2/11/2016, 04:35
—… Creo que aun no está acostumbrado a esto de los trenes —supuso el Ishimura, al ver como su amigo se alejaba corriendo con algún tipo de incomodidad estomacal.
—Vaya, qué agradable compañía shinobi —pregunto de repente una voz que se acercaba desde el otra lado del vagon—. ¿Qué hacen dos ninjas de Takigakure y un... samurai, tan cerca de Amegakure?
—Yo solo estoy de viaje por una cuestión de negocios —respondió cortésmente, más al pendiente de su platillo, que venía en camino, que al muchacho que les estaba abordando.
Fue solo por un hábito relativamente reciente, pero Kazuma coloco su mano sobre el kashira de su sable, con lo que por un instante pudo escuchar las palabras de Bohimei: «¿Es que todo el que porta una espada es un samurái?»
El joven de ojos grises no sentía molestia por la confusión, aunque tampoco lo consideraba un cumplido; en general las armas de los ninjas eran discretas y se llevaban ocultas o selladas. En el caso de las espadas, lo más común era el portarlas en la espalda según la costumbre del oficio. Pero Bohimei era una katana inusualmente ornamentada, y la forma en la que el joven la llevaba, colgada en la cintura, le hacían parecer un practicante de las costumbres de los guerreros del país del hierro.
«No te lo tomes a mal, es que eres bastante llamativa y un tanto caprichosa en cuanto a cual es la forma en la que debo llevarte…», le recordó. Bohimei no solo exigía que se le llevase del lado izquierdo de la cintura, único lugar digno para una espada. También consideraba una afrenta el que se le cubriera con una funda, el que la llevasen sellada y el que alguien ajeno la sostuviera.
El espadachín se había quedado un tanto ido al estar hablándole a su katana, pero la voz del comensal lo devolvió al momento presente. Se acomodo y trato de seguir el hilo de la conversación que había iniciado aquel señor de lenguaje rural.
—Un gusto, señor… —Se encontró incapaz de repetir aquel nombre que había escuchado, por lo que decidió dar el suyo—. A mi pueden llamarme Kazuma, a secas y sin ningún honorifico ni formalidad.
—Vaya, qué agradable compañía shinobi —pregunto de repente una voz que se acercaba desde el otra lado del vagon—. ¿Qué hacen dos ninjas de Takigakure y un... samurai, tan cerca de Amegakure?
—Yo solo estoy de viaje por una cuestión de negocios —respondió cortésmente, más al pendiente de su platillo, que venía en camino, que al muchacho que les estaba abordando.
Fue solo por un hábito relativamente reciente, pero Kazuma coloco su mano sobre el kashira de su sable, con lo que por un instante pudo escuchar las palabras de Bohimei: «¿Es que todo el que porta una espada es un samurái?»
El joven de ojos grises no sentía molestia por la confusión, aunque tampoco lo consideraba un cumplido; en general las armas de los ninjas eran discretas y se llevaban ocultas o selladas. En el caso de las espadas, lo más común era el portarlas en la espalda según la costumbre del oficio. Pero Bohimei era una katana inusualmente ornamentada, y la forma en la que el joven la llevaba, colgada en la cintura, le hacían parecer un practicante de las costumbres de los guerreros del país del hierro.
«No te lo tomes a mal, es que eres bastante llamativa y un tanto caprichosa en cuanto a cual es la forma en la que debo llevarte…», le recordó. Bohimei no solo exigía que se le llevase del lado izquierdo de la cintura, único lugar digno para una espada. También consideraba una afrenta el que se le cubriera con una funda, el que la llevasen sellada y el que alguien ajeno la sostuviera.
El espadachín se había quedado un tanto ido al estar hablándole a su katana, pero la voz del comensal lo devolvió al momento presente. Se acomodo y trato de seguir el hilo de la conversación que había iniciado aquel señor de lenguaje rural.
—Un gusto, señor… —Se encontró incapaz de repetir aquel nombre que había escuchado, por lo que decidió dar el suyo—. A mi pueden llamarme Kazuma, a secas y sin ningún honorifico ni formalidad.