El chico parecía haber olvidado los modales, o simplemente el ajetreo lo había traído por el mal hábito. Pero allí estaba para recordarselo la chica, si señor. Con un sacacorchos, le tuvo que arrancar el nombre. ¿Cómo dirigirse a él si no? Era ridículo, ya que le había ofrecido que lo acompañase, qué mínimo. Se presentó sin demora como Akame, y acto seguido lanzó una pregunta que era bastante obvia.
—No... la verdad es que no soy lugareña. Creo que pocos de los que intentábamos disfrutar la música ahí dentro eramos de aquí...
Lo cuál le llevaba a un dato importante. ¿Dónde estaba la banda musical? ¿Acaso no habían huido por ésta misma dirección? De entre todos, solo quedaba éste chico tan... cordial. Sin duda, despertaba sospechas. Pero antes de que decidiese qué debía hacer, el chico buscó orientación, y tomó rumbo hacia la mencionada pensión. Bueno, al menos eso era lo que parecía.
«Este chico... ¿querrá matarme también? No veo rastro alguno de los músicos. O bien corren mas que el diablo, o éste tipo los ha matado al igual que al hombre de antes... DIOS... ¿Qué hago?» Su mente no dejaba de buscar respuesta a tan agria pregunta, pero inconscientemente la chica empezó a andar, siguiendo los pasos del chico con liviano anhelo. A cada paso que daba, más incertidumbre rondaba su cabeza. Después de todo sería lo mas normal del mundo... acababa de presenciar una muerte en vivo y en directo.
—Bueno, Akame... tengo que preguntarte algo... —Inquirió la chica en el camino. Rodeados ambos de edificios, y bajo la penumbra de la mas oscura noche, la chica alzó las manos en posición de guardia. —¿Lo hiciste tú?
Con los ojos clavados en los del chico, no pudo dejar escapar lo que pensaba por sus labios. Sus pensamientos se alzaron en voz alta, clara, y mas que concisa. Tajante y sincera, no podía dar de lado su pensamiento y andar tan tranquila al lado de un posible asesino, a saber a dónde la llevaba... Aunque quizás había cometido un leve error. Adoptar una posición de combate decente podría alertar al sospechoso de que conocía las artes de la guerra.
—No... la verdad es que no soy lugareña. Creo que pocos de los que intentábamos disfrutar la música ahí dentro eramos de aquí...
Lo cuál le llevaba a un dato importante. ¿Dónde estaba la banda musical? ¿Acaso no habían huido por ésta misma dirección? De entre todos, solo quedaba éste chico tan... cordial. Sin duda, despertaba sospechas. Pero antes de que decidiese qué debía hacer, el chico buscó orientación, y tomó rumbo hacia la mencionada pensión. Bueno, al menos eso era lo que parecía.
«Este chico... ¿querrá matarme también? No veo rastro alguno de los músicos. O bien corren mas que el diablo, o éste tipo los ha matado al igual que al hombre de antes... DIOS... ¿Qué hago?» Su mente no dejaba de buscar respuesta a tan agria pregunta, pero inconscientemente la chica empezó a andar, siguiendo los pasos del chico con liviano anhelo. A cada paso que daba, más incertidumbre rondaba su cabeza. Después de todo sería lo mas normal del mundo... acababa de presenciar una muerte en vivo y en directo.
—Bueno, Akame... tengo que preguntarte algo... —Inquirió la chica en el camino. Rodeados ambos de edificios, y bajo la penumbra de la mas oscura noche, la chica alzó las manos en posición de guardia. —¿Lo hiciste tú?
Con los ojos clavados en los del chico, no pudo dejar escapar lo que pensaba por sus labios. Sus pensamientos se alzaron en voz alta, clara, y mas que concisa. Tajante y sincera, no podía dar de lado su pensamiento y andar tan tranquila al lado de un posible asesino, a saber a dónde la llevaba... Aunque quizás había cometido un leve error. Adoptar una posición de combate decente podría alertar al sospechoso de que conocía las artes de la guerra.