paso de la kunoichi por la academia cuando empezó a guardar secretos a su propia familia. Ahora sólo quería mantenerse en un perfil bajo, y por esa misma razón se acababa de proponer no revelar que Kōri era su hermano mayor hasta que no fuera estrictamente necesario.
Porque, ¿qué daño hacía un secreto más en la colección?
Sin embargo, no había contado con el hecho de que Daruu sí parecía conocerle, y cuando se levantó de golpe cacareando como una gallina y tan sorprendido como ella misma, la muchacha se removió con cierta incomodidad y se ajustó con manos temblorosas la bandana sobre la frente. No fue consciente de que el albino le había dirigido una larga mirada con aquellos ojos completamente inexpresivos hasta que Reiji se acercó a él.
Y además de preguntarle algo tan evidente que Ayame aún se resistía a aceptar: si iba a ser su profesor; le pidió además...
Sangre.
«No te atreverás a morderle...» Ayame tensó todos los músculos del cuerpo de manera inconsciente, con sus ojos almendrados clavados en su compañero de equipo. El vampiro ya le había afirmado en su último encuentro que él no mordía a nadie, que simplemente se limitaba a beberla directamente, pero la muchacha no terminaba de fiarse del todo.
Sin embargo, Kōri ni siquiera pareció inmutarse ante la pregunta.
—Tengo sangre, como cualquier ser vivo, pero ni una sola gota será para ti —alegó, mirándole largamente con sus inescrutables ojos cristalinos. Se apartó del marco de la puerta y con tres largos pasos se situó sobre la tarima y dejó tres carpetas sobre la mesa—. Pero sí. Mi nombre es Aotsuki Kōri, y desde hoy seré vuestro sensei...
«Has tenido que decir el apellido...» Ayame se encogió sobre sí misma, con un débil gemido lastimero.
—Mi deber, como vuestro profesor, será instruiros durante todo este tiempo y acompañaros durante las misiones que realicemos en equipo. Me encargaré personalmente de pulir vuestras habilidades y probaros, ejerceré como vuestro tutor personal; pero tened en cuenta que no aceptaré ningún acto de insubordinación. Como genin recién graduados que sois, me debéis completa obediencia, y no perdonaré ninguna rebeldía. ¿Tenéis algo que decir al respecto?
Ayame se mordió el labio inferior, pero terminó por asentir. Fue entonces consciente de que seguía plantada en mitad del aula, de pie, y aún a regañadientes se sentó en el pupitre más cercano que encontró sin apartar la mirada de Kōri.
Aotsuki Kōri... Su hermano mayor... Ahora su profesor... ¿Qué clase de cruel broma era aquella?