1/11/2016, 18:57
Pese a que tanto Kazuma como Akame aceptaron cortesmente la invitación a sentarse, Tatsuya se quedó tieso como una estaca, allí clavado frente a la mesa. Puso una cara de lo más rara, se agarró la tripa con ambas manos y echó a correr —probablemente en dirección al servicio—.
—Vaya, una necesidad, imagino —comentó el Uchiha, mientras se acomodaba en la silla.
Entonces reparó en que había un comensal más, que les observaba bajo la sombra de su capucha. «¿Para qué diantres querrá llevar la capucha puesta aquí dentro?». Akame no pudo evitar sentirse intrigado por aquella misteriosa figura, cuyas facciones eran difíciles de intuir en aquel momento. «Por su complexión parece alguien joven, o un adulto muy pequeño», caviló el Uchiha.
—Vaya, qué agradable compañía shinobi —dijo el extraño—. ¿Qué hacen dos ninjas de Takigakure y un... samurai, tan cerca de Amegakure?
Akame tomó un la taza de té caliente que le ofrecía el camarero justo en ese momento —también traía la bebida de Kazuma— y le dio un sorbo muy largo. Notó como el calor le bajaba por la garganta y luego se expandía por todo su cuerpo, reconfortándole. «Ah, mucho mejor, sí». Sólo entonces volvió a levantar la cabeza y a clavar sus ojos profundos en el encapuchado.
—¿Qué hace un encapuchado dentro de un ferrocarril? —contestó el Uchiha con tono afable—. Tranquilo, era una broma —agregó poco después con una sonrisa calma—. Lo cierto es que viajo de vuelta a mi Villa, y tuve la suerte de encontrarme con mi compañero de armas y su camarada en el vagón.
—¡Cagunmimare! ¡Po zi que vas lejo', zagal! —exclamó de repente el hombre rural, del que por un momento Akame se había olvidado—. Meno' mal que hoy en día la ternología no' lo facilita tó, ¿eh?
El Uchiha asintió, un tanto turbado por la misteriosa forma de hablar de aquel tipo.
—Sanyeon Kuchiro, pero podéi llamarme Kuchi —agregó el hombretón, sin apenas dejar tiempo para que nadie contestase—. Yo vengo der pueblo, que tengo que í, como tó los año', a comprá grano y demá avíos pa la ziembra de Primavera.
—Vaya, una necesidad, imagino —comentó el Uchiha, mientras se acomodaba en la silla.
Entonces reparó en que había un comensal más, que les observaba bajo la sombra de su capucha. «¿Para qué diantres querrá llevar la capucha puesta aquí dentro?». Akame no pudo evitar sentirse intrigado por aquella misteriosa figura, cuyas facciones eran difíciles de intuir en aquel momento. «Por su complexión parece alguien joven, o un adulto muy pequeño», caviló el Uchiha.
—Vaya, qué agradable compañía shinobi —dijo el extraño—. ¿Qué hacen dos ninjas de Takigakure y un... samurai, tan cerca de Amegakure?
Akame tomó un la taza de té caliente que le ofrecía el camarero justo en ese momento —también traía la bebida de Kazuma— y le dio un sorbo muy largo. Notó como el calor le bajaba por la garganta y luego se expandía por todo su cuerpo, reconfortándole. «Ah, mucho mejor, sí». Sólo entonces volvió a levantar la cabeza y a clavar sus ojos profundos en el encapuchado.
—¿Qué hace un encapuchado dentro de un ferrocarril? —contestó el Uchiha con tono afable—. Tranquilo, era una broma —agregó poco después con una sonrisa calma—. Lo cierto es que viajo de vuelta a mi Villa, y tuve la suerte de encontrarme con mi compañero de armas y su camarada en el vagón.
—¡Cagunmimare! ¡Po zi que vas lejo', zagal! —exclamó de repente el hombre rural, del que por un momento Akame se había olvidado—. Meno' mal que hoy en día la ternología no' lo facilita tó, ¿eh?
El Uchiha asintió, un tanto turbado por la misteriosa forma de hablar de aquel tipo.
—Sanyeon Kuchiro, pero podéi llamarme Kuchi —agregó el hombretón, sin apenas dejar tiempo para que nadie contestase—. Yo vengo der pueblo, que tengo que í, como tó los año', a comprá grano y demá avíos pa la ziembra de Primavera.