25/10/2016, 23:32
—Qué ojos más bonitos tienes. —Daruu parecía empeñado en querer averiguar cuál era el grado máximo de rubor que su rostro que podía alcanzar. Ayame se vio irremediablemente obligada a mirarle de nuevo de manera directa cuando él le levantó la barbilla y plantó un nuevo beso en sus labios—. Siempre he estado seguro de esto... —respondió, al fin, a su pregunta—. Simplemente... Tenía miedo. No es que haya dejado de tenerlo, pero me parece que no voy a poder ignorarlo, ¿sabes?
Se rio, y cuando la estrechó entre sus brazos Ayame dejó escapar un profundo suspiro. Daruu restregó su cara contra la suya, y la calidez de su piel la derritió de nuevo.
—Durante todo mi viaje con Seremaru no he dejado de pensar en ti y de pensar en lo que pasó. Solo que... Han pasado tantas cosas malas también... Lo de aquellos tipos, y luego lo del torneo...
Le costó algunos instantes recordar que los tipos a los que se referían habían sido aquellos hombres, allá en el valle de los dojos, que habían tratado asesinarlos por una apuesta en su contra. Ayame volvió a sentir que se le llenaban los ojos de lágrimas y maldijo su debilidad.
—Yo... tampoco pude dejar de pensar en ti... tenía miedo de que me hubieras olvidado, o te hubieras arrepentido de... del primer beso... —confesó, con un hilo de voz, apoyando la cabeza en su pecho para que no la viera llorar—. Nunca he sentido esto. Es... muy raro...
Por un momento se sintió estúpida. Sentía las palabras torpes en sus labios, más que de costumbre. Como si cualquier cosa que pudiera decir fuera lo más estúpido del mundo. ¿Qué se hacía en aquellas situaciones? ¿Qué se decía?
—Creo... creo que estoy enamorada de ti...
Como aquello. La estupidez más grande del universo.
Se rio, y cuando la estrechó entre sus brazos Ayame dejó escapar un profundo suspiro. Daruu restregó su cara contra la suya, y la calidez de su piel la derritió de nuevo.
—Durante todo mi viaje con Seremaru no he dejado de pensar en ti y de pensar en lo que pasó. Solo que... Han pasado tantas cosas malas también... Lo de aquellos tipos, y luego lo del torneo...
Le costó algunos instantes recordar que los tipos a los que se referían habían sido aquellos hombres, allá en el valle de los dojos, que habían tratado asesinarlos por una apuesta en su contra. Ayame volvió a sentir que se le llenaban los ojos de lágrimas y maldijo su debilidad.
—Yo... tampoco pude dejar de pensar en ti... tenía miedo de que me hubieras olvidado, o te hubieras arrepentido de... del primer beso... —confesó, con un hilo de voz, apoyando la cabeza en su pecho para que no la viera llorar—. Nunca he sentido esto. Es... muy raro...
Por un momento se sintió estúpida. Sentía las palabras torpes en sus labios, más que de costumbre. Como si cualquier cosa que pudiera decir fuera lo más estúpido del mundo. ¿Qué se hacía en aquellas situaciones? ¿Qué se decía?
—Creo... creo que estoy enamorada de ti...
Como aquello. La estupidez más grande del universo.