24/10/2016, 10:39
—U... ¡¿Una semana?! —Ayame intercambió miradas con su padre, la madre de Daruu, y el propio Daruu. Le señaló con un dedo— P... pero... si acabábamos de...
Pero qué haces, animal.
—Acabamos de despertarnos —Daruu tosió, llamando la atención, y clavó los ojos en el hierro de la cama—. Lo siento, todo esto es muy confuso. Para mí hace apenas unos minutos estábamos peleando. Es como si todavía tuviera el corazón acelerado.
Qué fluída había salido la media verdad.
—Bueno, bueno, todavía tenéis que estirar las piernas. Tendréis que moveros un poco por el hospital antes de volver a casa, así que os dejamos tranquilos y ya os váis recuperando. Yo voy a ir preparando los bollitos para la fiesta de bienvenida.
Kiroe se dio la vuelta y tiró de la manga de Zetsuo, pero el águila estaba de brazos cruzados y no muy dispuesto a moverse. Kori, por otra parte, ya estaba en la puerta, ofreciéndoles paso.
...y en eso que entró una enfermera a tropel, sudando la gota gorda.
—Señor Zetsuo, el paciente de la sala treinta y ocho dice que quiere una cerilla para quemar el hospital.
Zetsuo chasqueó la lengua y salió corriendo por la puerta, casi atropellando a la enfermera.
—¿Qué le pasa? Nunca es así —les susurró con cuidado la mujer—. Bueno... casi nunca.
—Cosas de padres... anda, vámonos.
La enfermera, Kiroe y Kori, que tenía un extraño brillo en los ojos, salieron por el umbral. El Hielo, antes de despedirse, les dirigió unas escuetas pero cariñosas palabras:
—Recuperáos. Luego volvemos.
Pum.
Pasaron unos minutos. Unos tensos, largos minutos. O tal vez fueran unos segundos. Qué más da. Daruu se levantó de la camilla, poco a poco. No tenían el gotero puesto ni aparente presencia de heridas, pero tenía miedo igual. Lo único que restaba de enfermedad en él eran las piernas: quién sabe cuánto tiempo habían estado inconscientes.
Se levantó con dificultad y se acercó a la camilla de Ayame. De nuevo, formuló el sello de la reconciliación.
—Sigo pensando que tenemos algo pendiente. Estoy cansado de huir.
Cuando Ayame sujetó sus dos dedos con los suyos. Daruu tiró suavemente y sus labios se unieron en un agradable beso.
Pero qué haces, animal.
—Acabamos de despertarnos —Daruu tosió, llamando la atención, y clavó los ojos en el hierro de la cama—. Lo siento, todo esto es muy confuso. Para mí hace apenas unos minutos estábamos peleando. Es como si todavía tuviera el corazón acelerado.
Qué fluída había salido la media verdad.
—Bueno, bueno, todavía tenéis que estirar las piernas. Tendréis que moveros un poco por el hospital antes de volver a casa, así que os dejamos tranquilos y ya os váis recuperando. Yo voy a ir preparando los bollitos para la fiesta de bienvenida.
Kiroe se dio la vuelta y tiró de la manga de Zetsuo, pero el águila estaba de brazos cruzados y no muy dispuesto a moverse. Kori, por otra parte, ya estaba en la puerta, ofreciéndoles paso.
...y en eso que entró una enfermera a tropel, sudando la gota gorda.
—Señor Zetsuo, el paciente de la sala treinta y ocho dice que quiere una cerilla para quemar el hospital.
Zetsuo chasqueó la lengua y salió corriendo por la puerta, casi atropellando a la enfermera.
—¿Qué le pasa? Nunca es así —les susurró con cuidado la mujer—. Bueno... casi nunca.
—Cosas de padres... anda, vámonos.
La enfermera, Kiroe y Kori, que tenía un extraño brillo en los ojos, salieron por el umbral. El Hielo, antes de despedirse, les dirigió unas escuetas pero cariñosas palabras:
—Recuperáos. Luego volvemos.
Pum.
Pasaron unos minutos. Unos tensos, largos minutos. O tal vez fueran unos segundos. Qué más da. Daruu se levantó de la camilla, poco a poco. No tenían el gotero puesto ni aparente presencia de heridas, pero tenía miedo igual. Lo único que restaba de enfermedad en él eran las piernas: quién sabe cuánto tiempo habían estado inconscientes.
Se levantó con dificultad y se acercó a la camilla de Ayame. De nuevo, formuló el sello de la reconciliación.
—Sigo pensando que tenemos algo pendiente. Estoy cansado de huir.
Cuando Ayame sujetó sus dos dedos con los suyos. Daruu tiró suavemente y sus labios se unieron en un agradable beso.