5/11/2016, 16:21
(Última modificación: 5/11/2016, 16:22 por Aotsuki Ayame.)
Ante su pregunta, el chico de la coleta se adelantó un solo paso. La luz de una ventana próxima dibujó las sombras de su rostro y reveló unos ojos carmesíes que parecían refulgir en la oscuridad de la noche con luz propia.
«¿Qué es eso?» Retrocedió, intimidada. Pero la curiosidad le hizo ladear la cabeza. «Antes tenía los ojos oscuros... creo recordar...» Desde luego, si de verdad era el mismo chico que había estado junto a ella en la posada, sus ojos no le habían llamado tanto la atención como sí lo hacían ahora.
—No sé quién eres y nunca te he visto. Ahora responde, ¿por qué nos estabas siguiendo? —replicó, cortante como el filo de un kunai, y Ayame alzó las manos en un gesto conciliador.
A su espalda, la chica de cabellos níveos estalló de repente, sobresaltándola:
—¿¡PERO TU DE QUE VAS!! Tía, apareces de la nada, disfrazada de gato, interrumpes mi interrogatorio, ¿y preguntas por un tío de una bufanda roja? Al menos podías pedir disculpa por darnos el susto... o por haber fastidiado el concierto... ¿¡FUISTE TU, VERDAD!?
—Q... ¡¿Qué?! ¡No! ¡Yo no...! Esperad. Dejad que me explique... —balbuceaba Ayame, con un hilo de voz y el corazón en la garganta. Acababa de pasar de perseguir a un posible sospechoso a ser ella misma la sospechosa. Era cuanto menos irónico... Aquel fue un gesto de lo más atrevido, teniendo en cuenta la situación en la que se encontraba, pero entrelazó las manos a la altura del pecho en un único sello, y tras una breve nube de humo volvió a transformarse en su hermano mayor con la esperanza de que al menos el chico de la coleta la reconociera—. No os estaba siguiendo a vosotros. Cuando pasó todo eso... me escabullí por la ventana y me quedé debajo de ella espiando lo que pudiera pasar en el interior. Fue entonces cuando apareció ese hombre de la bufanda roja, y tras un par de palabras salió corriendo en esta dirección...
La transformación se deshizo, y Ayame les miró con cierto nerviosismo.
—Me parecía sospechoso, así que le seguí hasta aquí. Pero... ha... desaparecido... —concluyó. Ni siquiera ella no estaba muy segura de lo que acababa de pasar—. ¿De verdad no le habéis visto pasar por aquí?
«¿Qué es eso?» Retrocedió, intimidada. Pero la curiosidad le hizo ladear la cabeza. «Antes tenía los ojos oscuros... creo recordar...» Desde luego, si de verdad era el mismo chico que había estado junto a ella en la posada, sus ojos no le habían llamado tanto la atención como sí lo hacían ahora.
—No sé quién eres y nunca te he visto. Ahora responde, ¿por qué nos estabas siguiendo? —replicó, cortante como el filo de un kunai, y Ayame alzó las manos en un gesto conciliador.
A su espalda, la chica de cabellos níveos estalló de repente, sobresaltándola:
—¿¡PERO TU DE QUE VAS!! Tía, apareces de la nada, disfrazada de gato, interrumpes mi interrogatorio, ¿y preguntas por un tío de una bufanda roja? Al menos podías pedir disculpa por darnos el susto... o por haber fastidiado el concierto... ¿¡FUISTE TU, VERDAD!?
—Q... ¡¿Qué?! ¡No! ¡Yo no...! Esperad. Dejad que me explique... —balbuceaba Ayame, con un hilo de voz y el corazón en la garganta. Acababa de pasar de perseguir a un posible sospechoso a ser ella misma la sospechosa. Era cuanto menos irónico... Aquel fue un gesto de lo más atrevido, teniendo en cuenta la situación en la que se encontraba, pero entrelazó las manos a la altura del pecho en un único sello, y tras una breve nube de humo volvió a transformarse en su hermano mayor con la esperanza de que al menos el chico de la coleta la reconociera—. No os estaba siguiendo a vosotros. Cuando pasó todo eso... me escabullí por la ventana y me quedé debajo de ella espiando lo que pudiera pasar en el interior. Fue entonces cuando apareció ese hombre de la bufanda roja, y tras un par de palabras salió corriendo en esta dirección...
La transformación se deshizo, y Ayame les miró con cierto nerviosismo.
—Me parecía sospechoso, así que le seguí hasta aquí. Pero... ha... desaparecido... —concluyó. Ni siquiera ella no estaba muy segura de lo que acababa de pasar—. ¿De verdad no le habéis visto pasar por aquí?