23/10/2016, 23:07
Ayame fue la primera en despertar.
Y su primera reacción fue llevarse la mano izquierda a la frente, aterrada. Sin embargo, sus dedos toparon con algo áspero. Alguien debía haberle vendado la frente mientras estaba inconsciente.
—Gracias... —susurró al aire, aunque ni siquiera sabía a quién se estaba refiriendo.
Ya más calmada, se dio cuenta de que sus dedos seguían entrelazados con los de Daruu, igual que en el extraño sueño que acababa de tener, y que yacía inconsciente en una camilla contigua a la suya. Sonrió para sí, y sin soltar su mano se recostó de nuevo, con la mirada perdida en un techo inmaculadamente blanco. Estaban solos. Y el silencio de la habitación del hospital se le antojaba pesado como una piedra. ¿Qué había pasado después de que lanzara el Suigadan? ¿Dónde estaban todos? ¿Tardaría mucho Daruu en despertar?
«Qué raro... ya no me duele nada.» Reparó entonces, removiéndose en el sitio para asegurarse.
—Eh... —La inesperada voz de Daruu la sobresaltó. Ayame giró la cabeza para encontrarse con sus ojos castaños, ahora abiertos de par en par—. ¿Lo que acaba de pasar... lo has soñado... o vivido tú también no? ¿Lo del sitio blanco ese...?
El corazón de Ayame se olvidó de latir durante un instante.
—¿Tú tamb...?
La puerta se abrió de manera repentina. Ayame dio un respingo y se reincorporó, y Daruu se soltó de su mano casi de manera instantánea. Zetsuo y Kiroe entraron en la habitación. Y ambos sonreían.
—¡Hemos oído voces y... ay, menos mal que ya habéis despertado! —exclamó Kiroe, practicamente estrujando a Daruu entre sus brazos. Ayame no pudo evitar sonreír para sí, aunque en un gesto inconsciente movió uno de sus brazos para abrazarse el abdomen—. Menuda siesta, ¿eh? Lleváis una semana con las heridas totalmente curadas pero seguíais sin despertar. Estábamos empezando a preocuparnos.
—U... ¡¿Una semana?! —no pudo evitar preguntar, horrorizada. Intercambió miradas entre Zetsuo, Kiroe y finalmente con Daruu, a quien señaló con un dedo—. P... pero... si acabábamos de...
Se mordió el labio, incapaz de continuar hablando. ¿La tomarían por una loca si les contaba lo de aquel supuesto extraño sueño?
Y su primera reacción fue llevarse la mano izquierda a la frente, aterrada. Sin embargo, sus dedos toparon con algo áspero. Alguien debía haberle vendado la frente mientras estaba inconsciente.
—Gracias... —susurró al aire, aunque ni siquiera sabía a quién se estaba refiriendo.
Ya más calmada, se dio cuenta de que sus dedos seguían entrelazados con los de Daruu, igual que en el extraño sueño que acababa de tener, y que yacía inconsciente en una camilla contigua a la suya. Sonrió para sí, y sin soltar su mano se recostó de nuevo, con la mirada perdida en un techo inmaculadamente blanco. Estaban solos. Y el silencio de la habitación del hospital se le antojaba pesado como una piedra. ¿Qué había pasado después de que lanzara el Suigadan? ¿Dónde estaban todos? ¿Tardaría mucho Daruu en despertar?
«Qué raro... ya no me duele nada.» Reparó entonces, removiéndose en el sitio para asegurarse.
—Eh... —La inesperada voz de Daruu la sobresaltó. Ayame giró la cabeza para encontrarse con sus ojos castaños, ahora abiertos de par en par—. ¿Lo que acaba de pasar... lo has soñado... o vivido tú también no? ¿Lo del sitio blanco ese...?
El corazón de Ayame se olvidó de latir durante un instante.
—¿Tú tamb...?
La puerta se abrió de manera repentina. Ayame dio un respingo y se reincorporó, y Daruu se soltó de su mano casi de manera instantánea. Zetsuo y Kiroe entraron en la habitación. Y ambos sonreían.
—¡Hemos oído voces y... ay, menos mal que ya habéis despertado! —exclamó Kiroe, practicamente estrujando a Daruu entre sus brazos. Ayame no pudo evitar sonreír para sí, aunque en un gesto inconsciente movió uno de sus brazos para abrazarse el abdomen—. Menuda siesta, ¿eh? Lleváis una semana con las heridas totalmente curadas pero seguíais sin despertar. Estábamos empezando a preocuparnos.
—U... ¡¿Una semana?! —no pudo evitar preguntar, horrorizada. Intercambió miradas entre Zetsuo, Kiroe y finalmente con Daruu, a quien señaló con un dedo—. P... pero... si acabábamos de...
Se mordió el labio, incapaz de continuar hablando. ¿La tomarían por una loca si les contaba lo de aquel supuesto extraño sueño?