27/10/2016, 22:30
—Yo... tampoco pude dejar de pensar en ti... tenía miedo de que me hubieras olvidado, o te hubieras arrepentido de... del primer beso... —dijo Ayame, sollozando aunque quisiera ocultarlo. Notaba la humedad de las lágrimas a través de la bata del hospital—. Nunca he sentido esto. Es... muy raro.
—¿Ra... raro?
«Ahora es cuando me dice que igual que le gustó aquello no está segura, y me lía más, y ay ay ay ay.» El corazón le latía a mil por hora, y de pronto se dio cuenta de que probablemente se notaba. Estaba apoyada en su pecho. También se dio cuenta de lo estúpido que debía parecer intentando respirar más lento para bajar la frecuencia de sus latidos.
—Creo... creo que estoy enamorada de ti...
Daruu dejó escapar una risilla muy estúpida.
—Tonta. Me estabas asustando... Yo no lo creo. Yo lo sé. Sé que estoy enamorado de ti.
De pronto, se dio cuenta de que hacía frío. Hacía bastante frío. Hacía un frío familiar. Se dio la vuelta bruscamente, y allí estaba, Kori, el Hielo.
—Yo yo yo yo yo - esto... esto...
Miró alrededor. No había señales de que Zetsuo estuviese cerca. Respiró, aliviado.
No, espera, qué narices. No estaba aliviado.
Se agarró la bata a la altura del corazón, y una sensación que, no supo por qué, le resultó familiar, le invadió por completo: como si tuviera una fría estaca atravesándole el pecho.
—¿Ra... raro?
«Ahora es cuando me dice que igual que le gustó aquello no está segura, y me lía más, y ay ay ay ay.» El corazón le latía a mil por hora, y de pronto se dio cuenta de que probablemente se notaba. Estaba apoyada en su pecho. También se dio cuenta de lo estúpido que debía parecer intentando respirar más lento para bajar la frecuencia de sus latidos.
—Creo... creo que estoy enamorada de ti...
Daruu dejó escapar una risilla muy estúpida.
—Tonta. Me estabas asustando... Yo no lo creo. Yo lo sé. Sé que estoy enamorado de ti.
De pronto, se dio cuenta de que hacía frío. Hacía bastante frío. Hacía un frío familiar. Se dio la vuelta bruscamente, y allí estaba, Kori, el Hielo.
—Yo yo yo yo yo - esto... esto...
Miró alrededor. No había señales de que Zetsuo estuviese cerca. Respiró, aliviado.
No, espera, qué narices. No estaba aliviado.
Se agarró la bata a la altura del corazón, y una sensación que, no supo por qué, le resultó familiar, le invadió por completo: como si tuviera una fría estaca atravesándole el pecho.