19/10/2016, 20:51
(Última modificación: 19/10/2016, 20:52 por Uchiha Akame.)
Akame sonrió plácidamente cuando la misteriosa chica pálida aceptó su invitación, no sin ciertas reservas. No podía culparla —él tampoco las tenía todas consigo, pero aun así, una charla infructuosa era mejor que nada—, «y, desde luego, no pienso irme de aquí sin averiguar qué demonios ha pasado». Todo apuntaba a que aquella era una historia demasiado interesante como para dejarla pasar sin pena ni gloria.
Así pues, el Uchiha echó un vistazo a su alrededor para orientarse, y una vez ubicado, echó a andar en dirección a donde él creía recordar que se encontraba la posada. No era fácil, desde luego, en mitad de una noche tan oscura.
—Por cierto, mi nombre es Katomi. ¿El tuyo es...?
—¡Vaya, qué modales los míos! Disculpa. Me llamo Akame —contestó el Uchiha—. ¿Eres de por aquí, Katomi? Si no es mucho preguntar, claro.
El gennin de Taki intuía la respuesta a aquella pregunta, pero le parecía poco conveniente ser más directo después de haber percibido que Katomi no confiaba mucho en él.
— — —
El sargento alzó una ceja, escéptico, mientras Yota le relataba, desde su punto de vista, lo sucedido.
—Estaba en la barra disfrutando de los dangos cuando de repente escuche una chica vociferando, justo allí, en la entrada —el guardia desvió un momento la vista hacia donde le indicaba aquel muchacho—. Me giré rápidamente para ver qué sucedía y vi como aquella voz provenía de una chica, de cabellos pelirrojos y ojos rojos como la sangre.
—Pelirroja y de ojos rojos... No he visto a nadie así por aquí, no desde luego entre la gente que hemos retenido allí fuera —contestó el sargento, con gesto reflexivo.
Luego dejó que el rubio continuase su relato, hasta que de repente...
—Tan solo decía un nombre, no tengo ni idea de que significa o qué trataba de decir. Tan solo repetía Kenji una y otra vez.
—¿Kenji? —replicó aquel hombre, visiblemente sorprendido—. ¿Estás seguro de que eso es lo que dijo? ¿Kenji?
Instintivamente los ojos duros y oscuros del sargento se movieron otra vez por la escena del crimen. Sus rasgos, su forma de hablar y de moverse por todo lo relacionado con aquel caos daban pie a pensar que tenía bastante experiencia en su trabajo. Los dos guardias que se habían llevado al dueño del local aparecieron por la puerta que daba a las cocinas, y el sargento les hizo un gesto para que esperasen fuera.
—Muy bien, muchacho, has sido de gran ayuda —dijo por fin, rascándose la cicatriz del mentón—. Buscaremos a esos dos tipos y trataremos de averiguar quién es ese tal Kenji. ¿Cuál es tu nombre? —y, después de que Yota contestase, agregaría—. Puedes irte, pero si te vuelvo a pillar entrando en donde no debes, tendrás problemas.
Dando por concluido el interrogatorio, el sargento llamó a uno de sus chicos —concretamente, al que había estado custodiando el cadáver— y empezó a dar órdenes. En poco llegarían dos guardias más con una camilla en la que se llevarían el cuerpo mientras los demás guardias seguían interrogando a los asistentes que estaban retenidos fuera de la taberna.
— — —
Ayame se internó en el oscuro callejón en el que había desaparecido el misterioso hombre huesudo. La kunoichi tenía buen oído, y fue capaz de captar un sutil y rítmico traqueteo provocado —seguramente— por las botas de aquel tipo. Siguiendo aquel rastro, se fue adentrando más y más en aquel entramado de callejuelas pobremente iluminadas. La mayoría estaban casi completamente a oscuras, y sólo el resplandor procedente de alguna que otra lámpara de aceite o ventana de las viviendas colindantes, le permitía ver tres palmos delante de sus propias narices.
Tras un breve pero intenso trayecto, Ayame pudo distinguir claramente como los pasos de aquel tipo se silenciaban un momento, justo tras doblar una esquina. Instantes después volvería a escuchar el caminar de alguien... Pero, esta vez, parecía que el susodicho no estaba solo. Tras la esquina del oscuro callejón había, claramente, más de una persona. Sobre todo porque pudo distinguir el susurro de una conversación.