27/10/2016, 23:26
Las voces aumentaban en volumen y, por la diferencia entre estas, Ayame pudo deducir que tras la esquina había por lo menos dos personas. Un hombre y una mujer. E incluso alcanzó a escuchar algunos retazos de su conversación.
—...¿Lo hiciste tú? —preguntó la mujer.
Ayame se detuvo en seco, con el corazón latiéndole con fuerza en las sienes. Parecía que estaba a punto de descubrir al autor de aquel terrorífico capítulo. Se acercó un paso. Dio otro. Tenía que asomarse por la esquina para poder ver...
—¿Qué clase de pregunta es esa? Por supuesto que no —respondió el otro.
Tal y como había previsto, eran sólo dos personas las que se encontraban allí. Sin embargo, desde aquella distancia, no alcanzaba a ver más que dos siluetas iluminados tenuamente por las ventanas más cercanas.
—Creo que hemos empezado con mal pie, verás, yo...
Ayame dio un paso más, tratando de distinguir los rasgos de aquellas dos personas. Sin embargo, una de las dos figuras se sobresaltó y dirigió la mirada justo hacia su posición. Ayame se había quedado paralizada, aún sabiendo que bajo su disfraz nadie podría reconocerla. La silueta se movió de repente y Ayame apenas tuvo tiempo de saltar en el aire unas centésimas antes de que el proyectil que le había arrojado impactara de lleno en ella. El shuriken terminó clavándose en el suelo unos metros tras su espalda, y Ayame les miró con gesto disgustado.
Pero enseguida reparó en que ninguno de los dos era el hombre que ella había estado siguiendo. Confundida, miró a un lado y a otro. Y entonces dejó de ser aquel gato negro para volver a su verdadera forma.
—¡¿Dónde está?! —preguntó al aire. Y entonces dirigió su mirada hacia los dos chicos—. Hey, ¿habéis visto a un hombre con una bufanda roja?
La luz de las ventanas reflejaba con fuerza el color blanco de los cabellos de la muchacha. El otro era un joven que, de alguna manera, se le antojaba familiar. Tenía más o menos su edad y el cabello recogido en una coleta. Entonces se dio cuenta de algo.
—Tú... ¿Tú estabas a mi lado en la posada? —preguntó, con los ojos entrecerrados y señalando al chico con el dedo índice. Se parecía mucho a aquel joven con el que había entablado conversación en la posada de Hogo el Gordo, aunque la persona que se alzaba en aquel callejón era más joven...
Pero bien era posible que hubiera utilizado una transformación para poder acudir al espectáculo, tal y como había hecho ella. Desde luego, no era capaz de ver si tenía bandana ninja o no, pero el shuriken que le había arrojado y su destreza a la hora de hacerlo fácilmente le delataba como tal.
—...¿Lo hiciste tú? —preguntó la mujer.
Ayame se detuvo en seco, con el corazón latiéndole con fuerza en las sienes. Parecía que estaba a punto de descubrir al autor de aquel terrorífico capítulo. Se acercó un paso. Dio otro. Tenía que asomarse por la esquina para poder ver...
—¿Qué clase de pregunta es esa? Por supuesto que no —respondió el otro.
Tal y como había previsto, eran sólo dos personas las que se encontraban allí. Sin embargo, desde aquella distancia, no alcanzaba a ver más que dos siluetas iluminados tenuamente por las ventanas más cercanas.
—Creo que hemos empezado con mal pie, verás, yo...
Ayame dio un paso más, tratando de distinguir los rasgos de aquellas dos personas. Sin embargo, una de las dos figuras se sobresaltó y dirigió la mirada justo hacia su posición. Ayame se había quedado paralizada, aún sabiendo que bajo su disfraz nadie podría reconocerla. La silueta se movió de repente y Ayame apenas tuvo tiempo de saltar en el aire unas centésimas antes de que el proyectil que le había arrojado impactara de lleno en ella. El shuriken terminó clavándose en el suelo unos metros tras su espalda, y Ayame les miró con gesto disgustado.
Pero enseguida reparó en que ninguno de los dos era el hombre que ella había estado siguiendo. Confundida, miró a un lado y a otro. Y entonces dejó de ser aquel gato negro para volver a su verdadera forma.
—¡¿Dónde está?! —preguntó al aire. Y entonces dirigió su mirada hacia los dos chicos—. Hey, ¿habéis visto a un hombre con una bufanda roja?
La luz de las ventanas reflejaba con fuerza el color blanco de los cabellos de la muchacha. El otro era un joven que, de alguna manera, se le antojaba familiar. Tenía más o menos su edad y el cabello recogido en una coleta. Entonces se dio cuenta de algo.
—Tú... ¿Tú estabas a mi lado en la posada? —preguntó, con los ojos entrecerrados y señalando al chico con el dedo índice. Se parecía mucho a aquel joven con el que había entablado conversación en la posada de Hogo el Gordo, aunque la persona que se alzaba en aquel callejón era más joven...
Pero bien era posible que hubiera utilizado una transformación para poder acudir al espectáculo, tal y como había hecho ella. Desde luego, no era capaz de ver si tenía bandana ninja o no, pero el shuriken que le había arrojado y su destreza a la hora de hacerlo fácilmente le delataba como tal.