28/10/2016, 12:48
Daruu se rio entre dientes, y Ayame se mordió el labio inferior convencida de que se estaba riendo de lo estúpido que habían sonado sus palabras. Y, sin embargo...
—Tonta. Me estabas asustando... Yo no lo creo. Yo lo sé. Sé que estoy enamorado de ti.
El corazón de Ayame se olvidó de latir durante un instante. Y cuando volvió a hacerlo, lo hizo con renovadas energías. Ayame se estremeció y cerró sus dedos, aferrando la bata de Daruu con más fuerza. De repente se dio cuenta de que la temperatura en la habitación había descendido varios grados de golpe. Hacía frío. Y era un frío que ella conocía muy bien. Se apartó de golpe y palideció al mirar por encima del hombro de Daruu y ver una silueta completamente blanca que los observaba con un gesto totalmente inexpresivo y ojos gélidos como un iceberg.
—Yo yo yo yo yo - esto... esto... —Daruu también se había dado cuenta, y ahora balbuceaba agarrándose la bata a la altura del corazón como si los ojos de Kōri le estuvieran atravesando de parte a parte.
—No... no es lo que parece... —dijo Ayame, y Kōri le dirigió una mirada en la que percibió fugazmente el brillo de la incredulidad.
"Te lo dije. Te gusta Daruu". Le estaban diciendo aquellos ojos, rememorando la conversación que tuvieron aquella lejana noche, cuando estuvo a punto de cometer una de las mayores locuras de su vida. Sin embargo, Kōri tomó una silla cercana y se sentó en ella con el respaldo por delante de su cuerpo. Apoyó ambos brazos y entrelazó sus dedos.
—Tranquilos. Voy a hacer que no he visto nada y no diré nada al respecto. Y... os recomiendo hacer lo mismo, por el momento al menos —dijo, pero su mirada se dirigió especialmente a Ayame y ella tragó saliva al recibir el mensaje—. En realidad he vuelto para proponeros algo.
—Tonta. Me estabas asustando... Yo no lo creo. Yo lo sé. Sé que estoy enamorado de ti.
El corazón de Ayame se olvidó de latir durante un instante. Y cuando volvió a hacerlo, lo hizo con renovadas energías. Ayame se estremeció y cerró sus dedos, aferrando la bata de Daruu con más fuerza. De repente se dio cuenta de que la temperatura en la habitación había descendido varios grados de golpe. Hacía frío. Y era un frío que ella conocía muy bien. Se apartó de golpe y palideció al mirar por encima del hombro de Daruu y ver una silueta completamente blanca que los observaba con un gesto totalmente inexpresivo y ojos gélidos como un iceberg.
—Yo yo yo yo yo - esto... esto... —Daruu también se había dado cuenta, y ahora balbuceaba agarrándose la bata a la altura del corazón como si los ojos de Kōri le estuvieran atravesando de parte a parte.
—No... no es lo que parece... —dijo Ayame, y Kōri le dirigió una mirada en la que percibió fugazmente el brillo de la incredulidad.
"Te lo dije. Te gusta Daruu". Le estaban diciendo aquellos ojos, rememorando la conversación que tuvieron aquella lejana noche, cuando estuvo a punto de cometer una de las mayores locuras de su vida. Sin embargo, Kōri tomó una silla cercana y se sentó en ella con el respaldo por delante de su cuerpo. Apoyó ambos brazos y entrelazó sus dedos.
—Tranquilos. Voy a hacer que no he visto nada y no diré nada al respecto. Y... os recomiendo hacer lo mismo, por el momento al menos —dijo, pero su mirada se dirigió especialmente a Ayame y ella tragó saliva al recibir el mensaje—. En realidad he vuelto para proponeros algo.