27/05/2015, 12:02
(Última modificación: 27/05/2015, 12:02 por Amedama Daruu.)
Supongo que entenderéis qué hubiera pensado una persona normal si se acercase hacia ella un chico con pintas de vampiro, todo de negro, y os preguntase que si le podíais dar un poco de sangre, ¿no? Pues Reiji no dudó ni un instante en hacerlo. Aunque, como todo en él, la respuesta de Kori fue serena, fría. Respondió que como cualquier ser vivo tenía sangre, pero que ni una gota sería para él.
«Del sanguijuela pasamos al cubito de hielo. La genética es extraña. Este tío tiene que tener sangre, pero tiene que estar congelada del todo», pensó Daruu, mientras miraba de reojo a Ayame.
—¿Qué hace tu hermano aquí? ¿Quiere ser nuestro profesor, o qué...? —le susurró a la muchacha, lleno de curiosidad contenida. Al ser el hermano de Ayame, podía haber venido perfectamente a cualquier otra cosa relacionada con ella. Como había aparecido también el padre de Reiji. Ni siquiera se molestó en explicar de qué conocía a su hermano, porque lo había dicho antes de que Kori mismo pronunciase su apellido. Probablemente conociera la Pastelería de Kiroe-chan, donde trabajaba su madre y donde Kori pasaba algunas tardes. Pero su madre tenía el pelo negro y su apellido era distinto, ¿quién la habría relacionado con aquél muchacho rubio?
Se preguntó por qué no veía mucho a Ayame por la pastelería. Quizás no había probado nunca un dulce de ahí, o quizás no le gustaran los dulces. Aunque probablemente tendría que ver con el secretismo con el que Kori se llevaba los bollitos a su casa, que estaba en el mismo edificio que la de Daruu. Solo que la de Daruu estaba en el primer piso y se entraba desde la propia pastelería.
Recordó un detalle gracioso y dejó escapar una risilla mientras Reiji seguía agonizando por un poco de sangre. Debido al frío que despedía Kori, su madre se había visto obligada a comprar un calefactor para el local. Cada vez que entraba por la puerta, lo encendía para que los clientes no se fueran de la cafetería por el frío.
Efectivamente, Kori les confirmó que a partir de ahora sería su sensei. Dejó bien claro que no aceptaría insubordinaciones con su frialdad de siempre, pero en el fondo, Daruu sabía que era un muchacho tranquilo y amable, aunque su rostro dijese lo contrario en la mayoría de ocasiones. Una vez, incluso juraría haberle visto sonreír hablando con Kiroe.
Daruu levantó la mano para hacer una pregunta, y claro, no podía haber sido ninguna otra.
—Kori-san... eh... esto, Kori-sensei —dijo—. ¿Por qué emites frío? Llevo muchos años preguntándomelo.
«Del sanguijuela pasamos al cubito de hielo. La genética es extraña. Este tío tiene que tener sangre, pero tiene que estar congelada del todo», pensó Daruu, mientras miraba de reojo a Ayame.
—¿Qué hace tu hermano aquí? ¿Quiere ser nuestro profesor, o qué...? —le susurró a la muchacha, lleno de curiosidad contenida. Al ser el hermano de Ayame, podía haber venido perfectamente a cualquier otra cosa relacionada con ella. Como había aparecido también el padre de Reiji. Ni siquiera se molestó en explicar de qué conocía a su hermano, porque lo había dicho antes de que Kori mismo pronunciase su apellido. Probablemente conociera la Pastelería de Kiroe-chan, donde trabajaba su madre y donde Kori pasaba algunas tardes. Pero su madre tenía el pelo negro y su apellido era distinto, ¿quién la habría relacionado con aquél muchacho rubio?
Se preguntó por qué no veía mucho a Ayame por la pastelería. Quizás no había probado nunca un dulce de ahí, o quizás no le gustaran los dulces. Aunque probablemente tendría que ver con el secretismo con el que Kori se llevaba los bollitos a su casa, que estaba en el mismo edificio que la de Daruu. Solo que la de Daruu estaba en el primer piso y se entraba desde la propia pastelería.
Recordó un detalle gracioso y dejó escapar una risilla mientras Reiji seguía agonizando por un poco de sangre. Debido al frío que despedía Kori, su madre se había visto obligada a comprar un calefactor para el local. Cada vez que entraba por la puerta, lo encendía para que los clientes no se fueran de la cafetería por el frío.
Efectivamente, Kori les confirmó que a partir de ahora sería su sensei. Dejó bien claro que no aceptaría insubordinaciones con su frialdad de siempre, pero en el fondo, Daruu sabía que era un muchacho tranquilo y amable, aunque su rostro dijese lo contrario en la mayoría de ocasiones. Una vez, incluso juraría haberle visto sonreír hablando con Kiroe.
Daruu levantó la mano para hacer una pregunta, y claro, no podía haber sido ninguna otra.
—Kori-san... eh... esto, Kori-sensei —dijo—. ¿Por qué emites frío? Llevo muchos años preguntándomelo.